Disney se reiventa con los 'remakes' de sus clásicos animados

Disney se reiventa con los 'remakes' de sus clásicos animados


Disney pertenece a una industria que prefiere lo bien aceptado por el público, y le huye a la innovación.

Esta empresa sabe que tiene una riqueza inagotable en sus archivos. ¿Para qué cambiar las reglas del juego de Hollywood? ¿Por qué no copiarse a sí misma y construir un proyecto nuevo que tenga algo de viejo?

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Por eso, a partir de la década de 1980, comenzó la costumbre de rodar remakes en acción real, de aquellos clásicos animados que la consolidaron como experta en el negocio del entretenimiento familiar mundial.

Al principio, la mayoría de sus títulos no calmaba el ímpetu de los espectadores, ante el evidente hecho de que en algo ofendían a la producción madre. En esta etapa, a Disney le costaba mantener el estilo y la inteligencia de su época dorada.

De allí que al inicio daban la sensación de que debían dejar tranquilos los viejos modelos audiovisuales, porque los resultados eran cercanos a una aberración, como pasó con Rudyard Kipling’s The Jungle Book (1984), de Stephen Sommers y 101 Dalmatians (1996), de Stephen Herek.

Aunque a medida que avanzaba en el proceso, esta clase de películas mejoraban su pulcritud, por lo menos, en puesta en escena, vestuario y maquillaje. Lo que ya es bastante en el séptimo arte que se hace muchas veces para vender combos de palomitas con soda.

Respaldados por las críticas positivas recibidas por Cinderella (2015), de Kenneth Branagh, y El libro de la selva (2016), de Jon Favreau, y sumado a los éxitos de taquilla de Alicia en el país de las maravillas (2010), de Tim Burton y Maléfica (2014), de Robert Stromberg, Disney quiere aprovechar tan feliz momento en este 2016.

Por ello, entre abril y agosto venidero, proyectará tres reposiciones de sus viejas glorias: El libro de la selva, de Jon Favreau; Alicia a través del espejo, de James Bobin, y Peter y el dragón, de David Lowery.



RESULTADOS

Las cifras soplan a favor de los remakes (reposiciones) de Disney.

The Jungle Book tuvo un presupuesto de 175 millones de dólares y en la boletería, hasta ayer, iba por los 885 millones de dólares.

Mientras que Alicia a través del espejo, que se hizo con una inversión de 170 millones de dólares, lleva 108 millones de dólares en cuatro días de proyección.

Habrá que esperar el desempeño de Pete’s Dragon, programada para el 12 de agosto.

Resultados tan óptimos han impulsado a Disney para quitarle el polvo a todo título emblemático suyo que tenga en bodega y pasarlos a las salas de cine lo más pronto posible, no vaya a ser que la moda se desvanezca como hechizo de hada.

Esta tendencia se mantendrá con pie firme en 2017, pues son oficiales los estrenos de La bella y la bestia, de Bill Condon y Dumbo, de Tim Burton. Mientras que Mulan está en desarrollo.



En 2018 regresa Peter Pan, el personaje hecho de dibujo de Disney que ha visitado más la pantalla grande en este tipo de traslados, y retorna bajo la responsabilidad de David Lowery, y como era de esperarse, también pasará por los complejos Maléfica 2.

Para este año, está programado el estreno de tres largometrajes de esta clase, y entre 2017 y 2018, anuncian otros cinco títulos más. Parece que la bonanza acaricia a la casa de Mickey Mouse.



TODA UNA TENDENCIA AUDIOVISUAL

Los primeros pasos de la reposición de clásicos de Disney comenzó en 1994 con el estreno de Rudyard Kipling’s The Jungle Book, de Stephen Sommers, basado en la emblemática producción animada de 1967. 

Aunque este filme es bastante menor comparado con el original, Disney aprobó el examen después con El libro de la selva (2016), de Jon Favreau, en la que se respeta la historia de Kipling y saluda con estima a la cinta firmada por Wolfgang Reitherman.

Para 1996, el filón sube un centímetro con 101 Dalmatians, de Stephen Herek, aunque no iguala ese encanto que es 101 dálmatas (1961), de Wolfgang Reitherman y Clyde Geronimi.

Entre otras, Herek tiene a su favor la estupenda interpretación de Glenn Close como Cruella de Vil, sin menospreciar rubros como maquillaje y peinados, y vaya, además de la ternura de tantos cachorros juntos.

En 2000 aparece una comedia aún menos graciosa, 102 Dalmatians, de Kevin Lima.



El primer maestro del cine que se deja convencer para hacer esta clase de remakes es Tim Burton con Alicia en el país de las maravillas (2010), producción que además de quedarse con dos premios Óscar (categorías de dirección artística y vestuario), fue todo un suceso de taquilla con mil 25 millones de dólares.

Ese mismo 2000 aparece un bostezo de 109 minutos titulado The Sorcerer’s Apprentice, versión libre de uno de los episodios de la sicodélica Fantasía (1940, directores varios), firmada por un torpe Jon Turteltaub, un naufragio que no pudieron salvar intérpretes como Nicolas Cage y Alfred Molina.

Después Robert Stromberg toma las riendas de una especie de spin-off, Maleficent (2014), en la que se nos explica quién era esa hermosa hada de alas negras que un día desafío a todo un reino en La bella durmiente (1959), de Clyde Geronimi.

Una convincente encarnación de Angelina Jolie como la triste Maléfica, más una nominación al Óscar al mejor vestuario, y 758.5 millones de dólares en la venta de boletos en el globo terráqueo, convirtió a Maléfica en la segunda sonrisa plena de Disney en este renglón.

Mientras Cenicienta (2015) mantiene el aire señorial de la historia de niña rica que pasa a pobre para luego recuperar su estirpe. A pesar de tan simple trama, el respetado Kenneth Branagh sacó esplendor de donde no había. Una nominación al Óscar (vestuario) y rentabilidad (95 millones de dólares de inversión y 543.5 millones de dólares en venta de tiquetes) hicieron el resto.

En tanto, lo que le falta de inspiración a James Bobin como director de Alicia a través del espejo (2016), le sobra de ingenio, libertad y hermosura a El libro de la selva, de Jon Favreau.

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