La novela histórica es una narración que enmarca su relato en un tiempo pasado. Así la concibe el escritor español Santiago Posteguillo.
Es importante, resalta, tener en claro que hay tres categorías de acuerdo con el autor italiano Umberto Eco. “Aquella donde la ambientación es histórica, pero la trama es ficticia. Ejemplo: El nombre de la rosa, de Eco. Otra que tanto la ambientación como sus personajes son históricos; el ejemplo, Yo, Claudio, del británico Robert Graves”. A ese segundo renglón pertenecen las obras de Posteguillo.
No se trata que un estilo sea mejor o peor. Tanto la obra de Eco como la de Graves “son geniales, pero con un enfoque hacia la recreación diferente”.
Además, recomienda leer Los miserables, del francés Víctor Hugo; Los pilares de la tierra, del británico Ken Follett, y El médico, del estadounidense Noah Gordon, “porque revitalizaron el género histórico”.
Se le olvidaba. Eco tiene una tercera muestra: esa pieza que recrea una época, similar a un momento pasado que reconocemos todos, en especial la Edad Media, pero con elementos del género fantástico, y allí aparece la saga El Señor de los Anillos, del británico J.R.R. Tolkien.
También incluye en ese sector el programa televisivo Juego de tronos, que es una “cierta continuación a Tolkien, que galopa a caballo entre lo fantástico y lo histórico. Es una serie que ha capturado al espectador joven y que lo ha llevado a leer textos extensos. Igual respeto los libros J.K. Rowling, que con Harry Potter ha puesto a leer a un público aun más joven”.
Por cierto, a La legión perdida (Planeta, 2016), lo nuevo de Posteguillo, que presentó en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México), la define como un Juego de tronos real, pues explica la disputa por el poder desde la visión de cuatro imperios.
LO DIDÁCTICO
Aunque la trama no tenga como objetivo lo didáctico, ¿existe un límite para rastrear ese ayer desde la ficción? En ese punto tiene un debate con un colega y compatriota suyo: Sebastián Roa (El caballero del alba).
A Santiago Posteguillo no le molesta el componente didáctico. “Me interesa que la novela sea lo más histórica posible, y esforzarme para contarla de una forma dinámica, activa, cinematográfico y entretenida”.
Roa piensa que es más relevante expresar a través del pasado histórico “los grandes universales del ser humano: el amor, la amistad, el odio, la intolerancia, y si para eso hay que tomarse una licencia histórica, se la toma”.
Son perspectivas diferentes y acepta como válidas ambas. “Aunque desde que profesores de arte, latín, griego clásico, historia y derecho, recomiendan mis libros a sus alumnos, intento que el componente histórico esté muy bien recogido y si difiero en algo, lo explico en una nota aclaratoria”.
LECCIONES OLVIDADAS
El ser humano promedio no regresa a los acontecimientos de la antigüedad como medida de aprendizaje. “Evolucionamos tecnológicamente, pero evolucionamos casi nada en nuestra naturaleza humana. Por eso repetimos muchos errores”.
Opina que hemos retrocedido. “Hemos retornado a los años 1930, donde la intolerancia y el fascismo iban emergiendo. Mira el populismo en Europa; y mira a quién tenemos como nuevo gringo jefe, Donald Trump”.
La novela histórica ayuda a evitar desaciertos. “El problema es que somos pocos los que tenemos esta preocupación por estar atentos de lo que ocurrió y aprender de ello. Para eso hay que leer”.
A Santiago Posteguillo le consta que hay “un ataque sutil” de los estamentos del poder contra las humanidades. “Las universidades, y el resto del sistema educativo, tiene que generar buenos trabajadores en destrezas técnicas, tecnológicas y científicas, que obviamente son muy necesarias, pero, por favor, que la gente no piense. Por eso, eliminemos filosofía, griego clásico, arte, historia, literatura, geografía, porque eso hace pensar”.
Lo que no han podido eliminar es la curiosidad de aquellos que siguen buscando las respuestas en las carreras humanistas y los que desean saber la verdad por medio de las novelas históricas.
