El actor Jorge Perugorría: de 'Fresa y chocolate' a Netflix

El actor Jorge Perugorría: de 'Fresa y chocolate' a Netflix


Desde hace 23 años, Jorge Perugorría es el actor cubano más internacional que existe.

Esta condición que pocos intérpretes latinoamericanos pueden ostentar se debe a que rodó más de una película con dos directores de cabecera del cine de la región: los cubanos Tomás Titón Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío.

Este cubano tiene en su haber películas emblemáticas como Fresa y chocolate (1993), Guantanamera (1995), La lista de espera (2000), El cuerno de la ambulancia (2008) y desde diciembre de 2016 en Netflix puede ver cuatro películas en las que encarna al detective Mario Conde (hijo literario del maestro Leonardo Padura).

Además, el compromiso de este artista es participar en producciones tanto de debutantes, como es el caso del panameño Aldo Rey Valderrama con Kimura (2017), como de veteranos como el colombiano Jorge Alí Triana (Edipo Rey, 1996), el chileno Miguel Littín (Tierra del fuego, 2000), el cubano Humberto Solás (Miel para Oshún, 2001, y Barrio Cuba, 2005), el francés Laurent Cantet (Regreso a Ítaca, 2014) y los españoles Bigas Luna (Bambóla, 1996, y Volavérunt, 1999), y Manuel Gutiérrez Aragón (Cosas que dejé en La Habana, 1997, y Una rosa de Francia, 2005) y Gracia Quejereta (Cuando vuelvas a mi lado, 1999). Esto demuestra su fidelidad por el cine en castellano.

Cada película en la que participa está movida por un motivo distinto. A veces, dice, es por un director que admira y al que veloz le pregunta cuándo es que se dirá el primer: "acción".

En otras, le entra al proyecto porque le gusta apoyar a los jóvenes realizadores. También ocurre que el personaje al que aspira encarnar es lo que hace fascinante el empleo, o cuando le proponen llevar a nuevos registros a los que no está acostumbrado.

“He tenido suerte de trabajar mucho en el cine cubano y latinoamericano, más el español. Toda nuestra cinematografía tiene algo en común: es de autor. Las características son las mismas: un cine de arte comprometido con la realidad. Es difícil en nuestros países otro cine que no esté regido bajo esos conceptos”, manifiesta el actor,  quien agradece la buena relación que hay entre los cineastas panameños con la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (Cuba), institución donde Valderrama se graduó de edición en 2010 y Jeico Castro (cinematografía y productor de Kimura) hizo lo propio en el renglón de dirección de fotografía en 2002.

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DIEGO Y DAVID

Encontrar a Tomás Titón Gutiérrez Alea marcó la vida de Jorge Perugorría, quien antes de ese encuentro llevaba diez años siendo un actor de teatro. El cine era una ilusión por atrapar.

El maestro detrás de la cámara estaba haciendo el casting para Fresa y chocolate, que ganaría el premio Goya y sería la primera película cubana en ser nominada en la categoría de mejor película extranjera al Óscar.

Toda su generación había leído el cuento El lobo, el bosque y el hombre nuevo (ganador del premio Juan Rulfo 1990, de Radio Francia Internacional), de Senel Paz, en el que se basa el legendario drama, y quería participar de su adaptación para la gran pantalla, y de paso, trabajar con el maestro del cine de su país. Cabe resaltar que en 2013 el grupo cubano Mefisto Teatro, bajo la dirección de Tony Díaz, hizo una versión musical para teatro.

 

Se presentó a las audiciones con la esperanza de quedarse con el papel de David, el estudiante de sociología, heterosexual y militante comunista, pero los responsables de la producción dijeron que ya tenían al dueño de ese ser de ficción: Vladimir Cruz.

Como tiene la misma edad que Cruz, pensó que había nula oportunidad para aspirar al personaje de Diego, un cultor, escéptico y homosexual. "Yo vi difícil ser Diego porque es mayor que Diego y pensé que se lo darían a un actor de más experiencia que yo. Hice mi prueba y me fui sin mucha ilusión", rememora Perugorría, que por aquellos días estaba haciendo Las criadas, un montaje a partir de una pieza teatral del dramaturgo y poeta francés Jean Genet, en la que representaba a Clara.

