La verdad oculta (Concussion) no es estrictamente sobre el fútbol americano, aunque a simple vista dé esa impresión.
Sí pertenece a las filas del drama deportivo este filme protagonizado por Will Smith y cuyo norte argumental principal es la responsabilidad que tiene la ciencia de colaborar con la protección de la sociedad.
Se trata de una película basada en hechos reales sobre los estudios elaborados por el neuropatólogo forense Bennett Omalu (Will Smith), quien analizó la conmoción cerebral que sufre alrededor de un cuarto de todos los jugadores del fútbol americano profesional en Estados Unidos.
Los planteamientos del también físico y neuropatólogo, quien vive hoy en día en California, en compañía de su esposa Prema y sus dos hijos, sirvieron para que en 2011 más de 2 mil jugadores retirados, más de uno de ellos con impedimentos cognitivos, demandaran a la National Football League (NFL).
¿Razón? Acusaron a la NFL de esconder los peligros que producen las contusiones que recibieron estos deportistas a lo largo de sus carreras y que en algunos casos dieron como resultado la presencia en sus cerebros de la encefalopatía traumática crónica (ETC), la enfermedad descubierta por Bennett Omalu.
Al principio, el médico recibió todo tipo de ataques de parte de la NFL y de los consumidores del deporte, ofensas que iban desde actos de racismo hasta xenofobia, pasando por ataques para desprestigiar su oficio.
Aunque Omalu tuvo que sufrir una serie de humillaciones por ser un investigador responsable, y a pesar de que tuvo que esperar varios años hasta que reconocieran sus logros, gracias a este galeno, tal como cuenta la interesante película, a la NFL no le quedó de otra que llegar a un acuerdo con los deportistas “bajo la condición de no tener que revelar lo que sabía, ni cuánto, sobre los efectos de las contusiones en jugadores de fútbol”.
O sea, Omalu tenía razón. Su deseo no era destronar al fútbol americano como el deporte rey de la unión americana, lo que buscaba era hacerlo más seguro para los que lo practican.
DEBILIDAD
La contundente historia de La verdad oculta merecía un director de mayor estirpe y un guionista aún más capaz. De esa manera, una película valiosa hubiera escalado a la etapa de obra de arte.
No es que el capitán de este barco audiovisual, Peter Landesman (debutó en 2013 con Parkland), sea un perfecto incapaz a la hora de enfrentarse, en su segunda producción como director, a un monstruo tan grande y temible como es el multimillonario negocio del fútbol americano.
Le sobra valentía y coraje a Landesman cuando se pone cara a cara con la NFL; lo que le faltó fue crear un discurso compacto en cuanto a nivel estético.
La trama sobre la salud pública frente al poder económico le hubiera calzado como anillo al dedo a un realizador curtido en esas lides como Michael Mann.
Recordemos que Mann se quedó con las riendas de la estupenda The Insider (El Dilema, 1999), en el que abordó la batalla entre las evidencias científicas sobre el daño que hace al organismo humano el consumo del cigarrillo, y el negocio nefasto y poderoso de las tabacaleras, empresas que a veces llegan a crear sustancias que desarrollan adicción en los fumadores, de acuerdo con este drama judicial nominado a siete premios Óscar.
También hubiera sido ideal, más allá de sus recientes descalabros cinematográficos, un Oliver Stone, quien en Wall Street (1987) desnuda a un voraz sistema económico que enriquece a unos pocos y empobrece a unos muchos, y que quita y pone presidentes tan fácil como ir a comprar un helado.
Otra opción igual de lógica hubiera sido pedirle que la firmara Ridley Scott, quien fungió como productor de La verdad oculta cuando su esposa, la productora Giannina Facio-Scott, no encontraba muchos inversionistas que desearan participar de un largometraje que deja en entredicho la honorabilidad de la NFL.
Esta cinta hubiera ganado madurez, vitalidad y fuerza, más de la que ya tiene, si el creador de clásicos como Blade Runner (1982) y Gladiator (2000) se hubiera pasado a la silla del director.
¿Por qué? La verdad oculta, a partir de un artículo de Jeanne Marie Laskas publicado en la revista GQ, tiene algunos problemas estructurales.
Por ejemplo, el central es que Peter Landesman brinda demasiado espacio a la vida personal del médico, así como a su amor por su pareja y a su deseo de tener retoños.
No dudo que mencionar estos aspectos íntimos ayuda a comprender la personalidad serena y tímida del galeno y su apego a la fe y a la verdad como sus armas de combate contra un sector de la NFL, pero el tema principal, y que nunca debió descuidar Landesman, era lo que Bennett Omalu descubrió en su laboratorio y las consecuencias y los beneficios que eso aportó al fútbol americano y al conglomerado social estadounidense.
