Ildelfonso Falcones, 'La reina descalza', un canto a la libertad



Ildefonso Falcones decidió escribir la novela La reina descalza, porque “quería escribir una novela histórica sobre la vida en los ingenios azucareros, pero se me plantearon dificultades y además se publicó una historia similar”.

Lo que hizo entonces fue traerse a España a la protagonista que había soñado: “la esclava negra cubana, y sobre todo, su música; parece casi imposible estudiar la esclavitud en Cuba prescindiendo de la música”.

Los esclavos tenían prohibido hablar con el hombre blanco, dueño de sus vidas y destinos, “por lo que se manifestaban a través de la música: en sus fiestas, con esa música étnica de percusión; en su religión, la santería, el sincretismo del cristianismo y sus religiones africanas; cuando trabajaban y los obligaban a cantar, si un esclavo canta, no piensa; cuando se quejaban de sus condiciones al hombre blanco, también lo hacían cantando. Cantando podían manifestar lo que tenían prohibido hacer por sus amos”.

Recuerda que el flamenco, esa música española que es patrimonio inmaterial de la humanidad, “nació de la fusión de la música negra con la de los gitanos, y otras aportaciones españolas y musulmanas”.

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SOBRE UNA SOCIEDAD PERSEGUIDA

Los blancos les permitían a los negros esclavos realizar sus fiestas religiosas en los bohíos los días domingos después de misa, “a menudo las semanas no eran de siete días para que trabajasen más. Cantaban a sus dioses, regresaban -en la medida de lo posible, por supuesto-, a sus orígenes”, cuenta el escritor español Ildefonso Falcones.

Los cantos de los gitanos, “otro grupo étnico que fue cruelmente perseguido e intentado exterminar como se narra en mi novela La reina descalza, también implicaba para ellos un verdadero acto de libertad, alejado de los convencionalismos de la sociedad paya, de los no gitanos”.

La queja de galera, ese “quejío largo’ que entonó un gitano atado a los remos de una galera, es el estereotipo de la música llamada jonda, profunda, que caracteriza los cantos de una sociedad perseguida”.

En el caso del devenir de los gitanos, opina que el presente de esta comunidad está bastante documentado, aunque no tanto desde la ficción, aunque siempre alguno aparece por allí.

Sobre el pasado, el asunto cambia. “La sociedad gitana carece de tradición escrita; es imposible encontrar una fuente de las que se califican como auténtica, esto es, escrita por gitanos. Los estudios históricos sobre gitanos también son escasos, quizás por eso escribir sobre ellos, de su pasado, conlleve un esfuerzo complementario”.

ESTUDIOS DE HISTORIA

Este hijo de un abogado y una ama de casa considera que la novela histórica es una “categoría específica dentro del relato. Me parece bien desde el punto y hora en que puede ayudar al lector a concretar su elección a la hora de elegir un título”.

El problema a menudo ocurre cuando “se intente hacer pasar por históricas, novelas que en realidad son esotéricas, muy de moda últimamente, u otras que manipulan o fuerzan la historia; esa irresoluta discusión acerca de si los hechos pueden ser modificados o variados por necesidades de la trama”.

En lo personal, entiende que hechos históricos “solo hay unos, sin perjuicio de sus diversas interpretaciones, y tramas pueden haber tantas como abarque nuestra imaginación”.

“La novela no debe sustituir a los estudios de historia, pero puede acercar al lector a unos episodios concretos y específicos”, dice este abogado de 56 años, que de joven quería ser jinete profesional.

Preguntado si en alguna medida La reina descalza se enmarca dentro de la novela histórica, entiende que se trata de una novela que “cumple los requisitos enumerados con anterioridad. Los hechos históricos que rodean los ficticios son todos ellos reales, a salvo de errores del autor, evidentemente, y encuentran su fundamento en los correspondientes estudios de historiadores, que son quienes en verdad saben de esto”.

El término investigación le parece incorrecto en cuanto a la labor que lleva a cabo en su actividad literaria. “No investigo, no busco ni acudo a las fuentes originales, sino que me sirvo de los estudios que otros han hecho y han publicado basados- en este caso sí-, en su labor de investigación”.

Lo suyo es un trabajo de documentación, de estudio, añade. “La época en que se desarrolla La reina descalza, la Ilustración, está prolijamente tratada por científicos e historiadores; a menudo, el problema es dejar de estudiar porque siempre encuentras algún otro libro interesante. La ropa, la comida, las ciudades, las costumbres... sobre todo ello hay bibliografía”.

