Cuando el director Fede Álvarez (Montevideo, 1968) llegó el primer día de rodaje de No respires, (Don’t Breathe) tenía en mente hacer una película que tuviera el clima dramático de los largometrajes de los directores David Fincher y Alfred Hitchcock, en especial de Panic Room (2002) del primero, y Psicosis (1960) del segundo.
Su premisa argumental era precisa: “provocar el suspenso de observar personajes que entran a un lugar a donde no debieron estar”, explica en una entrevista telefónica desde Uruguay.
En No respires el espectador sufre al igual que lo hizo cuando una lujosa residencia de Nueva York fue invadida por ladrones en Panic Room y cuando una secretaria ladrona descansa en el menos seguro de los moteles del mundo en Psicosis.
La audiencia también tiembla cuando en No respires tres jóvenes ladrones ingresan a la vetusta casa de un veterano de guerra ciego en Detroit, porque existe la sensación de que a partir de ese momento han comprado un tiquete que los llevará a su propia muerte.
“Toda mi película desea transmitir ese miedo de hacer algo que no debiste hacer nunca”, reitera Álvarez, quien debutó en los largometrajes en el 2013 con Posesión infernal (Evil Dead), un remake del clásico de terror gore de Sam Raimi.
Álvarez nunca ha ingresado a un lugar sin permiso, aunque quien sí lo hizo fue el coguionista de No respires: Rodolfo Rodo Sayagues. “Es una historia graciosa, aunque le ocurrió de verdad a Rodo”, dice riendo.
En una ocasión, Sayagues estaba en el hogar de una chica, después de una noche romántica, se retiró en silencio para no molestar y cuando estaba en la calle, se dio cuenta de que no tenía la llave de su carro. Aunque pensó en llamar a la joven, prefirió entrar por una ventana, sin saber que en aquel lugar había un enorme rottweiler que lo estaba esperando.
“Por suerte, logró llegar a la sala sin ser mordido, buscó rápido sus llaves y se fue corriendo antes de que lo atrapara ese perro que no lo quería allí. Rodo lo recuerda como uno de los momentos más aterradores que ha experimentado”, manifiesta.
A CUATRO MANOS
Trabajar a cuatro manos las historias con Rodo le parece un asunto “bastante fácil”. Es una dinámica rutinaria para los dos, pues se conocen desde cuando Fede tenía 15 años y Rodo 12 años.
Desde entonces han creado proyectos audiovisuales juntos, tanto los cortometrajes El cojonudo (2005) y Ataque de pánico (2009), pasando por la citada Posesión infernal.
“Ya tenemos un método que nos funciona. Hay diferencias de vez en cuando, pero nada importante. Nos llevamos y nos entendemos muy bien”, señala.
Aunque tienen gustos similares, le agrada que al mismo tiempo también tienen miradas distintas, lo que les permite complementarse. “Como tenemos áreas donde pensamos diametralmente diferente, eso hace que nuestros guiones funcionen, ya que hay cosas que a mí nunca se me hubieran ocurrido y a él sí, y viceversa”.
NADIE ES TAN MALO
En la construcción de los personajes de No respires evitaron que fueran lineales. Esa es la razón por la cual el militar retirado (encarnado por Stephen Lang) tiene sus aristas que lo hacen tanto villano como víctima a lo largo de la trama, y los ladrones (a quienes dieron rostro Jane Levy, Dylan Minniette y Daniel Zovatto) también tienen características que los llevan de la inocencia a la maldad entre una escena y otra.
“Era nuestra manera de ser realistas. Porque nadie en el mundo es 100% malo. No puedo creer que todos los ladrones sean malos. No dudo que hay gente buena y gente vil, salvo, quizás, los abogados, que son muy malos”.
Cada uno de los rateros entra a esa envejecida vivienda por distintos motivos: ambición uno, deseos de ser independiente la otra y el tercero para proteger a su amor platónico.
“Queríamos que los personajes conquistaran en algún momento al público, a pesar de que fueran unos ladrones que hacen cosas horribles como robarle a un ciego, lo que hace que la película tenga una carga dramática tremenda. No queríamos que fueran ladrones de guantes blancos”.