Al mes recibió una llamada de un funcionario del Instituto Cubano del Arte e Industrias Cinematográficos, quien le informó que Diego era suyo. Su profesor de teatro en aquel entonces, Carlos Díaz, director de la compañía escénica Teatro El Público, lo preparó "en el manerismo y en la gestualidad de Diego".

Por motivos de salud, Gutiérrez Alea se asoció con su colega, otro emblemático del séptimo arte, Juan Carlos Tabío, para que entre ambos terminaran Fresa y Chocolate, premiada en los festivales de Berlín, Chicago, Gramado, La Habana y Sundance, y puso sobre el tapete cómo durante las décadas de 1960 y 1970 un sector del Gobierno cubano llevó a cabo represiones contra los homosexuales.

Parte del triunfo de Fresa y Chocolate es que la distribuyó comercialmente la compañía estadounidense Miramax. "Por eso se vio, prácticamente, en todo el mundo".

El director e intérprete Robert Redford fue el padrino de la producción en Estados Unidos. "Redford había trabajado como actor en Habana (1990), de Sydney Pollack, quien tuvo que rodarla en República Dominicana por el asunto del bloqueo, y Pollack le pidió a Titón que le rodara unas imágenes reales de Cuba para usarla en la edición, y Pollack y Titón descubrieron que Redford podía ayudar con nuestra película, ya que el tema cubano era tan complejo en Estados Unidos. Hicimos lo mismo con la película Viva (2015), que en Estados Unidos la presentó el actor Benicio del Toro y la ayudó a su estreno".

"Diego fue un personaje entrañable para mí, ya que después de Fresa y chocolate se me abrieron muchas puertas y recibí muchas ofertas de trabajo en Europa y América Latina, salvo en Estados Unidos, que por el bloqueo no me contrata. Estoy feliz por el viaje que he tenido dentro del cine de autor", anota el cubano, que debutó en el cortometraje con Los perros tienen hambre (1993).

El rodaje de Fresa y Chocolate lo recuerda como muy exigente. "Era Cuba en 1993, en pleno período especial (tras la caída del bloque soviético), con una crisis económica. Por otro lado, la salud de Titón. Había mucha sensibilidad en todo el equipo. Todos éramos conscientes de que estábamos haciendo una película necesaria para asumir ese momento histórico. La película emocionó mucho al público cubano, que la agradeció porque trató temas que hasta entonces habían sido tabú: la tolerancia, el respeto a la diferencia sexual, cultural e ideológica", dijo sobre una película que hizo aún más famoso a la heladería Coppelia o que el apartamento donde residía Diego se convirtió, en la vida real, en un popular paladar (restaurante privado cubano), ubicado en Centro Habana, que ha sido visitado por la Reina Sofía de España en 1999 y por la cantante estadounidense Beyoncé en 2013.

Confiesa que casi todo lo que sabe de actor se lo debe a las órdenes recibidas por Titón y Tabío. "Fue por ellos que ese comienzo en Fresa y chocolate fue el saber que quería seguir siendo actor. Tener con claridad qué tipo de cine quería hacer y descubrir el posible alcance social del cine inteligente, que si bien no puede cambiar a un país, sí puede ser una voz y tener una influencia sobre las personas. Con el cine podemos hacer pensar y reflexionar a la gente", indica Perugorría, quien también se dedica a expresarse desde la pintura.

POR LA CARRETERA

Otro título indispensable de la isla es Guantanamera (1995), que obtuvo ovaciones en los festivales de cine de Venecia, La Habana y Sundance.

Después de embarcarse en una historia dura como Fresa y Chocolate, todos los miembros del equipo técnico e interpretativo querían algo más alegre, aunque igualmente contestatario.

"Titón me dijo: 'bueno, ahora te voy a ofrecer un personaje para que te reivindiques" y le brindó ser algo diametralmente distinto a Diego.

Se trataba de ser Mariano, un coqueto y astuto camionero que tenía una mujer en cada pueblo que visitaba por su oficio.

"Fue muy divertido. Ese humor de la comedia negra de Titón y por eso nos reíamos mucho en la filmación", dice de una película que fue rodada en varias provincias cubanas.

