Hay tres opciones cuando se discuten los vínculos entre el periodismo y la literatura. Unos aseguran que son hermanas gemelas, otros piensan que son dos intensos caminos que corren en paralelo y los hay quienes proclaman que son distintas.
Sobre estas posibilidades discutieron, el jueves pasado, en Managua, Manlio Argueta (El Salvador), Laura Restrepo (Colombia) y Louis-Philippe Dalembert (Francia) con la periodista Sofía Montenegro (Nicaragua) en la mesa redonda “Formas de la memoria: periodismo y literatura”, en el marco de la cuarta versión del festival literario Centroamérica Cuenta.
Laura Restrepo cree que la verdad es tan dada a la huida que se le escapa tanto al reportero como al novelista, aunque ambos, por momentos, la encuentran. Respira aliviada porque hay estigmas que han acabado o les hace falta poco tiempo para que desaparezcan.
Se ha derrumbado el prejuicio, dice, que reservaba el prestigio a la literatura y que el periodismo era como el chico feo de la familia de las letras, ya que se creía que la ficción era la más difícil de realizar y que una crónica era un ejercicio más elemental.
Laura Restrepo fue muy feliz cuando la bielorrusa Svetlana Alexiévich, de 68 años, obtuvo el Premio Nobel de Literatura 2015, ya que su distinción demostró que el periodismo es un género literario.
EJEMPLOS Y RIESGOS DE UN OFICIO
Asangre fría, de Truman Capote y Relato de un náufrago, de Gabriel García Márquez, son dos buenos ejemplos cuando se funden a la perfección el periodismo con la literatura a partir de un hecho verídico y dan como resultado piezas inmortales de la no ficción, en opinión de Manlio Argueta.
Otras muestras geniales son las novelas de Mario Vargas Llosa como El sueño del Celta y El paraíso en la otra esquina, aunque en ambos casos prima la ficción por encima de la realidad en la que se basan, indica el narrador y periodista salvadoreño.
Por su parte, Louis-Philippe Dalembert (Haití\Francia), prosista y poeta, señala que el periodista tiene desventajas como escribir en espacios reducidos y que no pueda emitir opinión, salvo que lo haga desde la crítica o el artículo, aunque este oficio le permite ejercitar la veracidad y la investigación, virtudes que luego puede usar en la novela o el cuento.
Mientras que el escritor puede redactar cientos de páginas en una novela y hasta puede tomar partido cuando quiera, agrega.
LA MOTO
Laura Restrepo confiesa que cada vez más le cuesta saber cuál es el género que predomina en sus libros. Pone por caso su más reciente obra, Pecado, que funde la novela con la poesía, el ensayo y el periodismo.
La ganadora del Premio Alfaguara de Novela 2004 por Delirio, lamenta que en ocasiones los intereses políticos o económicos de los dueños de los medios de comunicación social afecten sus propios desempeños.
Le preocupa que la noticia se ha vuelto cada vez más trivial y que los temas que no son populares les cueste encontrar sus espacios.
Compartió que el periodismo sigue siendo un trabajo peligroso, pues más de un reportero es asesinado por contar historias que incomodan a los que traicionan a la ley y a la justicia.
Recuerda una crónica que escribió para Semana sobre los jóvenes sicarios de Medellín y sus familias. Su entrega, titulada La cultura de la muerte, fue tan polémica que la revista colombiana hizo una segunda entrega (sin firma y no de la autoría de Laura Restrepo) y esa continuación despertó tanto el enojo de Pablo Escobar que el narcotráfico la mandó a matar.
Cuando ella le explicó a los contactos que tenía de Escobar el malentendido, se le compartió un mensaje de Escobar: “No tengo problema con el primer artículo, pero la moto ya se fue y no tiene radioteléfono”, es decir, que ya la orden estaba dada e iban a tardar semanas en que los sicarios recibieran el cambio de planes, lo que obligó a Restrepo a vivir fuera de su país por tres meses.
En otra ocasión escribió un guión para un programa de televisión sobre los clanes mafiosos de Colombia, pero cuando a la productora del proyecto la amenazaron de poner una bomba en su casa, se canceló la idea, Restrepo perdió tiempo y trabajo. Fue cuando preguntó a los abogados de los malhechores si podía usarlo para una novela, le dijeron que sí, porque la gente no lee.
Se fue alejando del periodismo porque “hacía todo lo que no se podía hacer”, o sea, tomar partido por una causa justa, en especial durante la década de 1980 cuando cubría el entonces fallido proceso de paz del Gobierno con las guerrillas colombianas.
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