El actor se desdobla para ser otro. Esto ocurre desde tiempos inmemoriales en el teatro y el cine le pide lo mismo a los intérpretes. ¿Qué ocurre cuando el personaje tiene alguna semejanza con quien lo encarna?
El argentino Ricardo Darín ha navegado por esos mares insondables. Ha participado en más de 80 producciones iberoamericanas (entre cine y televisión, sin mencionar las tablas) y ha formado parte de más de un clásico del séptimo arte hablado en español: Truman (2015), Relatos salvajes (2014), El secreto de tus ojos (2009), Kamchatka (2002), El hijo de la novia (2001) ...
Su personaje Marcos, en la comedia dramática El amor menos pensado (2018), que fue la película inaugural del octavo Festival Internacional de Cine de Panamá, tiene más o menos su edad, residen en la misma ciudad, también pertenecen a la clase media, tienen hijos, tienen un matrimonio de más de 25 años y pasa por una etapa sombría de su matrimonio (Darín está felizmente casado con Florencia Baz desde hace tres décadas, aunque en el pasado la relación pasó por una breve pausa que después terminó siendo solo una piedra en la autopista de la felicidad).
Lo que ocurre, de acuerdo a la mirada de Ricardo Darín, es que todo actor que se enfrenta a un nuevo rol, “que está cercano a sí mismo, pasa a ser el conflicto más profundo al que se pueda enfrentar uno”.
Porque la caja de herramientas con los que cuenta cada actor -su vida, su cuerpo y sus vivencias- funciona de forma más fluida cuando el personaje “está alejado de ti, porque hay un camino por recorrer junto con él y entonces la investigación es muy nutritiva, rica. Así descubres, él se descubre, cambia la manera de pensar, caminar, sentir y mirar del actor”.
Cuando el personaje está cercano por razones sociales, geográficas, políticas o sentimentales, “es más complicado, porque, por ejemplo, yo me esfuerzo en no actuar como actuaría yo como individuo frente a situaciones determinadas y ser muy fiel a lo que le ocurre al personaje. A veces sí lo consigo y en otras no”.
Variaciones
Ricardo Darín confiesa que un sector le acusa, “los detractores, los que no me quieren, de que hago siempre de mí mismo. Una vez le contesté a un chico sobre eso: ‘es difícil hacer de uno mismo’. No es fácil buscar variaciones de uno mismo cuando te pareces al personaje. Por allí anda el meollo del conflicto. Tenemos una estructura, un rostro. ¿Hasta qué punto uno puede echar mano de todo esto para buscar esas variaciones sutiles y efectivas y tratar de encontrar una pieza nueva?
En una época, recuerda, le pasó algo divertido. En una ocasión le tocó, como parte de esos caprichos que trae la actuación y la existencia como tal, “hacer cuatro abogados encolumnados para el cine. Aunque eran cuatro abogados distintos. Uno era una lacra humana, el otro un hombre bien, el otro tenía unos conflictos internos...”.
“Aún en un mismo oficio encontré variaciones entre ellos y la riqueza es poder encontrar esas pequeñas variaciones”, relata el actor, que nació el 16 de enero de 1957 en Buenos Aires.
Todo ser en el que entras en su piel, en su carne, en su sangre, se aprende algo. “Siempre uno se lleva algo de los personajes. Soy de la idea de que cuando uno atraviesa en la vida de cualquier tipo sé queda uno con algo. Si hay aprendizaje para el actor, quiere decir que la experiencia fue nutritiva”.
Otros piensan que el oficiante debe dejar algo al personaje cuando el rodaje termina. “Yo prefiero aprender todo el tiempo. A lo mejor porque soy un adolescente tardío, retardío (y ríe con ganas). Pero yo siempre estoy contento cuando aprendo algo nuevo”.
De El amor menos pensado aprendió mucho, en especial, del otro lado. “Como me tocaba chequear cada toma, la propia y la ajena, uno va transitando una cosa que es accesoria y que te acompaña, que nutre tu trabajo cuando estás en la escena”.
Límites
El conflicto es más intenso y complejo porque se declara obsesivo de su oficio. “Me cuesta mucho poner los límites. Para un director, una película le toma un año y medio o dos años de un foco absoluto. Eso me ha pasado un poco con El amor menos pensando”.
Es que por primera vez en su carrera Ricardo Darín es actor y productor a la par, ya que cofundó la empresa Kenya Films, (como el nombre de su perra), la que se unió a Patagonik para hacer posible El amor menos pensado, que se estrenará en salas comerciales de Panamá en los siguientes días.
