Miguel de Cervantes Saavedra: cuatro centurias de vigencia

Miguel de Cervantes Saavedra: cuatro centurias de vigencia
Miguel de Cervantes Saavedra: cuatro centurias de vigencia


A 400 años de la muerte del escritor Miguel de Cervantes Saavedra, quien falleció el 22 de abril de 1616 y fue enterrado un día después, el planeta lector sigue honrando al autor más universal de la lengua española.

Si hay que encontrar una razón para una admiración que no decae, el novelista y académico Justo Arroyo plantea que se debe “a los temas eternos tratados por Cervantes y que le dan su actualidad.

El materialismo y el idealismo siguen siendo fuerzas que dominan en el mundo y en cada persona, Sancho y Don Quijote son la representación más cabal de ello”.

Para Gloria Guardia, novelista y académica, la razón del amor por el literato español es  porque en cada una sus obras “ofrece una pluralidad de lecturas e interpretaciones; porque al leerlo nos permite soñar más allá de lo aparente;  porque en él encontramos un tratamiento contemporáneo del humor y la sátira”.

Guardia agrega que otro motivo es porque en sus creaciones “–sean novelas, poemas, comedia o entremeses, hay una multiplicidad de voces y miradas que ríen, lloran, se contradicen y, en esa medida, son nuestros contemporáneos”.

Cuatro centurias más tarde se admira a Cervantes, indica la académica y docente Berna Burrell, porque su libro cumbre, Don Quijote de la Mancha, ”pertenece a todo ser humano culto o no. Epítome de la creación literaria universal perfecta, de las que todo el mundo sabe, y tan integrada a la humanidad, que es la humanidad misma”.

Más allá de haber leído o no aquella joya narrativa de todos los tiempos, plantea Burrell, “aquel ‘caballero de la triste figura’ es y está; aún y para siempre vive en lo humano. Si nos conmueve su indefensión, igualmente nos emociona su lucha frontal, intrínseca a su ser, contra lo que es indebido, porque entendemos que así debíamos ser, partícipes y unidos: un frente contra la injusticia”.

El Quijote, con razón, ha opacado el resto de la obra de Cervantes, pero sus Novelas Ejemplares y sus obras de teatro son también piezas exquisitas que también deben ser leídas”, opina Juan David Morgan, abogado y académico.

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“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo...”.



CERVANTES, UN SOLDADO ESCRITOR

Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) tuvo una vida tan aventurera como su famoso hidalgo don Quijote.

El maestro de las letras no solo fue capaz de crear obras de indiscutible valor y ser el padre de la novela moderna, sino que además participó en batallas navales, se batió en duelo, fue comisario de abastos, fue espía por su rey, fue secuestrado por piratas y prisionero en Argel.

Cervantes fue un hombre que vivió la vida a plenitud. Aunque fue fundamentalmente un soldado, todas sus experiencias militares le sirvieron para que sus obras abarcaran diversas situaciones y lugares, algo difícil de alcanzar por el común de los mortales de finales del siglo XVI y principios del XVII”, indica el académico y novelista Juan David Morgan.

Morgan, autor de novelas como El Caballo de Oro y El Silencio de Gaudí, añade que Cervantes “estuvo preso por varios años en más de una ocasión, circunstancia que le dio mucho tiempo para meditar. Su obra es universal porque fue un hombre universal que supo apreciar y trasladar al papel lo grande y lo pequeño de los seres humanos, su cotidianidad”.

Su presencia está en todos los costados del planeta de acuerdo con la académica Berna Burrell y cita la descripción que hace del Quijote el propio Cervantes: “Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los 50 años. Era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro”.

Es decir, reitera Burrell, se trataba de un ser humano “tan común, que es mortal, pero tan imperecedero, que también es un dios; el más humano creado por el hombre; por él, lo somos todos, especialmente cuando nos atrevemos a ser justos, empáticos, atrevidos y en ocasiones muy especiales, tan completamente locos, que, con la ridícula arma de nuestra buena voluntad, emprendemos el sobrehumano objetivo y alienado derecho de componer el mundo”.

El motivo que no tengan fecha de caducidad los textos de Cervantes, para el cuentista Justo Arroyo, guarda relación “con el concepto de lo clásico, con su noción de perfecto”.

Por eso, añade Arroyo, se sigue leyendo a otros grandes como Platón, Aristófanes, Esquilo y Homero, y esa fuerza innovadora es la razón por la cual todavía se escuchan las composiciones de Bach, Beethoven y Mozart.

“Lo clásico toca lo trascendente de la vida, los temas y emociones que hemos compartido y seguiremos compartiendo mientras tengamos conciencia. Todos los grandes autores tienen esa capacidad de fibras sensibles siempre expuestas, de interés permanente, ya traten del amor o de la muerte, de los celos o la envidia, la juventud o la vejez”, resalta Justo Arroyo, autor de novelas como Réquiem por un duende y Vida que olvida.

En este presente, resalta Arroyo, “en que vemos el cierre de las librerías, la escasa afluencia del público a las bibliotecas, la irrupción de la tecnología y las redes sociales, con la puesta en marcha de una estultificación de la sociedad, además de la amenaza de la obsolescencia del libro, los diarios y las revistas impresas, todo lo cual nos lleva a una especie de analfabetismo ilustrado, uno no puede menos que pensar en la turbulencia que vivió este hombre que fue a la vez soldado y escritor, que perdió el uso de un brazo, que fue cautivo, que conoció la miseria y la cárcel, que fue humillado por sus contemporáneos, pero que de todos modos mantuvo el humor y la fortaleza mental y la lucidez para escribir una obra maestra como El Quijote”.