ANTE LA AUSENCIA DE LUZ
Mientras que buena parte de Saw (James Wan, 2014) ocurre en un baño; Buried (Rodrigo Cortés, 2010) en una caja; Última llamada (Joel Schumacher, 2002) en una cabina telefónica; Cube (Vincenzo Natali, 1997) y La Soga (Alfred Hitchcock, 1948) en una casa, el 85% de No respires se desarrolla en el domicilio de un hombre que perdió la vista en Irak.
Eso permite que No respires, al igual que el resto de los títulos, sean intimistas y angustiosas, y por lo tanto proclives a que el público padezca de claustrofobia, de experimentar una sensación de que está en una cárcel.
De allí que sus personajes no se quedan quietos, porque están en el medio de una cacería entre el gato y el ratón. Hablan poco, pues hacer ruido puede acabar con su seguridad más elemental.
“Algo que sabíamos desde un principio era que no queríamos muchos diálogos entre los personajes, y es allí cuando la mano del director debe aparecer para hacer su trabajo”, que consiste, explica Fede Álvarez, en generar acción sin frases, que los conflictos sigan en movimiento sin usar el alfabeto, sino usando los silencios, la música, el terror, la venganza y la desesperación.
“Esto también me daba mucha cancha para poder jugar con la ubicación de la cámara, la iluminación y la edición, para que el espectador supiera por sí solo lo que estaba ocurriendo, sin que se viera forzado”.
STEPHEN LANG
Trabajó de cerca con el actor Stephen Lang, que entra en la piel del soldado. Admite que en la pantalla grande el 50% del resultado es mérito del guion y el resto es contribución del intérprete, que se hizo famoso por ser el Miles Quaritch en Avatar, de James Cameron.
“Lang es tan disciplinado y ordenado como su personaje. Es muy hábil y con mucha experiencia, y eso era importante, porque me da confianza detrás de la cámara. Fue sencillo trabajar con él porque se metió rápido en la psique de un personaje que convirtió su casa en un campo de combate”.
Su ceguera es de alguna manera cierta. Stephen Lang usó unos lentes de contacto que le restaban visión: solo podía ver 30% de lo que tenía a su alrededor.
Aunque el reto mayúsculo de Fede Álvarez fue a nivel técnico, cuando logró, después de ensayos y errores, y combinando distintos métodos de iluminación y de cámaras, darle luz a la oscuridad, lo que permitió mostrar a sus personajes en la más absoluta penumbra.
“El truco fue saber que se podía rodar con la luz casi apagada, que los actores no pudieran ver porque también usaban lentes de contacto que los cegaban”, y que esa sensación golpeara la paz del espectador, que a su vez estaba dentro de una sala de cine casi a oscuras.
TAQUILLA
Fue una sorpresa que No respires acabara con las tres semanas que estuvo en Norteamérica en primer lugar Escuadrón suicida, de David Ayer.
Como si eso fuera poco, los dos últimos fines de semana la cinta dominó la taquilla en Estados Unidos y Canadá. “No me esperaba esto, para nada. El mayor placer fue ganarle a películas que tenían más presupuesto y más estrellas que la mía”, dice Fede Álvarez, quien ya sabe de estas lides, pues su Posesión infernal también debutó en la cúspide el fin de semana del 5 al 7 de abril de 2013.
No respires ha hecho 57 millones de dólares en dos semanas, mientras Posesión infernal necesitó 30 días en alcanzar esa cifra. “Esto me da mucha satisfacción. Porque uno podría decir que el triunfo de Posesión infernal se debió a que era el remake de una franquicia muy grande. No respires se defendió por sí sola”.
“Por definición, No respires no debió a ir a verla nadie, no hay una estrella en su reparto, no tuvimos un gran presupuesto para hacerla ni para promocionarla, cosas que a veces atraen a la gente a ver una película”.
Se siente en deuda con el director Sam Raimi, coproductor tanto de Posesión infernal como en No respires. “Somos buenos amigos. En No respires fui yo quien le llevó la idea de la película Sam como para darle algo de vuelta por haberme dado una carrera con Posesión infernal. Fue Sam quien vio la primera versión de esta película, para que me diera su opinión y siempre los suyos fueron comentarios que me ayudaron. Fue un privilegio tenerlo de mi lado”.
Fede Álvarez le comparte al público que “no piense que sabe de qué va la película luego de ver el trailer. Lo que les puedo garantizar es que no tienen ni idea de lo que va a ocurrir. La gente sale sorprendida porque no era lo que esperaba que iba a ocurrir”.