ORÍGENES
Hay una parte afectiva que lleva a Santiago Posteguillo a tener una fascinación por épocas pasadas. Su idilio con Roma comienza con un viaje que hizo a los seis años con sus padres a Italia y aquello lo impresionó. Además, siempre le gustó la historia.
A la hora de decidirse qué estudiar, en la España de la década de 1980, escogió la literatura, aunque el amor por la historia estaba por allí. Después de una licenciatura y un doctorado retoma su deseo de ser escritor y combinó ambas pasiones en un solo oficio.
UN HÉROE
De Roma se podría aprender una infinidad de lecciones, dice. En una novela como la suya, La legión perdida, y en toda su trilogía dedicada al emperador Trajano, recrea el gobierno de este hombre, que aunque tenía muchísimo poder, luchaba de forma sistemática contra la corrupción, y a los que robaban les exigía que devolvieran el dinero y luego los exiliaba.
Además, Trajano llevaba a cabo una efectiva política social, al crear programas en los que reparte alimentos entre los más pobres de la ciudad de Roma. Es un modelo a seguir: si hay un problema, acudía a resolverlo. Si había un conflicto bélico, iba a la guerra, y en primera fila, plantea Posteguillo.
“Trajano se arriesga, termina siendo herido en combate, pero sus legionarios lo siguen al fin del mundo, porque es su líder. Él demostró que se puede gobernar de forma ejemplar y noble”.
Aparte el lector redescubre que los conflictos humanos siempre han estado allí: “las traiciones, la forma torticera que los amigos dejan de apoyarte si caes en desgracia, el sistema clientelista y la corrupción que ocurre en la política y que ocurría desde los senadores romanos”.
En La legión perdida se puede observar cómo toda la lucha del poder sigue siendo muy parecida a la que hay por estos días. “Observando lo que se hizo mal en el pasado, se puede reflexionar sobre lo que estamos haciendo ahora y tratar de no repetir los errores”.
POCOS LÍDERES
Los últimos líderes del siglo XX que asocia con las virtudes de Trajano son los activistas Nelson Mandela (sudafricano), Mahatma Gandhi (hinduista indio) y Martin Luther King (estadounidense).
El primero estuvo preso injustamente durante 27 años y los otros 2 fueron asesinados por defender sus ideales. “Ser buena gente en este mundo está muy mal visto por el poder y el poder hace todo lo posible para acabar contigo. Los tres son figuras que merecerán novelas históricas dentro de dos o tres siglos. En el siglo XX todavía he encontrado ninguno, aunque hay un personaje para ver hasta dónde podrá llegar: el papa Francisco”.
El único que muere en libertad es Mandela, a quien la lectura lo salvó de la locura y la desesperación. Fueron los libros quienes lo ayudaron a no renunciar a sus principios, recalca. Sus carceleros le ofrecían de cuando en cuando la libertad anhelada, siempre y cuando se retractara de sus ideas, por su condición de símbolo en Sudáfrica. “Sus carceleros cometieron un solo error: le dejaron leer y al leer las paredes de la cárcel se caían. Mandela decía que una sociedad en la que sus jóvenes no leen estarán condenados a perder tanto su pasado como su futuro”.
PERSONAJES
El elemento que define que Santiago Posteguillo se decante por tal o cual personaje, es que esté injustamente olvidado. “Esto me rebela y me hierve la sangre. No quieren que nos recordemos a Trajano, que demostró que se podía gobernar siendo ejemplar. Le echamos tierra al asunto y yo le dedico una trilogía de 3 mil 600 páginas (Los asesinos del emperador, 2011; Circo Máximo, 2013, y La legión perdida)”.
También le dedicó una obra a Publio Cornelio Escipión, que estuvo al frente de las legiones V y VI (aparece en su novela Las legiones malditas, 2008), “que aprendió a luchar conociendo a su enemigo y aprendió también a respetar a sus contrarios y a comprenderlos y Escipión estaba opacado por Aníbal. No hay que olvidarlo”.