Un día, Sócrates y Aristófanes conversaron sobre el amor, las relaciones emocionales y la atracción sexual.
Fue allí donde salió a relucir por el primer filósofo lo del amor platónico que todos hemos sufrido alguna vez, y el segundo planteó que había tres sexos: el femenino, el masculino y el andrógino.
Aristófanes planteaba que el andrógino tenía la particularidad de poseer dos mitades: tenía un cuerpo que no siempre correspondía a lo que su corazón le dictaba.
Sobre esos seres habla La chica danesa (The Danish Girl), una melancólica, cálida y dolorosa diatriba sobre la necesidad de un cambio social profundo, y sobre la necesidad de hacer modificaciones para que aceptemos al otro tal cual es.
Este drama de época, además, es un discurso sobre la transformación existencial, pues plantea la relevancia de la identidad que cada quien aspira a tener, la relevancia de ser uno mismo, cueste lo que cueste, y que el primer acto de amor verdadero es quererse a uno tal como es.
The Danish Girl, nominada a cuatro premios Óscar, cuenta la historia real del pintor danés Einar Wegener, quien sin saberlo ni planearlo se convirtió en todo un símbolo en la lucha de los transexuales del mundo, un movimiento que lo considera un precursor y uno de sus más notables héroes.
UNIÓN
En la década de 1920, los artistas Einar (Eddie Redmayne) y Gerda Wegener (Alicia Vikander) eran una pareja enamorada.
Él era un paisajista con fama en Copenhague gracias a sus obras idílicas de su Vejle de la infancia, y ella una retratista que todavía buscaba su espacio dentro del mercado cultural de aquellos años.
Un día, Ulla (Amber Heard), la modelo que Gerda iba a pintar, tardaba en llegar al estudio, y en broma le pidió a su esposo que se pusiera unas medias de seda y otras prendas femeninas que iba a usar la también bailarina, si es que aparecía.
Al principio todo fue un juego entre ambos de ser otra persona, luego, de a poco, esa experiencia, que después se repitió, pero ahora en serio, despertó en Einar algo que tenía adormecido desde que era un niño en ese Vejle que atrapaba en sus cuadros de una forma casi obsesiva.
Así nació el alter ego de Einar, Lili, como la bautizó Ulla cuando la descubrió con sus ropajes.
LILI
Eddie Redmayne es un actor de una técnica extraordinaria y de un dominio que pocos miembros de su generación pueden igualar o superar.
Primero sorprendió con su perfecta encarnación del astrofísico Stephen Hawking en La Teoría del todo (le valió un Óscar como actor principal) y ahora el intérprete británico brinda un desempeño aún más preciso en The Danish Girl (vuelve a ser nominado a la estatuilla dorada).
En este filme interpreta a Einar Wegener, quien fue uno de los primeros hombres en intentar el cambio de sexo por medios quirúrgicos.
En La chica danesa, Redmayne pasa de ser un exitoso pintor a Lili Elbe, una tímida y delicada chica que trabaja en un almacén y que sueña algún día con casarse y tener hijos, de ser posible.
“Quiero ser una mujer, no un pintor”, responde Lili cuando le preguntan por qué dejó un oficio de altura por una labor tan sencilla.
La transformación de un increíble Redmayne, tanto en términos externos como internos, es progresiva, sin caer nunca en exageraciones ni casi sobresaltos.
De manera paulatina, Redmayne va modificando el timbre y el tono de su voz, así como su lenguaje gestual, su forma de caminar...
En ese proceso, Redmayne no da espacio para que aparezca el ridículo o la burla por parte de cierto posible sector conservador de la audiencia, que de seguro le impactará alguna secuencia de la correcta La chica danesa.
Algo que también ayuda a tener a raya al espectador menos progresista, es que La chica danesa, al final, no es solo un discurso sobre el derecho a la transexualidad.
El director Tom Hooper también se esmera en convertir su largometraje en un alegato a favor del cambio social y centra la atención del público en la importancia de ser fiel a la identidad que cada quien desea de sí mismo.
Su filme es sobre la intolerancia y la incomprensión hacia nuestro semejante, que no vemos como tal, sino como alguien diferente, y por ende, es un potencial candidato a recibir de nuestra parte discriminación y marginalidad.
De allí que hasta los más timoratos van a sentir solidaridad con el dilema y la batalla de Lili por su anhelo de ser una mujer por dentro y por fuera.
