Rubén Darío y Cervantes, cuando dos genios de las letras se juntan



Rubén Darío (1867-1916) tenía 10 años cuando descubrió una biblioteca en la casa de su tía, en la ciudad nicaragüense de León, y su vida cambió por completo desde entonces.

Entre los libros que encontró había una edición de la Biblia, otro de Las Mil y Una Noches y Don Quijote de la Mancha, del español Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616), así como libros de autores franceses.

Compartiendo este hecho histórico comenzó el escritor Sergio Ramírez (Nicaragua, 1942) a tomar las riendas de la mesa redonda titulada “Vida y naturaleza. Diálogos entre Cervantes y Darío”, en la que compartió opiniones con sus colegas Gonzalo Celorio (México, 1948), Javier Cercas (España, 1962) y Santiago Roncagliolo (Perú\España, 1975), el pasado lunes 23 de mayo, en el teatro Bernard-Marie Koltès de la Alianza Francesa, en Managua (Nicaragua), en el marco de la cuarta versión de Centroamérica Cuenta.

El poeta nicaragüense Rubén Darío fue el primer gran escritor de América Latina, alguien cuya influencia mayor fueron las letras francesas, en vez de las esperadas piezas españolas, y que luego es quien une con sus versos a Europa con América Latina, y viceversa.



A Roncagliolo le sorprende que entre esas obras encontradas por el futuro poeta no hubiera ningún texto latinoamericano.Mientras que a Javier Cercas este hecho le parece de lo más lógico, porque precisamente plantea que el primer autor universal latinoamericano será, años después, el propio Rubén Darío, pues antes de este bardo, dice, el continente americano no se distinguía por una narrativa de tanta altura.

Roncagliolo lo confirma. Por eso, piensa que Darío es el primer gran escritor de América Latina, alguien cuya influencia mayor fueron las letras francesas, en vez de las esperadas piezas españolas, y que luego es quien une con sus versos a Europa con América Latina, y viceversa.

Cercas es de la opinión de que la novela y el resto de los géneros literarios en la región se dan en paralelo con las gestas de independencia de América Latina, dando fin a su condición de colonias españolas.

Roncagliolo, Premio Alfaguara 2006 de novela por Abril rojo, plantea que Rubén Darío también fue el que inició una tradición que luego se hizo frecuente entre los escritores del continente americano en las décadas de 1960 y 1970: ir a París para crecer y ser.

Una tendencia que luego hicieron años más tarde genios como el colombiano Gabriel García Márquez (1927-2014), el mexicano Carlos Fuentes (1928-2012) y Mario Vargas Llosa (Perú\España, 1936), entre otros representantes del llamado boom literario.

Esa presencia francesa en Darío, la compara Cercas con la presencia que tuvo el idioma inglés en los cuentos y en la poesía del argentino Jorge Luis Borges (1899-1986), sin que este perdiera su identidad argentina y latinoamericana.

Cercas opina que Darío, responsable de poemarios como Prosas profanas y otros poemas (1896) y El canto errante (1907), tenía una sed por ser cosmopolita y ser tan latinoamericano al mismo tiempo, dando como resultado un mestizaje que luego da como resultado el prestigio del que goza hoy el español.

LECTURAS

Javier Cercas, autor de la novela El impostor (2014), señala que la lectura de Rubén Darío sobre El Quijote fue la visión heroica y de paladín, la forma como todavía hoy califican los lectores al caballero de la triste mirada.

Esto viene a cuento porque Cercas destaca que los lectores contemporáneos de Cervantes leyeron El Quijote como una comedia, un divertimento, vaya, algo para causar risas y poco más. Sin pensar que estaban ante un portento literario.

Cercas asegura que esta obra maestra en su momento fue una versión antigua de los actuales best sellers, y que fueron los intelectuales ingleses, un siglo y medio después de publicado El Quijote, quienes iniciaron la reverencia que hoy se mantiene al clásico de las letras en castellano y fueron los responsables de hacerle respetable y admirable.

Javier Cercas, novelista y periodista, indica que mientras William Shakespeare (1564-1616) tiene, por lo menos, media docena de obras cumbres, Cervantes solo tuvo una, El Quijote, y que eso le bastó para tener un lugar seguro en la historia de las letras de todos los tiempos.

Anota Cercas que antes de El Quijote, Cervantes era casi un escritor fracasado, sin mayor gloria, y que fue con la creación de Sancho y el delgado justiciero que conoció el éxito monetario, y de paso, la fama en vida.

Cercas resalta que previo a El Quijote, la obra de Cervantes no era tan grandiosa ni admirable.

Incluso, Cercas considera que sin este clásico en su hoja de vida, el propio Cervantes nunca hubiera podido ganar el Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes, instituido en 1976 por el Ministerio de Cultura de España.

Fue cuando Gonzalo Celorio, ensayista y narrador, agrega que tampoco ayudó mucho que la novela fuera un género prohibido en varios rincones de la América colonial, al considerarla subversiva los que tenían el sartén del poder entre sus manos.

Asegura Celorio que la novela, en mayúscula, arranca formalmente con la publicación de El Periquillo Sarniento, en 1816, del escritor mexicano José Joaquín Fernández de Lizardi.

CREADORES

Para Gonzalo Celorio, Cervantes y Darío son escritores asombrosos y únicos.

El primero porque prácticamente creó lo que se conoce como novela, pues antes de El Quijote las obras extensas eran simplemente historias largas y ya está, señala el autor de novelas como Y retiemble en sus centros la tierra (1999) y Tres lindas cubanas (2006).

En tanto, el segundo, resalta Gonzalo Celorio, colaboró a construir un movimiento, el modernismo, que cambió las reglas del juego en la literatura de su época.

Para Celorio, sin Darío, incluso, no hubieran podido existir los poetas de la generación del 27, ese grupo extraordinario de poetas españoles del siglo XX que ingresan a la historia literaria en 1927 como lo son Rafael Alberti (1902-1919), Federico García Lorca (1898-1936), Dámaso Alonso (1898-1990) y Luis Cernuda (1902-1963), entre otros grandes.

Los textos poéticos de Darío, explica Celorio, son como un martini perfecto, el que unió distintos elementos y elaboró un trago sin igual.

Por esa línea, agrega Javier Cercas, Cervantes por su lado ideó la novela que, en términos gastronómicos, es como una sopa que tiene diversos ingredientes y su sabor es estupendo.

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