El crimen de Jorge Eliécer Gaitán

El crimen de Jorge Eliécer Gaitán


El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán es para los colombianos el momento histórico de mayor misterio del siglo XX. Todavía hoy hay más preguntas que respuestas sobre la muerte de este político y jurista el 9 de abril de 1948, en Bogotá.

Así piensa Juan Gabriel Vásquez, quien parte de este hecho para hilvanar su quinta novela La forma de las ruinas (Alfaguara).

“Todos los países tienen en su pasado un suceso parecido, en el que la versión oficial ha mentido o que la verdad no está completa. Gaitán es nuestro gran hoyo negro”, dice este padre de dos hijas, cuyos libros se han publicado en 26 lenguas.

Plantea paralelos entre Gaitán y los fallecimientos de forma violenta del presidente estadounidense John F. Kennedy el 22 de noviembre de 1963 en Dallas y del candidato presidencial mexicano Luis Donaldo Colosio el 23 de marzo de 1994 en Tijuana.

“Son situaciones que todavía no se aclaran. Son conspiraciones que siguen sin respuestas, demostrándonos que nos dicen mentiras”, manifiesta el autor de Historia secreta de Costaguana (Premio Qwerty en Barcelona).

Además, esta coyuntura es relevante porque la desaparición de Gaitán (1903-1948) “partió en dos la historia colombiana e inauguró una década de violencia que sigue marcando nuestras vidas. Son 300 mil muertos por enfrentamientos partidistas y todavía no nos recuperamos de lo de Gaitán, porque lesiona la conciencia nacional, es un trauma”.

¿Por qué es un enigma lo que rodea a ese último día con vida de Gaitán? Esa interrogante busca contestarla en La forma de las ruinas.

De todo lo que se ha escrito en Colombia sobre Gaitán, su texto preferido es el testimonio que comparte Gabriel García Márquez en Vivir para contarla (2002), primer y único volumen de su autobiografía.

Vásquez (Bogotá, 1973) recupera en su novela un pasaje de esta obra del Nobel de Literatura, que considera “una precursora de la intriga” que desarrolla en su pieza narrativa.

Gabo en sus memorias señala que cuando estaba en Bogotá, en 1948, fue testigo de lo ocurrido a Gaitán, en especial se dio cuenta de “cómo un hombre logró, mediante arengas ante la multitud, que el gentío linchara al asesino equivocado”.

Así, el intelectual más importante que ha tenido Colombia en la centuria pasada, “quedó con la certeza” de que ese caballero de elegantes modales provocó que eliminarán “a un asesino falso para proteger la identidad de los asesinos verdaderos. Fue una declaración en negro sobre blanco de la terrible conspiración que no hemos podido descubrir”.

A partir de saber aquello, Juan Gabriel Vásquez fue presa de una obsesión literaria que no le dio tregua, una fiebre creativa que aumentó a niveles superlativos cuando hace una década, un médico que conoció en la capital de su país, le puso en sus manos “una vértebra de Gaitán, con el orificio de una de las balas que lo mataron y allí está el verdadero origen de mi novela”. Después no le quedó más remedio que escribirla.

EL PESO DE UN HOMBRE ASESINADO

Antes de ser novelista, ensayista y periodista, Juan Gabriel Vásquez redactó un cuento sobre el 9 de abril de 1948. Tenía 18 o 19 años, no recuerda con exactitud, y por entonces ya había tomado la decisión de que sus estudios de derecho no lo iban a conducir por la ruta que deseaba, y se confirmó para sí mismo que lo suyo era escribir.

Ya había redactado varios cuentos previos, imitando a sus autores de cabecera: los argentinos Julio Cortázar, Jorge Luis Borges y su coterráneo Gabriel García Márquez.

Esa etapa de copia involuntaria terminó con ese relato sobre la muerte de Jorge Eliécer Gaitán, ya que fue “el primero en el que hablaba con mi propia voz, sin voces prestadas”. No cometió el error de publicarlo en una revista ni intentó que pasara por la imprenta.

No está seguro de si la fascinación en torno a Gaitán se mantiene alta entre los jóvenes colombianos del presente.

Lo que sí considera que ha caído en las fauces del olvido es otra figura de la que también se ocupa en su novela La forma de las ruinas: el asesinato del senador liberal Rafael Uribe Uribe el 15 de octubre de 1914 mientras caminaba por la Plaza Bolívar de Bogotá. Tenía 55 años.

“Este hombre es muy conocido entre los lectores latinoamericanos, aunque ellos no lo sepan, pues es el modelo que usó García Márquez para el personaje de Aureliano Buendía en Cien años de soledad”.

Aparte de esto, casi nadie recuerda su crimen, asegura Vásquez, quien descubrió una historia apasionante de un joven abogado llamado Marco Tulio Anzola Samper, quien en 1914 llevó a cabo una investigación privada en torno a lo ocurrido. El resultado fue el libro Asesinato del general Uribe Uribe. ¿Quiénes son? (Bogotá, 1917).

“Marco Tulio llegó a conclusiones terribles que sacudieron a la Colombia de ese momento”, y en su novela Vásquez ha recuperado a ese hombre dedicado a la justicia y las leyes. “He querido salvarlo y contar su investigación”. Por eso, buena parte de La forma de las ruinas tiene las características de una novela policíaca.

También hay en sus páginas ciertos tintes vinculados con su autor, más algo de crónica periodística y novela histórica. Al principio no estaba claro que la estructura de su texto iba a seguir estos lineamientos, pero mientras avanzaba se dio cuenta de que necesitaba de cada vez más ingredientes para que tuviera un mejor sabor la lectura.

Le pareció que tenía ante sí una oportunidad de hacer “una especie de elogio, de defensa, de ese tipo de novelas que me gusta leer, esas que se manifiestan de muchas maneras”.

TRAS LA PAZ

¿Qué hubiera pasado en Colombia si no ocurre la muerte de Gaitán? Claro que Juan Gabriel Vásquez carece de una bola mágica a su disposición, pero igual se atreve a manifestar que “sería un país mejor, inevitablemente. El crimen de Gaitán todavía se mantiene en la sombra, ha sido exitosamente silenciada. Eso nos impide avanzar en muchos aspectos”.

Está convencido que el destino trágico de Gaitán de alguna manera “está presente hoy en los conflictos que estamos intentado solucionar, como es el proceso de paz que se lleva a cabo en La Habana. Todavía hoy cargamos con el peso de ese hombre asesinado”.

Tiene sentimientos encontrados cuando se le consulta sobre cómo ve la reconstrucción de la paz que se elabora en Cuba entre miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el gobierno del presidente colombiano Juan Manuel Santos.

“Espero que mi país tenga la sensatez y la madurez de darle una oportunidad al proceso, que ha sido llevado a cabo por parte de los negociadores del gobierno con seriedad, honestidad y transparencia. Me gustaría que el país tuviera la cordura de apreciar esos esfuerzos”.

También le alegra que los integrantes del Ejército de Liberación Nacional (ELN) se incorporaran en negociaciones en Caracas, Venezuela, para de esa manera acabar con más de 50 años de confrontaciones bélicas.

“Las causas de ambos grupos guerrilleros ellos las perdieron hace mucho tiempo y le hacen un daño terrible a Colombia”, opina el autor de El ruido de las cosas al caer (Premio Alfaguara de Novela 2011 y English Pen Award 2012).

Estos avances, está claro, no aseguran una paz al 100%, “pues las violencias colombianas siguen alimentándose de muchos otros ingredientes, como el narcotráfico”.

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