Estar en la producción para tomar decisiones, “codo a codo, gracias a la generosidad del director y guionista Juan Vera, una maravilla de persona”, y ponerse frente a la cámara, lo obligó a estar más de 365 días enfocado en el rodaje, y de forma paralela, estudiando su personaje.
Un poco viejo
En esa subdivisión mental, ¿cómo evalúa el productor Ricardo Darín al actor Ricardo Darín? “Lo ve un poco viejo (y la carcajada reaparece), pero lo veo cada vez más interesado en las cosas que tienen contenido. Tuve una época de mi vida, por supuesto, que le comenté a una crítica y periodista como tú: ‘vamos a partir de una base. Toda propuesta de trabajo debe ser bienvenida, porque la actuación es un mundo donde no abunda el trabajo”.
Una vez hecha esta declaración, continúa. “Yo me siento y soy un privilegiado, porque permanentemente tengo una avalancha de retroalimentación y de invitaciones a los trabajos. Soy privilegiado porque tengo la oportunidad de decidir: ‘esta historia me mueve más que esta otra”.
Es consciente que esto no le ocurre a todos los actores en el mundo entero. “Los actores están bregando, permanentemente, por tener una estabilidad económica para poder alimentar a su familia, para no tener que hacer otros trabajos para poder cumplir con sus obligaciones. A mí, hace muchos años, esto no me ocurre. Es un poco capcioso de mi parte ponerme a decir o seleccionar un papel sobre otro. Tampoco me puedo hacer el distraído y debo reconocer el privilegio y la suerte que yo tengo de tener una frecuencia de trabajo que me permite distinguir una cosa de la otra”.
Más trabajo
Está convencido de que ha entrado en una etapa, contrariamente a lo que suponía hace años, “en la que yo quería trabajar menos a esta altura de mi vida, pero me veo que estoy trabajando cada vez más, porque ahora con la productora Kenya, que tengo con mi hijo y socio (el Chino Darín, también actor y nacido el 14 de enero de 1989). Estoy entre las cosas que se le ocurren a él, las que se le ocurren a un tercer socio que tenemos (Federico Posternac), las propuestas que nos llegan, vamos a mucha velocidad”.
La esposa de Ricardo Darín le ha hecho preguntas sanas. “Me ha dicho: ‘¿tú estás seguro de lo que estás haciendo?’. ‘¿No es que íbamos a trabajar menos?’.
‘¿No es que íbamos a descansar un poco?’. A lo mejor, por delante me quedan como cinco añitos de esta frecuencia y después veré si puedo descansar”.
El Chino
A la luz de esto, ¿cómo observa Ricardo Darín padre a Chino Darín hijo, actor y socio? Los ojos se le vuelven dos soles. “Es un chico fantástico. Es un tipo, mirá, todos los padres nos sentimos, los que tenemos suerte, nos sentimos mínimamente orgullosos de nuestros hijos por razones sanguíneas y emocionales, pero el caso de Chino, el de haber elegido el mismo oficio del padre, habiéndolo hecho con reglas tan particularmente personales en el caso suyo. Ante los retos que tomó me siento doblemente orgulloso”.
“Chino no me debe nada a mí. Además, el tipo es muy inteligente. Tiene una gran claridad. Muchas veces aprendo más yo de él que él de mí. Me pone luz sobre cosas a las que yo, por edad o por generación, tiendo a pensar de una manera diferente. Y me dice: ‘no pienses como vos, pensemos por la gente que viene, por los más jóvenes. ¿Qué te gustaría que recojan de tal mensaje”.
Chino Darín (sígale la pista en largometrajes como Durante la tormenta, El Ángel, La noche de los 12 años) lo tiene en cuestionamiento activo.
“Me desafía a cada rato. Eso me hace muy bien y él lo hace muy bien. Sé que lo hace con las mejores intenciones. Discutimos muchísimo. Es un discutidor profesional, creo que eso lo heredó de su madre (las risas resurgen a borbotones) y me tiene permanentemente entre las cuerdas, como se diría en boxeo. No me deja pasar una. Eso está bueno”, comenta quien ha ganado más de 30 premios internacionales, entre otros, el Gaudí, el Goya y el José María Forqué.
hino Darín tiene una visión del universo “muy audaz como socio y confío mucho en su opinión. Me siento bien a su lado”.