La obra Entre el honor y la espada le exigió tanta investigación al escritor nacional Juan David Morgan, que se tomó un descanso de lo histórico y se embarcó en la novela negra Los susurros, que presentará el jueves 18 de agosto en la XII Feria Internacional del Libro de Panamá.
La idea le venía dando vuelta desde hacía un tiempo “porque guarda relación con mucho de lo que ocurre en nuestros países”. Por ejemplo, a Ignacio, un empresario ejemplar que es el eje central de su novela, le preocupa que los gobiernos incidan tanto en el desarrollo económico de los países.
Al respecto, Morgan opina que “no es malo que los gobiernos influyan si se hace dentro de ciertas normas elementales que giran en torno a la libertad de empresa y el respeto por los empresarios”.
De igual manera, los empresarios “deben saber hasta dónde llegar cuando negocian con los gobiernos y también que se espera que las empresas cumplan una función social y solidaria”.
Destaca que hay normas éticas, que en Panamá, en el resto de América y en el planeta, “son violadas constantemente, al punto que se está convirtiendo en una costumbre. A Ignacio le preocupa la corrupción que asoma siempre que se negociaba con los Gobiernos. En Panamá cada vez nos asombramos menos de la corrupción que existe, no solo en el Gobierno, sino también en la empresa privada”, comenta.
“La ética empresarial está cada vez más olvidada. Hay una inmediatez y un pragmatismo, que se traduce en la ambición de ganar dinero a como dé lugar, sin importar en el cómo, que tiene al país en una espiral de corrupción muy peligrosa”, dice.
En Los susurros, Eligio Garcés, dueño del periódico amarillista El Sol, ataca a quien sea con tal de imponer su orden. ¿Ocurre lo mismo en Panamá? “No creo que ningún medio se exima de estar pintado un poco, o mucho, de amarillo. Es parte de la misma corrupción, solo que cuando se produce en los medios es más dañina y peligrosa por la influencia que tienen en la comunidad”.
Preguntada su opinión sobre los empresarios que en el istmo se convierten en dueños de medios de comunicación para intimidar a los gobernantes, indica que “el fenómeno está ocurriendo ahora mismo, pero no creo que a los gobiernos les importe mucho. Siempre los gobiernos tendrán muchos más recursos, en el sentido amplio de la palabra, que el sector privado”.
Ante semejante escenario, Ignacio decide desaparecer. ¿Le tienta la opción? “Más que desaparecer, a veces uno piensa en cambiar de ambiente. La capital se ha vuelto asfixiante y el desarrollo económico desordenado y demencial, y lo estamos pagando con un incremento generalizado del estrés. Cuando ya la tensión se hace insoportable, me escapo a Chiriquí, desaparezco para confundirme con el paisaje de mi provincia, con los susurros de sus ríos y de sus montañas”.
LOS TONOS DE LA NOVELA NEGRA
Dentro del concepto actual de lo que es la novela negra caben muchos tipos de propuestas. En ese espacio enmarca Juan David Morgan su obra Los susurros.
“Ya no se trata de novelas policíacas, como se inició el género, sino de intrigas que envuelvan un hecho criminal. En mi novela hay un investigador privado a quien el personaje principal le pide indagar diferentes acciones delictivas. Dentro de un tiempo la crítica no va a hablar de novela negra a secas sino de diferentes colores de novela oscura. Si así fuera hoy, Los susurros sería una novela gris”, expone.
“En Panamá la novela negra está en sus inicios. En el resto de Latinoamérica ya existe un buen número de novelistas que escriben, aunque alejándose de las originales surgidas en Estados Unidos y Francia, que requerían un detective y un crimen, normalmente violento. La novela negra era antes más gansteril, como las de Chandler y Hammeth”, anota.
En Latinoamérica le vienen a la mente Leonardo Padura (Cuba), Paco Ignacio Taibo (México), Ricardo Piglia (Argentina), Alonso Cueto (Perú) y Arquímedes González (Nicaragua).
Le resulta difícil establecer diferencias entre lo que se hace en Panamá y lo que se redacta en el resto de América, “porque también allá hay divergencias en cuanto al contenido de la novela negra. La de Padura, por ejemplo, es menos negra que la de Taibo, y ambas son menos negras que las que dieron origen al nombre”.
Mientras que en España se escribe “mucho más que en Latinoamérica y con mayor éxito en las ventas. Pero los grados de negritud siguen marcando una diferencia. La historia de cada uno de los países ha determinado que la novela negra de Argentina de la época de los desaparecidos bajo el régimen militar, sea diferente de la española escrita alrededor de la Guerra Civil y los abusos del franquismo. Lo mismo podría decirse de la época de Pinochet, en Chile, y así sucesivamente”.
Morgan es admirador de clásicos como Agatha Christie, Stanley Gardner y George Simenon. “Desde hace un tiempo comencé a leer la novela negra actual, pero no creo haber leído lo suficiente para poder determinar influencias”, estima.
“La novela negra, con su suspenso y sus intrigas, es quizás la más entretenida de las lecturas. Aunque hay muy buenos literatos que practican el género, en realidad el escritor de novela negra, aparte de mantener en tensión al lector, no tiene que preocuparse tanto por una literatura depurada, aunque muchos lo hacen”, plantea.
Le parece un acierto que la Feria Internacional del Libro le dé cada vez más protagonismo a la novela negra. “Lo que se pretende, a la larga, es convertir a Panamá en un punto de encuentro de escritores de novela negra contemporánea. Aspiramos en que algún día tengamos en Panamá una semana negra, como las que existen en varias ciudades españolas”.
PREGUNTAS SUELTAS
¿En qué medida ayuda ser abogado para desarrollar algunos de los personajes en esta novela?
Hay algunos abogados en Los susurros, aunque no son personajes principales. Sé cómo piensan y hablan los abogados así es que se me facilita escribir cuando ellos intervienen, aunque a veces, por lo mismo, me exijo más.
La muerte es un personaje más de la trama. La muerte del abuelo materno de Clotilde, la propia muerte de Clotilde, la supuesta de Ignacio... ¿Cuál sería la mejor forma de enfrentarnos a la muerte?
No creo que haya una mejor forma de enfrentar la muerte y eso lo vamos comprendiendo mejor a medida que envejecemos. Yo diría que lo más aconsejable es tratar de mantenernos físicamente lo más sanos posibles y espiritualmente en paz con nosotros mismos.
Los susurros es una finca en Chiriquí, donde Ignacio y sus dos hijos eran felices. ¿Es un reflejo de sus propios recuerdos de infancia en Chiriquí?
Así es. No solamente de mi infancia allá, que fue muy breve, sino de todos los veranos que pasé allá como niño, como adolescente y como adulto. Todavía cada vez que puedo me escapo de la ciudad para regresar al paisaje.
Para Ignacio, José de la Torre, no fue su padre adoptivo sino una persona con la que estaría en deuda permanente. ¿Qué personas son así de importantes para usted y por qué?
Difícil enumerarlas porque son muchas: mis padres, mis hermanos, mis esposas, mis hijos, otros familiares y algunos amigos inolvidables de quienes he aprendido mucho. Yo creo que todas las personas tienen algo que enseñarnos, aunque no se den cuenta ni ellos ni nosotros.