Edgar Soberón Torchía dirigió y escribió el documental Panamá Radio para recordarles a los espectadores que “Panamá no es solo tierra de boxeadores, sino también de grandes músicos, y que siempre han existido personas muy emprendedoras, capaces de crear modelos empresariales como el de la tienda Panamá Radio, S.A., que se olvidó y que debe ser reconocido”.
Se le ocurrió tomar la cámara cuando se reencontró con las protagonistas de su producción: Dora de Ángeles, Lydia García y Lydia Martínez, que le vendían discos en su juventud.
“Nos hicimos amigos y al ver sus álbumes de fotos me percaté de que Panamá Radio fue una tienda súper especial cuando vi la cantidad de estrellas de la música que pasó por allí. Desafortunadamente, Lydia Martínez murió poco después de iniciado el rodaje”, anota sobre este filme, que se presenta en la octava edición del Festival Internacional de Cine de Panamá (IFF Panamá) el 5 de abril, a las 7:00 p.m., en el Teatro Balboa, y el 9 de abril, a las 6:00 p.m., en la Sala 1 de Cinépolis, Multiplaza.
El IFF Panamá es un vehículo para divulgar “parte de la memoria histórica. Es una ventana que permite llegar a muchos sectores y hablarles de aspectos y rasgos valiosos de nuestra cultura que debemos atesorar y preservar”, indica quien llegó al séptimo arte en "un momento en que sentí que a través del teatro nunca llegaría a la cantidad de personas que permite el cine, y comencé a interesarme en el guion. Lo que no sabía es que son dos experiencias totalmente distintas. Una no invalida a la otra. Incluso creo que he tenido sensaciones más intensas en el teatro que en el cine".
Energía
Edgar Soberón Torchía comenzó a frecuentar Panamá Radio en 1966, cuando el trío The Supremes sacó su LP The Supremes Sing Holland-Dozier-Holland.
Tenía 15 años. “Nunca olvidaré la portada, estaba en el centro la integrante más bella del trío, Mary Wilson. Me volví fanático del rock afronorteamericano de la firma Motown. Y de la música de cine. Primero, Henry Mancini, y luego descubrí a Bernard Herrmann y Nino Rota, mis tres compositores de cine favoritos. Después conocí más buena música: Caetano Veloso, Letta Mbulu, Yma Sumac y Pérez Prado”.
Para Edgar Soberón Torchía, esta discotienda “era un centro de energía, música, cordialidad, buena atención, con vendedoras que te ilustraban sobre los productos que te ofrecían. No sabía todo lo que hacían, vender, distribuir, promocionar y asesorar a otras tiendas. Yo solo percibía la buena energía que se derivaba de todo eso”.
Este establecimiento abrió sus puertas en la década de 1950, en San Felipe. Luego se mudó a la plaza 5 de Mayo, que era el centro de la Ciudad de Panamá por entonces, hasta los años de 1980, cuando la vendieron.
Mujeres trabajadoras
Otro de los ejes de su documental era hablar de la mujer en el mundo laboral en la posguerra. “Quería saber si aquí había ocurrido algo que fuera equiparable a la situación de los países que mandaron a sus hombres al frente, y las mujeres asumieron sus cargos”. En Panamá no fue así, aunque “sí fueron pioneras en la economía de servicios. En eso me ayudó Briseida Allard, que revela a cámara datos interesantes. El documental fue adquiriendo más cuerpo a medida que descubríamos aspectos que no se habían previsto. El director de fotografía José Alonso me hacía reír, porque cada vez que yo salía con algo nuevo, me decía: ‘¡Ya va!”.
El rodaje duró más de un año. “Como no ganamos ningún fondo de producción, lo hicimos con nuestros medios durante fines de semana, en el Casco Viejo y la Peatonal. El rodaje fue todo en la ciudad, donde los entrevistados pudieran recibirnos. Porque Dora, Lydia y yo fuimos vecinos en el Casco Viejo, pero nunca nos vimos”.
Modernidad
No entiende la industria musical de hoy. “No sé, por ejemplo, cómo se mide hoy la recepción de una nueva producción musical, porque en mi juventud consistía en venta directa de un disquito de 7 pulgadas, el llamado single, y en las peticiones a través de la radio. Existía una conexión entre el locutor y el público, que llamaba y le pedía al locutor que pusiera un tema y lo volvía un éxito. Creo que resiento la ausencia de músicos reales, de instrumentos reales y de la creación colectiva. Pero, a la vez, no quiero ser nostálgico ni decir que aquello era mejor. Simplemente es foráneo para mí, y como ya casi no compro música, tampoco trato de enterarme”.
Edgar Soberón Torchía tiene una colección de tantos discos “que a veces me provoca botarlos. Son muchos y quisiera librarme de posesiones, vivir con lo básico. No busco música nueva, lo confieso. Yo trabajo y ‘parqueo’ con gente joven que me mantiene al tanto de lo último, me pone su música, pero no voy tras ella”.
¿Qué te parece que después de estar en desuso regrese en los últimos años con vigor el disco de acetato? "Sabiduría. O quizá esnobismo. O romanticismo".