"Fuimos de La Habana a Guantánamo, en ese orden, aunque cuando la filmamos fue al revés, de Guantánamo a La Habana. Lamentablemente fue la última película de Titón", quien falleció a los 68 años el 16 de abril de 1996.

Afirma que el séptimo arte cubano se alimenta del llamado surrealismo latinoamericano, de esos hechos increíbles que no ocurren en Suecia o en Dinamarca. "Eso se puede ver en toda la obra de Titón y de Tabío".

Después participó en otra comedia subversiva y deliciosa, Lista de espera (2000), firmada en solitario por Juan Carlos Tabío. "Estábamos en una estación y no podíamos salir de allí, una metáfora de la situación cubana".



KIMURA

Este padre de cuatro hijos varones, tres músicos y un actor, y abuelo de una linda niña, es uno de los protagonistas de Kimura, largometraje dirigido por el panameño Aldo Rey Valderrama que se estrena hoy en las salas de cine del país.

Le encanta que la industria audiovisual istmeña esté en activo, una nueva etapa en la que quiso contribuir con su grano de arena desde que una productora amiga le dio a leer el guion que escribió Valderrama a cuatro manos con Diego Otero.

Jorge Perugorría leyó el libreto de Kimura y le gustó el papel de Manfredo, un promotor deportivo vinculado con tráfico ilícito de drogas y apuestas ilegales en eventos públicos y privados. “Me pareció interesante. Sentí que mi personaje era chévere y de dónde sacarle provecho”.

Sobre Manfredo, propuso que fuera un cubano residente en Panamá. “Caracterizar a un panameño como tal no tenía mucho sentido. Eso me facilitó y me dio la oportunidad de buscar la personalidad de un tipo económicamente muy bien establecido, pero quería también que tuviera un pasado, que cuando tú lo vieras detrás de esa fachada de empresario de éxito, hubiera un detalle que demostrara que tuvo un pasado turbio, delictivo, marginal, un mala cabeza de joven”, y fue cuando decidió que iba a usar un diente de oro que mandó a hacer en La Habana para estos fines.

Manfredo es un corrupto que viola cuanta ley sea necesaria, aunque el actor que lo encarna, Jorge Perugorría, defiende a su personaje, porque “uno como actor construye seres humanos y uno debe buscar las motivaciones por las cuales un hombre como Manfredo actúa. Además, las personas no son esquemáticas no son buenas ni malas. Manfredo es un tipo terrible y a la vez es sensible en algunos detalles. Hay que buscar la complejidad del personaje para hacerlo creíble”.

“Fue una bonita experiencia venir a Panamá. Me gustó la pasión que tienen ustedes en hacer cine. Están viendo un camino a seguir. Qué bueno que el Estado está cogiendo más conciencia de apoyar y dar dinero al cine. Los cineastas tienen sus problemas, pero nosotros los cubanos somos especialistas en trabajar bajo presión y dificultades, pero siempre con muchas ganas”, manifiesta el actor, que solo había venido de paso al istmo para conexiones en el Aeropuerto Internacional de Tocumen.

“Fue interesante rodar en el país, porque hay tanto talento joven y hay que apoyarlo. No he podido venir al Festival Internacional de Cine de Panamá, aunque me han invitado varias veces, y por distintos compromisos no he podido asistir”. Agrega que hacer cine no es sencillo en ninguna parte de América Latina y que la gente amante de las imágenes en movimiento sigue en el bregar porque son creyentes en el sí se puede.

Pone el caso del cine hecho en Cuba, que define como una industria que siempre está en resistencia a las dificultades económicas. Opina que lo importante es que las películas representen la realidad nacional. Por eso, asegura que el espectador cubano es asiduo a consumir sus propias historias audiovisuales.

Kimura, sobre hermanos vinculados a las peleas de artes marciales mixtas, tiene eso, resalta, porque es un largometraje hecho por jóvenes que desean conectar con un público amplio. “Está hablando de un tema que le gusta a los muchachos: el boxeo, la lucha y las artes marciales”, dice Perugorría, que como cubano es fanático del boxeo y en Viva (Irlanda, de Paddy Breathnach, 2015) entró en la piel de un boxeador venido a menos.

RETORNO

Participar en Regreso a Ítaca (2014), del cineasta Laurent Cantet, era uno de los preámbulos para entrar como actor en el universo de las letras de Leonardo Padura, ya que también participó en uno de los episodios que integran 7 días en La Habana (2012).

