Con su obra Donde los escorpiones, Lorenzo Silva (Madrid, 1966) siente la urgente necesidad de llevar al campo literario el conflicto bélico afgano, en el que España, su país, se implicó hace 15 años.
“Forma parte de una serie de la que es ya el noveno título, aunque pueda leerse de forma completamente independiente, por lo que un punto de partida es la creación de sus personajes protagonistas, los investigadores de la Guardia Civil Bevilacqua y Chamorro, hace ya más de 20 años”, dice Lorenzo Silva sobre esta novela que presenta hoy 18 de agosto, a las 8:00 p.m., en el Salón Portobello del centro de convenciones Atlapa en el ámbito de la XII Feria Internacional del Libro de Panamá.
Por eso, echó mano “de dos personajes que tienen muchos lectores y podían darle más difusión a la interminable guerra afgana. Un episodio que forma parte de la realidad contemporánea, española y global, y que sin embargo muchos españoles conocen muy someramente”.
Lamenta que los medios de comunicación social españoles cubren la situación afgana de “forma sorprendentemente liviana y remota. Es verdad que durante años las autoridades españolas no dieron facilidades a los informadores, sucedió con el gobierno de José María Aznar, pero también con el de José Luis Rodríguez Zapatero, pero la obligación de un periodista es saltar esos obstáculos para dar cuenta a sus conciudadanos de realidades relevantes”.
Para Lorenzo Silva es relevante estar implicado en un conflicto, “a 6 mil kilómetros de distancia, en el que ha habido un centenar de bajas españolas y en que los soldados españoles han tenido que abrir fuego y causar bajas al enemigo talibán. La literatura, sin la servidumbre de la inmediatez, sirve a veces para cubrir esos vacíos”.
Sobre estar en la Feria del Libro de Panamá, manifiesta que en primer lugar, "y no es poco, la oportunidad de conocer el país, un territorio del español, y por tanto propio para un escritor que como yo escribe en la lengua de Cervantes. En cierto modo, me sirve para saldar una cuenta pendiente, porque me consta desde hace años que tengo lectores panameños con los que la Feria me da, además, la ocasión de encontrarme".
SITUACIÓN
Lorenzo Silva evalúa los aspectos en los que está mejor Afganistán desde el fin del régimen talibán en 2001: “hay lugares donde las mujeres tienen alguna posibilidad de desarrollo personal, se ha reconstruido una parte de sus infraestructuras, hay afganos a los que se les ofrece una mínima oportunidad de tener una vida más allá de su círculo tribal”.
Aunque la situación de inseguridad “sigue siendo muy grave, y el dominio talibán de buena parte del territorio, innegable. En Kabul, teórica zona segura, el consulado español estuvo hace seis meses sitiado durante horas por asaltantes que acabaron con la vida de dos de los policías que lo protegían”.
Silva recuerda que Afganistán lleva “medio siglo de guerra civil, con tres intervenciones extranjeras sucesivas (la desaparecida URSS, los muyahidines financiados por Estados Unidos y luego la coalición internacional liderada por Estados Unidos) que no han hecho sino agravar las fracturas tribales, religiosas y étnicas que forman parte de su ardua idiosincrasia”.
La violencia es el estado natural “al que muchos afganos quisieran escapar para poder dedicarse sin más a cultivar sus tierras o llevar sus negocios, pero que pesa como plomo en las alas del país, y que en efecto, compromete seriamente su desarrollo económico y social”.
Afganistán tiene el reto de sortear los ataques de los talibanes o del Estado Islámico y parte de la solución “pasaría por reconocer las diferencias culturales y tratar de establecer con lealtad; esto es, observándolo siempre, y no solo cuando conviene, un mínimo de derechos y valores universales que cada comunidad debe asumir per se, sin más recurso a la fuerza exterior que el imprescindible, siempre de la mano de los musulmanes moderados e ilustrados, que existen”.
Cuando se promueve la mejora de un país “con blindados y soldados armados hasta los dientes que de vez en cuando abren fuego, los naturales del lugar tienden a rechazarla”.
La mujer sigue estando bastante ausente de la vida pública de Afganistán. “Es una postergación ancestral, parte de una cultura tribal en la que la mujer es simplemente una posesión, primero del padre y luego del marido, con la que además se comercia y que ha de rendir una utilidad a su propietario. Se requiere un largo y paciente esfuerzo de reeducación para cambiar ese esquema mental. En las zonas rurales el padre vende a la hija en cuanto puede porque es una fuente de ganancia, y si espera demasiado puede que ya no logre venderla y haya de cargar con ella como una boca inútil. Y las compran hombres mucho mayores porque las mujeres son caras y solo hombres de una cierta edad han ahorrado lo suficiente”, dice Silva.
"Creo que Europa en general, y los españoles aceptamos ser europeos y cargar con las ventajas pero también las cargas de esa condición, está siendo cicatera en la solidaridad y algo desmemoriada con las responsabilidades históricas que se derivan de su acción colonial y su intervencionismo en cuestiones tales como el deslinde fronterizo de Oriente Medio, que ha resultado ser tan catastrófico como prueban los hechos desde hace ya un siglo. Una responsabilidad, por cierto, que también alcanza a los Estados Unidos, aunque tener océanos de por medio les exima de recibir el aluvión de fugitivos", opina.