CONSTANCIA
De alguna manera, La chica danesa mantiene un deseo de Hooper por adentrarse en personajes que luchan contra la adversidad que no los deja avanzar.
Mientras que en La chica danesa hay un hombre que desea dejar libre a la mujer que habita en él, en El discurso del rey (2010, cuatro Óscar: película, director, actor y guion) es la batalla de un monarca por vencer la tartamudez y la inseguridad.
Mientras que en el musical Los Miserables (2012, tres Óscar: actriz de reparto, maquillaje y sonido) es la tenacidad de una persona por demostrar que es honesto por más que los hechos indiquen lo contrario.
Tom Hooper, el director de fotografía Danny Cohen, los directores de diseño de producción Eve Stewart y Michael Standish, y el vestuarista Paco Delgado recrean con soberbia la Copenhague y el París entre los años 1926 y 1931.
Siempre es interesante imaginarse cómo hubiera quedado esta cinta en otras manos más valientes.
Inicialmente, la adaptación de la novela homónima de David Ebershoff, publicada hace 15 años, la iban a realizar los cineastas suecos Tomas Alfredson (nominado al Bafta por Tinker Tailor Soldier Spy) y después el proyecto pasó a las manos de su colega Lasse Hallstrom (nominado al Óscar por The Cider House Rules y My Life as a Dog) y el papel de Eddie Redmayne iba por cuenta de Nicole Kidman.
GERDA
Puedo hablar bellezas de la labor de Eddie Redmayne, pero quien me cautivó aún más en la pantalla grande fue Alicia Vikander (nominada al Óscar por este filme).
En La chica danesa hace las veces de Gerda Wegener, la esposa y compañera fiel de Einar, quien es el punto de equilibrio emocional de esta producción y que injustamente se le ubicó como un personaje secundario cuando era tan principal como Einar\Lili.
Los dilemas existenciales de Gerda no son menos hondos que los de su marido, y Vikander transmitió la zozobra y la nobleza de su personaje con una fuerza y una humanidad magistrales.
Gerda convirtió a Einar en su musa, en su modelo más estimado, y fue él quien le dio prestancia como retratista en París cuando ella se llevó a Einar para protegerlo.
Pintar a su hombre era el vehículo de Gerda para no terminar de perderlo de forma permanente y definitiva. Porque ella nunca dejó de amarlo, al punto de que lo ayudó en su proceso de transición, y en todo momento sintió amor y admiración por el hombre que iba cambiando ante sus ojos.
“Tú ayudaste a traer a la vida a Lili, pero ella siempre estuvo aquí”, le dice Einar a una Gerda cada vez más confundida y desorientada por la peculiar situación, pero siempre solidaria.
“Dios me hizo así, pero el médico me está curando de la enfermedad que era mi disfraz”, le agrega a Gerda (ilustradora de publicaciones como Vogue y La Vie Parisienne), luego de la operación que en 1930 le iba a brindar la ocasión de estar completa.
Esa dualidad incomprensible en aquella época, es algo que tampoco ha cambiado al 100% en el presente si vemos las reacciones en torno a Caitlyn Jenner (antes era el exdeportista William Bruce Jenner) y la actriz Laverne Cox (primera persona transexual nominada a un Emmy en la categoría de intérprete por la serie de Netflix Orange Is the New Black.
La chica danesa permite a Tom Hooper mostrar, sin hacer demasiada puntuación y tratando de no herir demasiado “la sensibilidad” de la platea más puritana, cómo a los transexuales la comunidad médica los consideraba a inicios del siglo XX como enfermos mentales y los tildaban de aberrantes para abajo, y por ende, debían ser sometidos a procesos “científicos” espantosos y brutales, donde lo más suave era ponerles una camisa de fuerza y encerrarlos en un sanatorio.
Por más que me cautivó La chica danesa, lamento que sea convencional y ausente de un mayor riesgo.
Por eso, me sigue pareciendo superior Transparent (obtuvo cinco Emmy y dos Globos de Oro), con la que guarda puntos temáticos el admirable filme que hoy comento, pues la serie de Amazon trata de una manera más sincera, provocativa y audaz los conflictos, los retos y los prejuicios en torno a la sexualidad, algo que Tom Hooper tocó con pinzas en La chica danesa para no incomodar demasiado a nadie, en especial, a los que buscaba educar.
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