El asalto navideño de Willie Colón y Héctor Lavoe

El asalto navideño de Willie Colón y Héctor Lavoe


Hay álbumes emblemáticos que son tan importantes durante estas fiestas de fin de año como los villancicos, el jamón y los tamales.

Algunos discos indispensables en toda fiesta que se respete cada diciembre son Navidades con la Sonora (1958) de La Sonora Matancera; En Navidad (1965), a cargo de El Gran Combo; Felicidades (1973), de Cheo Feliciano; Feliz Navidad (1975), de Ismael Rivera; Felices Pascuas (1976), de Richie Ray y Bobby Cruz y La Sonora Ponceña con su Navidad criolla (1978), entre otros.

Aunque para mí la corona máxima recae en dos materiales excelentes que han logrado vencer la férrea prueba del tiempo, y que me acompañan desde que era un niño en el corregimiento de San Felipe y que un vecino amargado los ponía a todo volumen y los cantaba a todo pulmón: Asalto navideño (1970) y Asalto navideño 2 (1973), de Willie Colón y Héctor Lavoe.

Si bien el género salsa ha colaborado a darle más sabor a la Navidad en Latinoamérica gracias a temas melodiosos y que envían mensajes de solidaridad, paz y hermandad, ninguno como este par de inmortales creaciones de dos genios del pentagrama.

William Anthony Colón, cantante, compositor y productor nacido en el sector del Bronx (Nueva York), como su colega Eddie Palmieri, ha tenido dos de las relaciones profesionales más relevantes y fructíferas de la historia de los ritmos de raíz africana, europea e indígena: Rubén Blades y Héctor Lavoe (1946-1993).

Colón, que ha vendido más de 30 millones de discos en todo el mundo, fue el responsable de discos inmortales del artista istmeño como Willie Colón Presents Rubén Blades: Metiendo Mano (1977), Siembra (1978), Canciones del solar de los aburridos (1981) y The Last Fight (1982).

Mientras que con el cantante puertorriqueño Colón, el rey del trombón junto a Mon Rivera, unió talentos durante siete años en álbumes como El malo (1967), The Hustler (1968), Guisando (1968), Cosa nuestra (1969), La gran fuga (1971) y El juicio (1972), entre otros títulos.

Willie Colón componía sus canciones para que cada letra sonara dramática, llena de una carga sobrecogedora y sus arreglos llegaron a ser, sin contemplaciones, crueles”, destaca José Arteaga en su obra Música del Caribe.

En tanto, sobre Héctor Lavoe resalta José Arteaga que “tenía una cualidad primordial. Su canto era chillón, muy cristalino, pero chillón, y esto, lejos de relegarlo lo hacía ver entre el público como un vocalista arrabalero, que podía contar cualquier historia de barrio sin que sonara falsa”.

En 1970, Colón y Lavoe, quienes se conocieron un día de 1966 en una calle del barrio (Nueva York), editan el clásico Asalto navideño, grabado en los estudios de la Fania Records, ubicados en Nueva York, un disco en el que funden los ritmos urbanos propios de la Gran Manzana y el folclor puertorriqueño, más otros aderezos.

Esta exploración de sonidos diversos Willie Colón la venía realizando desde los inicios de su carrera musical, cuando fue uno de los miembros de la emblemática Fania que más exploró el jazz, el rock, el funk y el soul con el son cubano, el chachachá, el mambo y la guaracha.

Ese fenómeno de unir el mundo con ese género bautizado como salsa, más allá de si fue o no una etiqueta comercial, es una tradición que Willie Colón heredó, entre otros acontecimientos, de cuando a finales de la década de 1940 dos fuerzas de la naturaleza se encuentran y colaboran en Nueva York: Dixie Gillespie y Chano Pozo.

Valiosa entonces la capacidad de Colón y Lavoe de transmutar su agresividad en canciones dulces y pegajosas, más alguna crítica social, en Asalto navideño y compartir canciones navideñas con una dulzura y un sentimiento que no era la marca de casa de este dúo dinámico.

El resultado de Asalto navideño es extraordinario también gracias al cuatro del puertorriqueño Yomo Toro (1933-2012), los arreglos y el trombón de Colón, las improvisaciones y la entonación de Lavoe, la presencia icónica del dominicano Johnny Pacheco en los coros y en la dirección, el piano de Joe Torres (El Profesor) y unas letras que cautivaron, y lo siguen haciendo, a un continente entero que no se cansa de bailarlas.

Interesante, además, que un disco repleto de guaguancó cubano, merengue dominicano, jazz latino y ritmos jíbaros lograra cautivar a una audiencia procedente de las más variadas latitudes, en especial a los latinoamericanos radicados en ciudades estadounidenses como Nueva York.

Dato a resaltar, Asalto navideño fue el primer disco de la Fania dedicado exclusivamente a la Navidad y el más vendido de su género dentro de la historia de este sello discográfico.

Incluso en 2010 se realizó una edición especial remasterizada para los oídos más exigentes en la que estaban los dos discos.

