‘La Favorita’: los placeres y los sinsabores del poder

‘La Favorita’: los placeres y los sinsabores del poder


El filósofo alemán Max Weber opinaba que el poder es un ejercicio, siempre violento en su procedimiento, del sometimiento del hombre sobre el hombre.

Esta máxima se cumple en la comedia dramática La Favorita (Reino Unido), sobre una enferma monarca que no manda (la reina Ana), una astuta amante que toma las decisiones por ella (Lady Sarah, duquesa de Marlborough) y una inteligente sirvienta (Abigail Hill) que hará lo necesario para tener su parcela de control.

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La actriz Kate Winslet rechazó dos papeles protagónicos y ambos fueron a caer en las manos de Rachel Weisz: ‘The Favourite’ y ‘The Mercy’ (ambas de 2018).



El director griego Yorgos Lanthimos pone sobre el tape el poder, pero no el que se obtiene por un acuerdo, o por un acto de delegar o por un mandato de la mayoría.

Este trío de mujeres despiadadas, atormentadas y grises (por sus vulnerabilidades, sus heridas y sus vicios), ejercen el derecho al poder desde el principio de cuál de ellas es la más fuerte y cuál es la que toma las decisiones más útiles, degradantes y perversas, para obtener sus intereses egoístas, como en la antigua Atenas Calicles creía que se debía entender el poder que corrompe.

Los tres personajes de La Favorita ejercen esa fuerza desde una base de comportamientos y fórmulas primigenias de la naturaleza humana: las seducciones, las arbitrariedades, el placer, la desconfianza, los caprichos, las intrigas, los castigos, las venganzas, el narcisismo y los engaños.

En 'La Favorita' encarna a Sarah Spencer Churchill, duquesa de Marlborough, quien es la antecesora directa de Sir Winston Churchill (primer ministro) y la princesa Diana (Diana Spencer).



Esta película, que tardó 10 años en ser escrita y rodada, también maneja otros ejes temáticos como el sentimiento de la pérdida (Ana perdió 17 hijos, el que más sobrevivió llegó a los dos años), la locura como vehículo de escape a la soledad del poder y las implicaciones emocionales y sentimentales de ejercer el mando. También es sobre cómo tener el dominio te puede alejar de los demás; cómo ese tener la supremacía te hace vulnerable porque los que te rodean te mienten y te manipulan; cómo ser dueño de la autoridad es un vehículo que en ocasiones te conduce a la crueldad y a la humillación, y cómo ciertos poderes se sostienen a partir del miedo y el chantaje.

Esta es la primera vez que Yorgos Lanthimos dirige una película en la que no es el guionista, aunque siempre estuvo atento a la evolución de la historia.





La Favorita es una historia sobre un poder que es necesario: el empoderamiento femenino en todos los escenarios de la vida. Brillantes interpretaciones las de Olivia Colman, Emma Stone y Rachel Weisz. No es usual que una película esté protagonizada por tres mujeres, que sean ellas las que tengan en sus manos el contar la historia, que ese trío encarne personajes que transmitan seguridad y que sean cero dependientes de los hombres.

No hay lecciones



Las damas de La Favorita existieron de verdad en una Inglaterra del siglo XVIII, demasiado ocupada haciendo la guerra contra Francia.

Es una peculiar película de época, rara porque Yorgos Lanthimosian no desea ser preciso en los términos históricos que presenta.

Por eso, The Favourite es postmoderna, porque combina los ropajes clásicos de entonces con vestimentas hechas de telas plásticas y cuero. Porque combina la música y la danza de aquellos años con ritmos y movimientos contemporáneos. Y porque su reina Ana, aniñada, pueril y déspota, se parece demasiado a un inmaduro mandatario que gobierna por estos días una potencia de Occidente.

La película es una coproducción de Irlanda, el Reino Unido y los Estados Unidos.





Yorgos Lanthimosian bebió de las aguas sabias de colegas suyos como Ingmar Bergman, Peter Greenaway, Nicholas Hytner y Milos Forman, para hacer una producción singular y repulsiva, en la que sus figuras aspiran a que el público las deteste, las respete y las rehuya en igual medida. Aquí también se hermana con el director Lars von Trier, pues ambos lo que menos quieren es que el espectador se identifique con sus personajes y porque tienden a mirar con poca misericordia a los seres que pueblan sus respectivas producciones. Altamente recomendable.

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