La obra musical de los cantautores es una creación literaria en toda regla. Aunque es una obviedad para unos, para otros debe ser una verdad novedosa cuando ayer quedaron de piedra al enterarse de que la Academia Sueca le otorga el Nobel de Literatura a Bob Dylan.
Este compositor y cantante estadounidense, gracias a su habilidad para contar historias poéticas y desgarradoras sobre jugadores que pierden la partida con la fortuna y el futuro, ha obtenido en el pasado las más elevadas distinciones, del Pulitzer al Óscar, del Grammy al Globo de Oro, sin dejar de lado el Príncipe de Asturias de las Artes.
Su condición de leyenda la alcanza con su guitarra, su armónica y las crónicas cantadas de personajes derrotados y que siguen resistiendo, en la línea de su colega Woody Guthrie, protagonistas anónimos de “un viejo mundo extraño que no deja de avanzar”, como dice Dylan en Standing on the Highway.
Las piezas de este trovador, de 75 años y más de cinco décadas de carrera, hablan de lo que ocurre en los vagones de metro, en los viejos trenes donde duermen los ancianos vagabundos, en los bares donde conviven los granujas durante los horarios menos favorables para robar, en los camiones y remolques que son como rayos pesados en las carreteras y los tractores, en las peculiares ferias de pueblos casi deshabitados y en las llanuras de Oklahoma donde el ganado y los tractores habitan con los seres humanos.
Bob Dylan, con los acordes del rock, el folk y el blues, alza la voz para enaltecer al campesino al que la lluvia no visita y al señor que no desea salir de su cocina porque no sabe qué le deparará la fría y enorme ciudad. Sus melodías son universales como la vida y la muerte, la paz y la guerra. Lo suyo son los vientos de protestas, los aires que huelen a flores silvestres y las inquietudes y los anhelos de los que todavía creen en el mañana.
CAMPANAS DE LIBERTAD
Perros que ladran en los umbrales, los años que pasan sin remedio, los empleos perdidos por las crisis económicas, los crudos inviernos cuando no se tiene un abrigo, los políticos que ofrecen sermones y mentiras, las sirvientas de cocina asesinadas por chicos de padres ricos, boxeadores que deben luchar dentro y fuera del cuadrilátero, el forajido que no tiene sitio adonde ir, la esposa maltratada por un hombre sin corazón y el pesar de los amantes por los encuentros que no se pudieron dar.
Son temáticas que surgen de la mente y la voz de Bob Dylan, heredero de las tramas de escritores como William Burroughs y Jack Kerouac, con quienes tiene puntos imaginativos en común y con quienes colaboró en proyectos culturales durante la segunda mitad del siglo XX.
Este nieto de inmigrantes judíos oriundos de Rusia y que nació el 24 de mayo de 1941 en Duluth, Minesota, ha hecho de las canciones, con sus formas de poéticas y rudas crónicas urbanas, la manera que tenemos sus admiradores de enfrentarnos a la amargura, el miedo, la soledad, el desamparo y la desesperación.
Sus tonadas, tanto las de carga ideológica como las de índole amoroso o de corte social, hablan de un planeta en crisis, en el que hay leyes que los poderosos no cumplen, de gente que debe organizarse para defender los más elementales derechos civiles, de hombres y mujeres a los que les encanta discriminar y marginar a los que considera poca cosa.
Gordon Ball, un docente de letras inglesas, que nominó infructuosamente a Bob Dylan al Nobel de Literatura en más de 10 ocasiones, dijo a las agencias internacionales de noticias que "se sintió reivindicado con el reconocimiento. La gente pensaba que estaba loco o realmente fuera de lugar por proponer que Dylan recibiera tal premio", dijo Ball, quien imparte clases en la Washington and Lee University en Lexington, Virginia.
Las melodías del autor de temas como Mr. Tambourine, Hurricane o Like a Rolling Stone, sin dar rodeos, se refieren a una sociedad que cada vez es más difícil de entender, pues sus actos evidencian que es orgullosa, dada a la violencia, algo mesquina y además le encanta derrumbar a la justicia y a la igualdad.
SILENCIO
Un hecho a destacar es que han pasado 48 horas desde el anuncio del Nobel de Literatura, y Bob Dylan no ha dado ningún tipo de declaración sobre la distinción. Los integrantes de la Academia Sueca no han podido hablar con el artista, a lo sumo se han podido comunicar con sus representantes.
Dylan ofreció el jueves un concierto en Las Vegas y no habló del tema durante el recital. ¿Su silencio significa que rechaza el premio como lo hizo en 1964 el filósofo francés Jean-Paul Sartre? Si lo acepta, ¿irá el cantautor a recibir el Nobel el 10 de diciembre en Estocolmo y ofrecerá el tradicional discurso durante el fastuoso banquete?
REACCIONES
La noticia de su Nobel de Literatura, de seguro, despertó alegría entre sus seguidores (desde el presidente Barack Obama hasta escritores como Salman Rushdie), algo que ya no parecía imposible cuando la Academia Sueca abrió el compás al dar el premio a la periodista bielorrusa Svetlana Alexievich.
Cabe recordar que es el primer estadounidense que recibe el Nobel de Literatura desde que lo ganó en 1993 la escritora Toni Morrison.
Aunque también esta decisión desató la ira entre aquellos que deseaban ver premiados a autores como el sirio Adonis, el keniano Ngg wa Thiong’o, el noruego Jo Fosse el tokiota Haruki Murakami, el surcoreano Ko Un, y los estadounidenses Don DeLillo y Philip Roth. Será en otra ocasión.
Ahora toca esperar que algún día la Academia Sueca, en otra muestra de riesgo y modernidad, le otorgue el Nobel de Literatura a un autor de novela gráfica y a un guionista de cine o de televisión.