TRADICIÓN

El título de los dos álbumes hace referencia a una costumbre en Puerto Rico de trasladarse de una casa a otra durante las fiestas de fin de año y compartir cantos y buenas vibras, alegrías y esperanzas, comidas y abrazos entre vecinos y familiares.

Helio Orovio, en su ensayo Música por el Caribe, comenta que durante “el aguinaldo puertorriqueño se reúnen varios músicos de diferentes conjuntos jíbaros para conformar un grupo llamado Parranda, que en el aguinaldo jíbaro se denomina Trulla y en el urbano, Asalto”.

Orovio agrega que al llegar la música a la residencia a quien “se le ofrece la promesa, el organizador o líder del grupo señala el inicio de los cantos de aguinaldo y la parranda entona un saludo, que por la manera como se desarrolla la percusión se denomina cadena, caballo o simplemente aguinaldo. Luego, el grupo interpreta un cántico de ocasión a modo de serenata, tras lo cual la parranda es invitada a entrar y se les ofrece una comida. Antes de marcharse tocan un cántico de despedida”.

Por su parte, para el sociólogo Hiram Guadalupe, autor del libro Historia de la salsa, Asalto navideño (le agregaron volumen 1 luego que apareció el de 1973), fue clave porque sirvió de puente entre los puertorriqueños que residían en la isla y los que habían viajado a Nueva York en pos de un mañana más próspero.

Guadalupe, en una entrevista al periódico El Nuevo Día de Puerto Rico en 2011, considera que Willie Colón y Héctor Lavoe “fueron el binomio más importante de la salsa” entre finales de los años 1960 y principios de la década de 1970.

Con Asalto navideño, agrega Hiram Guadalupe, Colón y Lavoe además reclamaron “el derecho como puertorriqueños de lo que es típico y nacional, ya que al vivir fuera de la isla buscaban la aceptación de los boricuas de acá. Prueba de ello son las frases y las décimas que se escuchan en el disco, sumado al cuatro de Yomo Toro”.

PANAMÁ

Aunque Asalto navideño tuvo varios temas exitosos, como Vive tu vida contento, Traigo la salsa, Aires de Navidad y Esta Navidad, uno que se hizo viral en una época donde este término todavía no existía, fue La Murga sobre la mayor actividad festiva panameña: el Carnaval.

La murga de Carnaval, tal como la define el músico e investigador Francisco Bush Buckley en su libro La música salsa en Panamá y algo más, es “el grupo de músicos que interpreta tonadas típicas y populares con instrumentos de viento, tambores (redoblantes) y un bombo”.

Me gusta pensar que incluir La Murga también era una forma de darle su lugar a Panamá, que junto a La Habana, San Juan y Nueva York era en los años de 1970 una de las ciudades que consagraba o mandaba al olvido a los nuevos valores de la salsa.

Por otra parte, Asalto navideño también es para los panameños el reencuentro con nuestros lazos musicales con Cuba y Puerto Rico, dos países que desde la década de 1930 han enriquecido nuestra salsa y derivados con las inolvidables voces de Mirta Silva, José Luis Moneró, Rafael Cortijo, Ismael Miranda, El Gran Combo y un largo etc.

Estos discos de Colón y Lavoe también son la ocasión de acercar a Panamá con Nueva York, una metrópoli donde se grabaron temas que pusieron a danzar a más de un istmeño de la mano de Joe Cuba, Cheo Feliciano, Tito Puente... y que nosotros le devolvimos tanto gozo con las excelentes creaciones de Rubén Blades.

Coincidencia o no, Blades, que comenzó su bregar con Bush y su Nuevo Sonido, tituló su primer disco De Panamá a Nueva York, hecho con la orquesta de Pete Rodríguez y los arreglos de Lino Frías, pianista de la Sonora Matancera.

ETERNAS

La razón de que los dos Asaltos navideños tengan siempre un sonido contemporáneo, se debe a una acertada unión entre voces e instrumentos, una fluidez y una gracia rítmica, así como una simbiosis entre estilos y géneros, calidad y popularidad.

Si me ponen a escoger cuál es el más querido por quien escribe estas líneas, me quedo con el editado en 1970, a pesar de que el grabado tres años después tiene temas extraordinarios como Doña Santos, Cantemos y Pa’ los pueblos.

Asalto navideño es mejor porque tiene más carácter, impacto y sonoridad que su continuación, que se hizo en parte debido a las increíbles ventas del primero.

Asalto navideño tiene ese no sé qué de exploración, de indagar, de a ver qué nos sale, y eso que fue una obra por encargo, una petición directa de Johnny Pacheco y el resto de los jerarcas de la Fania, que deseaban aprovechar hasta donde fuera posible la fama y la química existente entre Colón y Lavoe.

Además, Asalto navideño demostró ser un bien cultural que no ha envejecido, es fabuloso por el arraigo que ha alcanzado en todas las clases sociales, porque ha hecho feliz a tanto público bailador, más esa amalgama exquisita entre literatura y fe, entre el valor de la música popular y el sabor de la vanguardia.

+info

'Son de Panamá', de Rubén Blades, el club de las piezas conocidasLa hora de Juan Luis Guerra

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