La democracia es mucho más que emitir un voto por un candidato político cada cierta cantidad de años. Este sistema, que pondera la decisión de la mayoría del pueblo, plantea que todos los ciudadanos son libres y tienen los mismos deberes y derechos.
¿Esos deberes y derechos son en verdad iguales para todos?, ¿el votante es reflejo del candidato que apoya y viceversa?, ¿qué pasa cuando la economía controla los destinos de la democracia?, ¿qué ocurre cuando el animal político que triunfa en una elección tiene características que lo acercan al tirano o al dictador?, ¿la seguridad es más importante que las libertades civiles en tiempos violentos?
El director Adam McKay responde estas y otras preguntas en su drama de humor negro Vice, en la que hace un retrato visceral del vicepresidente número 46 que tuvo Estados Unidos, Dick Cheney (encarnado con exquisitez por Christian Bale).
La democracia permite a sus ciudadanos la variedad de opiniones, da espacio para discrepar con el candidato que llegó al poder y establece que es lícito defender a las minorías que perdieron.
El cineasta Adam McKay ejerce estos principios con Vice, cuando presenta su despiadado retrato de quién es el republicano Dick Cheney: sus peculiares métodos de trabajo como servidor público, su cuestionable legado a Estados Unidos y su supuesta influencia por encima del verdadero jefe de Estado, el presidente George W. Bush.
Christian Bale fue el plan original para interpretar a George W. Bush en el drama W (2008), de Oliver Stone, pero tuvo que abandonar el rodaje, por lo que fue sustituido por Josh Brolin.
Ahora Christian Bale encarna al compañero de fórmula del citado mandatario, Dick Cheney, en Vice, el primer largometraje de Hollywood que se concentra en un vicepresidente de la vida real de la unión americana que no llegó a sentarse en el Despacho Oval.
Proceso
Como el realizador Peter Farrelly (La Favorita), a su colega Adam Mckay no lo tomaban en serio para hacerse cargo de un drama, porque sus experiencias mayores previas provenían de la comedia.
Como en La Favorita, que cuenta de manera sórdida, inventiva y libre el gobierno monárquico de la Reina Ana de Inglaterra a principios del siglo XVIII, Adam McKay presentó en la audaz, divertida y simpática Vice una película biográfica en la que se esforzó para que fuera todo menos una biopic convencional.
En medio de un resfriado mayúsculo, Adam Mckay leyó en su casa la obra Angler, de Barton Gellmam, una aguda biografía sobre Dick Cheney. Mientras afuera el mundo quedaba asombrado que el novato Donald Trump le ganaba la presidencia de Estados Unidos a la veterana Hillary Clinton.
Fue entonces cuando Adam Mckay cayó en cuenta que la dupleta Bush-Cheney habían sembrado las bases, para que años después el millonario empresario de Nueva York venciera en las elecciones más surrealistas de este siglo XXI.
Allí supo Adam Mckay que tenía entre manos su siguiente proyecto audiovisual, tras estudiar el desmadre inmobiliario y la crisis económica de su país entre 2007 y 2008 en su valiosa The Big Short (cinco nominaciones, Óscar al mejor guion adaptado).
Vice es sobre la caída de Dick Cheney (alcoholismo en Wyoming y su expulsión de la Universidad de Yale), su paciente ascenso al poder político estadounidense, las polémicas decisiones que tomó estando en la Casa Blanca y su lucha por no perder un ápice de su influencia.
Vice es sobre la política como instrumento de manipulación de masas, sobre la corrupción como el verdadero controlador del escaso desarrollo social y cómo la democracia está en peligro por culpa del populismo.
Adam McKay supo que había hecho la producción propicia cuando un grupo de asesores de la Casa Blanca de la administración de Donald Trump, así como Ivanka Trump, fueron a una proyección privada de Vice y se marcharon a mitad de la película, sin dar excusas por su decisión de irse de forma abrupta de la sala de cine.