Al director le faltó tener una mano firme como la que sí evidenció su colega Tom McCarthy en la muy superior Spotlight, cuando en ningún momento dejó de lado que su meta era evidenciar los casos de sacerdotes pedófilos en Massachussets.
De allí que Tom McCarthy casi pasó de largo si los periodistas del Boston Globe, que en 2002 llevaron a cabo la investigación contra los curas culpables, tenían vicios o si los reporteros tenían problemas en sus respectivas casas o si eran seres solitarios.
La meta de Spotlight era denunciar a los sacerdotes que habían tenido un comportamiento miserable y atacar a ese grupo de la Iglesia católica en Estados Unidos que los encubría y hasta los protegía.
OBSERVACIONES
Como señala Nigel M. Smith, crítico del diario The Guardian del Reino Unido, La verdad oculta “tiene un tema desgarrador para una película, pero de alguna manera Peter Landesman nunca consigue convertirlo en un filme apasionante”.
En esa línea va el comentario de Manohla Dargis, del periódico The New York Times de Estados Unidos, cuando indica que “aunque Concussion tiene algunas cosas magníficas, en particular la parte de la ciencia, y a Will Smith, carece de la clase de impulso cinematográfico emocionante y comprometido que la elevaría al nivel de su escandalosa temática”.
Para Richard Roeper, del Chicago Sun-Times de Estados Unidos, “es una buena película, que podría haber sido grande si no intentase con tanto ahínco ser grande”.
ACTUACIONES
En el terreno de lo actoral aparece la primera fortaleza de La verdad oculta. Por su labor en esta película, Will Smith recibió nominaciones a dos premios: los Globos de Oro y al Satellite Awards.
Acompañan a un contundente Will Smith (demuestra que puede ser algo más que un comediante) intérpretes igualmente solventes como Gugu Mbatha-Raw, quien encarna a la esposa de Omalu; Alec Baldwin como un exmédico de los Steelers que confirma las teorías de su colega, y Albert Brooks, quien hace las veces del mentor de Bennett en el hospital donde labora.
Los tres personajes saben transmitir fidelidad y confianza, en especial, cuando la confianza de Omalu se debilita a medida que el escándalo tras sus estudios va en aumento.
OTRAS FORTALEZAS
La verdad oculta plantea cómo varios de los altos dirigentes de la NFL, así como su personal médico y los dueños de los clubes de fútbol americano, se opusieron y desprestigiaron los hallazgos de Bennet Omalu, a quien acusaron de criminal y de ser un fraude.
A este médico, un inmigrante africano que no sabía nada de fútbol americano, por casualidad le tocó en 2002 ser el forense en el caso del aparente suicidio del futbolista Mike Webster, punto de partida para sus siguientes pesquisas.
Omalu publicó sus conclusiones sobre la encefalopatía traumática crónica en 2005 en la revista Neurosurgery y su punto de partida fue la muerte de Webster, cuatro veces campeón de la NFL y miembro del Salón de la Fama de este deporte.
Calculó que Webster, exestrella de los Steelers de Pittsburgh, recibió unos 70 mil golpes fuertes en la cabeza entre que ingresó a las ligas infantiles de fútbol americano hasta cuando se retiró de la NFL.
Semejante cantidad de lesiones pueden causar ETC, que cuando se desarrolla los pacientes tienden a sufrir de depresión, pérdida de inteligencia, demencia y además son más proclives al alcoholismo y al consumo de drogas ilícitas.
La sentencia de Omalu fue tan demoledora como el más violento de los deportes: el cerebro humano no está hecho para el fútbol americano.
Reiteró que las personas no tienen una cabeza apropiada para esos menesteres de recibir impactos tan graves como sí tienen otros animales como el pájaro carpintero o el carnero.
Aunque gracias a que por fin tomaron en cuenta las observaciones del introvertido forense, dándoles mejores cascos a los jugadores y replanteando las reglas del juego limitando los golpes en la cabeza, los casos de daño cerebral grave siguen rondando a la poderosa NFL.
Después de que vea La verdad oculta, y por más que las condiciones a favor de los deportivas han mejorado considerablemente gracias a galenos como Bennett Omalu, quizás usted mirará con otros ojos el Super Bowl del domingo 7 de febrero entre los Broncos de Denver y los Panthers de Carolina, partido que ocurrirá en el Levi’s Stadium, la moderna casa de los 49ers de San Francisco, cuya construcción costó mil 300 millones de dólares en 2014.
Tocaría preguntarse en qué medida si aquellos que ejercen disciplinas de alto impacto físico como el hockey sobre hielo, las artes marciales, el boxeo, el rugby y la lucha tienen riesgos de presentar ETC. Estos deportistas necesitan a un Bennett Omalu que defienda su salud.
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