La obra de Cervantes está viva, en opinión de la escritora y académica Gloria Guardia, porque está escrita “en un lenguaje armonioso, y atento al pluralismo de los modos, saberes y sensibilidades de los pueblos y los tiempos; porque a través de sus personajes expresa el alma de la colectividad, condensando la angustia de ser en el tiempo, como diría Unamuno”.

Gloria Guardia, autora de novelas como El corazón de la noche y El jardín de las cenizas, iguala lo construido por la imaginación de Cervantes con los lienzos de Velázquez, pues su obra “permite diferentes niveles de lectura e interpretación que van de lo lírico a lo épico, de lo idealista a lo costumbrista y picaresco, de lo trágico a lo cómico, de lo bajo y miserable a lo sublime y digno”.

El amor de Miguel de Cervantes Saavedra y del Quijote por los libros queda plasmado en este pensamiento: “El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”.



SU LIBRO FAVORITO

Si le preguntan a Justo Arroyo cuál es su libro predilecto de Cervantes, no dudará en responder de inmediato que El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, por ser “el paradigma de lo genial, una novela a la cual todas las demás pueden aspirar, pero nunca superar, por más respeto que le tengo a Gabriel García Márquez, León Tolstói y Fiódor Dostoyevski”.

Justo Arroyo considera que Don Quijote de la Mancha es “una delicia, una narrativa que perdurará mientras leer sea un placer en sí. Yo leí El Quijote cuando tenía 15 años, cuando no sabía de críticos ni de tendencias, gracias a un profesor que me puso el libro en las manos, me dijo: ‘lee’ y se fue”.

Lo que recuerda Justo Arroyo de esa primera lectura es “la imagen de un adolescente desternillándose ante las situaciones en que se metían estos personajes, lo que pensaban el uno del otro, porque si Don Quijote podía ser duro con Sancho, Sancho le pagaba con la misma moneda. Mientras menos se interpongan los críticos entre el libro y el lector habrá Cervantes para mil años más”.

Lo mismo opina la académica Berna Burrell, quien si bien resalta “sus otros escritos, clásicos también en todo sentido, como Rinconete y Cortadillo, La ilustre fregona, El licenciado vidriera y La gitanilla. No obstante, al existir El Quijote, es imposible imaginar casi nada que rivalice con su insondable inmensidad”.

El 29 de septiembre de 1547 nacía Miguel de Cervantes Saavedra, autor de ‘Don Quijote de la Mancha’.





Aunque Juan David Morgan adora El Quijote, también se declara admirador de “sus Novelas Ejemplares y dentro de estas mi preferida es el ‘Licenciado Vidriera’, cuyo argumento guarda alguna similitud con El Quijote, sobre todo en el buen humor, la locura y la cordura”.

Además de El Quijote, las piezas favoritas de Gloria Guardia son sus 12 Novelas Ejemplares, y entre esas creaciones se inclina por ‘Rinconete y Cortadillo’ y ‘El licenciado vidriera’. “En Rinconete surgen muchos elementos propios de la novela picaresca, un género literario que prefiero. En la novela, los protagonistas son dos golfillos que los rapta una especie de sindicato del crimen sevillano y esto da pie a narraciones propias de las mafias mexicanas o colombianas de hoy, ayer y anteayer, en la que aparecen capos, burócratas corruptos, ladrones, chulos, prostitutas y matones”, detalla Guardia.

El personaje de El licenciado vidriera, anota Guardia, “tras graduarse de Salamanca con honores, viaja por diversas ciudades de Italia y en el curso de estos recorridos pierde la razón a causa de un brebaje que le hace creer que tiene el cuerpo de vidrio y, como tal, transparente y frágil. Lo excepcional de esta novela es que ahí Cervantes hace alarde de su ingenio concibiendo una serie de proverbios, muy a la manera del Quijote”.

Cervantes, preso en Argel, escribió que “la libertad no debe ser vendida por ningún dinero” y que “cada uno es artífice de su propia ventura”.





EN LO COTIDIANO

Un elemento que hace cercano a Cervantes es el uso en su obra del más puro sentido del humor.

Para Justo Arroyo, Cervantes fue un humorista, y El Quijote “es uno de los libros más asombrosos en ese sentido. La trascendencia del libro se debe en gran medida a esa facultad de Cervantes para ver el lado ridículo de la vida, y aflorar las situaciones que le quitan gravedad a las experiencias de modo de negarles su filo”.

Esa es, indica Arroyo, la gran lección que imparte Cervantes, “su capacidad de adentrarse en la psique humana, con una lucidez implacable que no se detuvo ni sobre él mismo, como lo evidencia su despiadado autorretrato”.

En cuanto a situaciones con reminiscencias quijotescas, no importa de qué época se hable, anota Juan David Morgan, estas aparecen perfectamente retratadas en la relación del Quijote y Sancho Panza.

En esa simbiosis, dice Morgan, “se desmenuza la relación entre el idealismo y la practicidad, que dio origen a palabras como quijotismo y sanchopancesco. El Quijote también es un estudio muy precoz de la locura y la cordura, al mismo tiempo que un análisis de las relaciones familiares. Todo ello sin olvidar que Cervantes era un humorista nato que parecía encontrar solaz a sus infortunios a través de la pluma”.

De acuerdo con el parecer de Berna Burrell, momentos quijotescos salen a flote “cuando se develan los sueños por un mundo mejor y nos tachan de ingenuos o locos; al mantener una cruzada personal por una causa justa, sin egoísmos y nos dicen tontos. Si luchamos contra enormes enemigos con aspas de maldad al viento, y de un modo u otro salimos maltrechos, pero no nos importa, lo volveríamos a hacer porque estamos locos; acaso el ser loco es contra natura: pensar en los demás antes que en nosotros”.

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