COMPLEJIDADES

Con todo, destaca que el estudio para escribir La reina descalza “ha sido complejo en dos aspectos: el primero es el ya comentado acerca de la inexistencia de tradición escrita de la comunidad gitana y la escasez de estudios al respecto, por lo que he tenido que acudir, incluso, a libros de otros países para cotejar afirmaciones sobre ellos, y si bien esa dificultad ya estaba descontada, en lenguaje bursátil, antes de emprender la escritura, lo que no imaginaba era que en el mundo de la música, del flamenco, del que conseguí mucha bibliografía, hubiera posturas tan encontradas e irreconciliables que a veces había que asumir el riesgo de optar por alguna de ellas, dejando de lado las demás”.

Un riesgo que parece superó cuando La reina descalza “recibió uno de los más prestigiosos premios de un certamen de cante flamenco, el del Festival de cante de Las Minas”.

El escritor y abogado Ildefonso Falcones (Barcelona, 1959) comparte datos en torno al devenir de los gitanos, la novela histórica y el flamenco.



PRIMERAS LECTURAS

Ildelfonso Falcones, más que recordar un libro en particular que le robó el corazón, se inclina por resaltar una época que lo consagró como lector: "aquella en la que salté de la literatura juvenil, más o menos ingenua, inocente, a la de adultos".

Contaría con unos 14 años cuando se enfrascó con obras como Sinuhé el egipicio, Los perros de la guerra, Éxodo, Chacal, Tiburón, Pelham 1,2,3 y los libros de Harold Robins, "eróticos, muy por encima de lo que se permitía a la sociedad española en esa época".

Tenía la ventaja que su madre “era una gran lectora y disponía de una buena biblioteca”.

Lo de leer no lo abandona. Acaba de terminar La luz que no puedes ver, “una novela espléndida”, de Anthony Doerr, y ha iniciado con La sal de la tierra, una novela histórica de Daniel Wolf, que “se desarrolla en la Alemania del siglo XII”.

-¿Qué expectativas tiene de participar de la Feria del Libro de Panamá?

La única expectativa que un autor puede tener de una feria es la de conocer a sus lectores, personalmente; la de tener la oportunidad de charlar y hasta de debatir con ellos. Es, quizá, el último eslabón de todo el proceso literario; en la mayoría de las ocasiones ese proceso se queda en la lectura de la obra, en algunas otras, como las que se producen en las ferias existe ese nuevo paso.

-En su caso, ¿cuánto hay de inspiración y cuánto de dedicación?

La Real Academia define la inspiración como el estímulo que permite a un creador producir espontáneamente y como sin esfuerzo. Le puedo asegurar que ese no es mi caso. La escritura requiere de mí mucho esfuerzo y dedicación; muchas horas delante del ordenador; muchas lecturas y relecturas, correcciones...

-¿Cuáles piensa que son los retos para lograr una armónico restablecimiento de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, tomando en cuenta que Cuba aparece en su novela 'La reina descalza'?

Cambio repetino de planteamiento. El respeto al pueblo cubano y sobre todo la humildad. Estados Unidos no debería acceder a Cuba -eso parece que está ya suficientemente negociado entre las partes-, como el imperio que es por su poder económico, representativo, mediático, etcétera. El respeto a una sociedad orgullosa de lo que es, pero también necesitada; hallar el punto de equilibrio a menudo es difícil.

-¿Cómo un abogado terminó escribiendo sobre el pasado desde la ficción?

Igual que los médicos pintan -se dice que tienen facilidad para ello-, o que algún notario toca la guitarra en un conjunto de rock. Nuestra labor diaria, por satisfactoria que sea, no debe impedirnos desarrollar fuera del mundo laboral, esas inquietudes intelectuales o creativas que todos, sin distinción, llevamos en nuestro interior. La escritura, la pintura, la música, la cerámica... No por deseado, el éxito deja de ser secundario frente a nuestro desarrollo personal.

-¿En qué medida el escritor nace o se hace?

Nadie nace sabiendo. Pueden existir mayores o menores sensibilidades que nos diferencien de los demás, pero los oficios y los trabajos se aprenden, y la capacidad creativa es una característica ínsita en el ser humano; a mi entender precisamente aquello que nos distingue de otros seres vivos y lo que nos distinguirá de las creaciones mecánicas o científicas que se nos vienen encima. Acreditada esa capacidad creativa, el medio de expresión es un proceso mecánico que como todo en la vida, se ejecutará mejor o peor. Los músicos acuden a los conservatorios; los pintores y escultores, a las escuelas de arte y antes, en tiempos, a los talleres de los maestros, ¿por qué los escritores deben ser diferentes? Me consta sin embargo que mi opinión no es compartida por grandes plumas.

-¿Qué tipo de satisfacciones, más allá de lo monetario, le ha brindado primero el derecho y luego la literatura?

Una forma de vida, un desarrollo y una satisfación personal y, valga como ejemplo, la posibilidad de estar charlando con usted y en breve hacerlo con los lectores panameños.

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