La odisea de hacer cine en Iberoamérica

La odisea de hacer cine en Iberoamérica


Uno de los puntos a resolver siempre que un guionista escribe una historia, un director sueña con rodar una película, y un productor desea buscar y administrar un presupuesto, es ver cómo se financia el proyecto fílmico.

Personalidades que participan del Festival Internacional de Cine de Panamá  (IFF Panamá) comparten cómo hicieron ellos para que sus producciones terminaran en la pantalla grande.

Pilar Peredo, productora de Ixcanul (Guatemala), lo deja claro: “la financiación para cine es inexistente en Guatemala. No hay apoyo institucional por parte del Estado, no hay ley de cine ni tratados de coproducción que estimulen y fomenten la industria del cine”.

Largo fue el camino para terminar La salada (Argentina), drama de Juan Martin Hsu, quien empezó el guión en 2006 y en 2011 consiguió el dinero para filmar con un premio de Óperas primas del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales.

En Costa Rica, detalla Patricia Velásquez, realizadora de Dos Aguas, aún no se tiene una ley de cine ni existen “fondos significativos para poder hacer películas. Recién en este 2015 se anunció un fondo de apoyo a la producción, así que hacer películas para todos implica una gran odisea”.

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Todo un ejercicio de paciencia, insistencia, y de tocar puertas es encontrar financiamiento para rodar una película.



El proceso para buscar ayuda

Ixcanul se llevó a cabo con fondos privados. Con un primer corte establecieron una coproducción con Francia. Lo que se vio gustó, y luego los seleccionaron en Cinergia (Costa Rica), Haciendo Industria (Guatemala), el Mercado Audiovisual Latinoamericano (México) y Cine en Construcción en el Festival de

Cine de San Sebastián.

“Lo que para nosotros significó el primer contacto con un público profesional y con representantes de festivales internacionales”, opina Pilar Peredo, productora de Ixcanul (Guatemala), filme ganador del Festival Internacional de Cine de Berlín.

Mientras que se pudo terminar la posproducción de La salada (Argentina), de Juan Martin Hsu, con el premio de Cine en Construcción del Festival de San Sebastián y el premio de Primera Copia del Festival de La Habana en 2014.

La realizadora Patricia Velásquez cuenta que Dos Aguas (Costa Rica/Colombia) fue realizada gracias al apoyo de Cinergia, Ibermedia, Proartes y distintas empresas privadas.

“El proceso ha sido fluido, pero es lento y va a atrasando la realización de la película”, resalta Velásquez.

Si no fuera por Cinergia, “el único fondo que ayuda al cine centroamericano, esta película nunca hubiera visto la luz. Yo sabía que la apuesta era muy grande, una película pequeña, sobre una historia particular”.

Quien lo dice es Augusto César Díaz, guionista y director de Territorio liberado (Guatemala). “Los fondos internacionales no nos apoyaron, tal vez porque en aquella época yo no tenía las cosas tan claras, les estaba pidiendo un cheque en blanco, y a menos que tengas un nombre muy grande, no lo hacen”, confiesa.

“Las ayudas fueron cayendo poco a poco”, rememora Díaz. “Luego tuvimos un fondo francés muy pequeñito, pero con mucha reputación, lo cual hizo que tuviéramos mucha mas credibilidad y ya casi al final, cuando estaba en la etapa de terminar la película con amigos y favores, llegó el fondo de Imcine para Centroamérica, con lo cual pudimos terminar de una manera más profesional”.

“Hubo personas que estuvieron ahí siempre, como Julio Hernández Cordón, Juliette Cazanave, Jayro Bustamante o Pilar Peredo, ellos creyeron hasta el final en el proyecto”, dice Díaz.

Para Laura Amelia Guzmán, una de las directoras de Dólares de arena (República Dominicana), es el punto más complicado.

Empezaron la financiación del desarrollo del proyecto por los fondos internacionales que “ofrecen los festivales de cine, como es el caso del fondo Hubert Bals y del programa Ibermedia para el cual hicimos una coproducción con Argentina y México”.

A raíz de esta coproducción, recuerda Laura Amelia Guzmán, pudieron más tarde recibir el apoyo del Instituto Nacional de Cine y

Artes Audiovisuales (Incaa) y el Instituto Mexicano de Cinematografía. En República Dominicana tuvimos el apoyo del Fonprocine; un nuevo fondo para la producción que se creó a raíz de la nueva ley de cine”.

Hay películas que tienen un recorrido más sencillo a la hora de encontrar que se les brinde el dinero necesaria para el rodaje.





SENDEROS MÁS CORTOS

Distinto ha sido el caso del director Chusy Jardine, al que le fue fácil al principio hacer posible su documental Gigante (Puerto Rico/Estados Unidos), aunque siempre hay un pero.

Cuatro inversionistas abonaron dinero para Gigante “en buena fe y en partes iguales: mi compañía Plan a Films fue uno de ellos. Sin embargo, cuando se acabó la plata, la película se hizo con un equipo de tres y muchas veces era apenas yo, solito, con una cámara”.

La producción argentina Aire libre, de Anahí Berneri, estuvo a cargo de Rizoma, Burman Dubcovsky Cine y Patagonik con el apoyo del Incaa e Ibermedia. “Tuvimos la suerte de que Disney la estrenara”, añade.

Con Ocho apellidos vascos (España), el productor Álvaro Augustin Regañon manifiesta que se desarrolló desde el inicio “con un planteamiento humilde, sin grandes dificultades, y no fue complicado armarla”.

Aún mejor le fue a los realizadores Juan Fernando Andrés y Esteban Roel, responsables de Musarañas (España), quienes no tuvieron dolores de cabeza.

Roel indica: “los productores Alex de la Iglesia, Carolina Bang y Kiko Martínez pusieron el dinero de su bolsillo para poder llevar a cabo esta aventura, y es algo que siempre agradeceremos”.

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