Regreso a Ítaca es un fragmento de la novela de Padura, La novela de mi vida. Este título surge porque al francés Cantet le encantan las historias de Padura, con quien escribió el guion de Regreso a Ítaca.

"Aquello fue una experiencia casi teatral en términos de cine. Los actores hacíamos lo nuestro como si estuviéramos en un montaje. Fue un rodaje que ocurría en un solo escenario, sin actores, sin parar durante 20 días, en un encuentro donde todos los personajes sacan sus sentimientos para afuera", comenta Perugorría.



DETRÁS DE LA CÁMARA

Jorge Perugorría también saca tiempo para su faceta de director.

Ha firmado los filmes Habana abierta (2003), con Arturo Sotto Díaz; Afinidades (2010), en conjunto con Vladimir Cruz; Se Vende y Amor crónico (2012).

Lo siguiente en ese renglón es Fátima o el Parque de la Fraternidad (2017), basado en una obra del cubano Miguel Barnet, un cuento que ganó el concurso internacional Juan Rulfo.

"Es la historia de un travesti que nació en el interior y se muda de joven a La Habana. Se llama Manolito y pasa a llamarse Fátima", que se estrenó en el mes de febrero de 2017 en España.



NOVELA NEGRA

Desde hace tiempo, Jorge Perugorría admira la obra narrativa de su compatriota Leonardo Padura, y en especial, reverencia al teniente Mario Conde.

Siempre quiso ser ese representante de la ley que tiene problemas con el alcohol, le sienta fatal recibir órdenes de sus superiores, y que resuelve los más intrincados casos de crónica roja, aunque su vida personal es un desastre de gran calado.

Hace 15 años habló por primera vez con Padura sobre este agudo detective y cómo trasladarlo a la pantalla grande. Cuando encontraban un director, no habían productor disponible, y viceversa.

En 2016 se le cumplió el deseo cuando de la mano de la productora española Tornasol rodó cuatro películas en España basadas en las historias de Padura y que tienen a este policía como estrella: Paisaje de otoño, Máscaras, Pasado Perfecto y Vientos de La Habana, todas dirigidas por Félix Viscarret.

Desde diciembre de 2016 se pueden ver estos cuatro títulos a través del servicio de streaming multimedia Netflix. "Hacer a Conde era un reto, porque es uno de los personajes de la literatura más conocidos en Cuba. Cada uno tiene su propio Mario Conde en la cabeza".

Este clásico de la novela negra lo integran hombres y mujeres que le son cercanas a la comunidad en general, "porque son seres perdedores, y de esos es lo que más hay en la vida, porque tenemos problemas y conflictos, y por eso te identificas con ellos. Conde no es un superhéroe del cine de acción, sino una persona que le atrae la literatura, con un gran sentido de la amistad y es un personaje que representa a una generación. Muchos cubanos nos identificamos con Conde y Padura, porque ambos se han convertido en los cronistas de Cuba de los últimos 30 años. Padura es el escritor cubano más conocido y leído en el mundo", indica Perugorría, que desde mediados de 2016 es miembro de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood.

También le atrae Conde porque tiene amigos fieles y divertidos. "Padura ha hecho un retrato de nuestra realidad. Por eso él y Conde son muy queridos". Recomienda la lectura de novelas como El hombre que amaba los perros y La novela de mi vida.

Le comparto que la estética de estas producciones de Félix Viscarret me recordaban a la serie de HBO True Detective (2014-2015) y respondió que efectivamente ese programa lo vieron mientras preparaban este proyecto. "Era buscar la estética del cine negro como género, tanto lo hecho en Estados Unidos con True Detective como lo que se ha filmado en Europa. Nosotros molestábamos a Viscarret diciéndole que había inventado el noir caribeño".

Lamenta que Netflix no se vea en Cuba, aunque entre risas confiesa que los habitantes de la isla son expertos en resolver esa clase de limitaciones. "No tenemos internet, aunque los cubanos tienen otros mecanismos para ver Netflix y los estrenos de cine de Estados Unidos. Todo lo piratean a través del Paquete por semana. Es el ingenio de los cubanos y su arte de la sobrevivencia".

 

 

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