La Biblioteca Nacional de Colombia fue fundada el 9 de enero de 1777, lo que la convierte en una de las primeras instituciones culturales públicas de su tipo en América Latina.
Su misión es preservar el pasado del país vecino y lo hace tanto con métodos tradicionales como a través de mecanismos modernos.
Esto queda patente cuando en su vestíbulo presenta la intervención “Ahora o nunca. Las ideas son para divulgar”, integrada por tres enormes murales de corte urbano (cada uno de 12 metros de alto por 9 de ancho), fotografías y fanzines que giran en torno al legado del periodista, impresor, librero, traductor, lector y político Antonio Nariño (1765-1823), con motivo de cumplirse en 2015 los 250 años de su nacimiento.
Mientras que en su planta superior se exhibe una muestra de ediciones antiguas de obras de Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616), en el marco de los 400 años de su fallecimiento y aprovechando la Feria Internacional del Libro de Bogotá (Filbo), que termina este 2 de mayo.
En tanto, en su sala principal hay una serie de joyas relacionadas con el premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, entre ellas dos ejemplares de la primera edición de su novela Cien años de soledad, publicada en 1967 por la Editorial Sudamericana de Buenos Aires, una de las cuales fue robada del pabellón de Macondo en la versión 28 de la Feria Internacional del Libro de Bogotá y que después fue recuperada por la policía.
En 1793, Antonio Nariño, a los 28 años, traduce al español la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, proclamada por la Asamblea del pueblo francés el 4 de agosto de 1789.
La Biblioteca Nacional de Colombia utiliza el talento de los artistas urbanos Toxicómano, Erre y Lesivo, para que imaginaran cómo sería Antonio Nariño si fuera un joven bogotano hoy, quienes hicieron sus propuestas a partir de una invitación que recibieron del Ministerio de Cultura y la Biblioteca.
Así dialoga el arte contemporáneo con una figura clásica de la independencia colombiana, para acercar a los jóvenes con el ayer de este personaje multifacético, explica el historiador Camilo Páez, coordinador de exhibición de las colecciones de esta institución.
Además, hay una sección de 17 fotografías sobre situaciones cotidianas, en las que se demuestran que no siempre se logra cumplir a cabalidad los 17 derechos fundamentales del ser humano.
El visitante también puede apreciar “Un viaje por el mundo de Cervantes”, una muestra bibliográfica de textos de Miguel de Cervantes Saavedra.
“Siempre hemos tenido una actitud hispanista y nos posesiona como una biblioteca cervantina”, dice Camilo Páez.
Ofrecen dos colecciones: una donada por el filólogo Rufino José Cuervo y otra de Marco Fidel Suárez, presidente 1918 y 1921. Las que consisten en “raros y valiosos ejemplares del Quijote, los mapas de los viajes del ingenioso hidalgo de la Mancha y otras obras relacionadas con Cervantes”, añade.
Ofrecen una edición de 1613 de las Novelas Ejemplares, y una de El Quijote de 1780, entre otras.
Estas tres iniciativas estarán hasta junio en la Biblioteca Nacional de Colombia, que alberga 3 millones de libros, y que está abierta de lunes a viernes de 9:00 a.m. a 5:00 p.m., y los sábados hasta las 4:00 p.m.
REALISMO MÁGICO
Aunque Gabriel García Márquez decidió darle su archivo documental a la Universidad de Texas (Austin, Estados Unidos), su familia sí optó por darle algunas maravillas a la Biblioteca Nacional de Colombia.
Por ejemplo, está la máquina donde escribió Cien años de soledad y primeras ediciones de La Hojarasca y Cien años de soledad, así como 400 obras suyas traducidas, y la medalla y el pergamino que recibió cuando ganó el Nobel de Literatura.
Uno de los Cien años de soledad fue donado por el escritor y periodista Daniel Samper Pizano (entre otros 40 libros de Gabo que le regaló a la Biblioteca Nacional de Colombia), y el otro por el librero Álvaro Castillo, quien en el 2015 perdió su ejemplar porque se lo robaron en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, aunque a los pocas horas la policía nacional encontró la obra, pieza que que entregada a su dueño y luego él se lo pasó el 14 de mayo de ese año a la Biblioteca.
"Fue un misterio cómo fue robado el libro, y fue un misterio cómo fue recuperado", señala Camilo Paez.
Ambos están dedicados por el puño y letra de Gabriel García Márquez. El de Samper Pizano dice: "Y para Daniel, no jodás, dame éste que yo lo escribí, 1983)". Mientras que el otro dice lo siguiente: "Para Álvaro Castillo, el librovejero, como siempre, y donde siempre, de un amigo, 2007".
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