La película ‘Carol’, un canto amoroso a ser libre

La película ‘Carol’, un canto amoroso a ser libre


Por segunda ocasión, Todd Haynes se traslada a la década de 1950 para acercarnos, desde el cine, a las interioridades de la clase adinerada estadounidense.

Este director utiliza los recursos del melodrama para criticar la intolerancia sexual, de clase y racial, y de paso, les recuerda a los espectadores que no siempre una vida cómoda es sinónimo de una existencia feliz.

En Far from Heaven (2002), una ama de casa de Connecticut (Julianne Moore) se enfrenta a una crisis matrimonial: descubre que su esposo es homosexual (Dennis Quaid) y a ella le atrae un obrero afroamericano (Dennis Haysbert).

En Carol, nominada a seis premios Óscar, y a nueve nominaciones a los Critics Choice Awards, una tímida Therese (Rooney Mara), dependiente de un almacén por departamentos, queda eclipsada al ver la belleza y la fragilidad de Carol (Cate Blanchett), una señora bien al borde del divorcio.

Como ocurre con los personajes del director Douglas Sirk, los sensibles seres humanos de Todd Haynes se replantean quiénes son a medida que ven su realidad resquebrajarse y buscan en el amor una forma de salvarse del naufragio que da como resultado la rutina, los prejuicios o los vicios.

La sociedad plantea el mayor obstáculo para alcanzar la felicidad, ya que los reprime en términos sexuales, al no permitirles expresar sus sentimientos en público y terminan refugiándose en lo privado para que sus corazones sean libres.

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UNA DELICADA Y EMOTIVA PRODUCCIÓN

Carol  (Reino Unido), seleccionada como una de las 10 mejores películas de 2015 por el American Film Institute, es una sutil película de amor e intolerancia sexual, en la que no hay lecciones directas sobre la igualdad, aunque el espectador llega por sí solo a esa conclusión.

Sus diálogos tienen una carga erótica enorme cuando los personajes pronuncian palabras claves que parecen nimias y no lo son.

Sus imágenes poseen una belleza poética sin igual, al punto que recuerdan las pinturas colmadas de clausura de Edward Hopper.

El diseño de producción de Judy Becker y la banda sonora compuesta por Carter Burwell evocan siempre nostalgia por un momento que pasó. Tanto el vestuario elaborado por Sandy Powell como la fotografía de Edward Lachman son exquisitos y elegantes.

Carol es una distinguida y refinada caja que encierra a hombres y mujeres abandonados y encerrados en las estrechas paredes del convencionalismo social.

Confirmado, estamos ante el cine de corte clásico del estadounidense Todd Haynes, un director incapaz de condenar a sus personajes, un artista que sabe establecer un marco romántico en medio de tragedias cotidianas: amores y desamores, fidelidad y traiciones, soledad y tristezas, depresión y descontrol.

Cuando Patricia Highsmith publicó el libro The Price of Salt (El precio de la sal), en el que se inspira Carol, causó todo un revuelo en 1952. Cuando el lector llega al desenlace de esta pieza narrativa y descubre que nadie muere ni termina en la cárcel, ni es expulsado al infierno de los pecadores por luchar por lo que le dicta su corazón, la indignación fue aún mayor porque se suponía que debía tener un final aleccionador y de castigo al mejor estilo de las novelas de Emile Zola, aunque algo de eso hay cuando Carol toma una decisión en torno a la custodia de su hija.

Aunque Carol, adaptada al cine por Phyllis Nagy, ocurre en 1950, su contenido, sus dilemas y sus mensajes tienen una actualidad asombrosa, pues los sufrimientos y anhelos de sus personajes no solo son universales, sino también atemporales.



QUERIDO LEAN

El manejo de cómo se inicia y de qué manera evoluciona la relación entre Carol y Therese y las consecuencias posteriores que se registran por enamorarse hacen que uno asocie el melodrama de Todd Haynes (también director de la sobresaliente I'm Not There) con el hermoso drama romántico Lean’s Brief Encounter (1945, Reino Unido), del director inglés David Lean.

La película de David Lean presenta a un hombre y a una mujer, los dos alejados de la juventud y ambos casados, que se encuentran por casualidad en una estación de tren y sus respectivos desamparos los conducen de la amistad al adulterio.

En tanto, Carol, nominada a cinco premios Globos de Oro, es sobre una chica que busca su identidad sexual y que está tras su deseo de ser algo más que una dependiente de la sección de juguetes de un almacén de Manhattan, y una madura dama de sociedad aislada porque no es feliz en un matrimonio construido de mentiras, doble moral y convencionalismo práctico.

Al principio, en la relación Carol es la dominante, la experta, la que sabe todas las respuestas y Therese es la virgen inocente, aunque emprendedora que trata de estar a la altura de los hechos.

Luego, cuando deciden tomar en serio su relación amorosa, entonces los papeles se invierten y Therese es la sensata y coherente que impide que Carol haga una tontería por culpa de la desesperación y la impotencia que la aqueja.



LEJOS DE SER RIPLEY

La relación entre Therese y Carol es lo más igualitaria posible dada la época y la circunstancias en las que se conocen, tomando en cuenta que hay un mundo que las separa: una es de clase trabajadora y la otra rica, una aspira a ser una profesional y la otra no quisiera dejar su cómoda condición de ama de casa y las dos pertenecen a generaciones distintas.

Carol estudia las relaciones desiguales amorosas de forma distinta y en otro tono al que planteó la propia Patricia Highsmith en su obra The Talented Mr. Ripley (El talentoso Sr. Ripley), llevada en 1999 con acierto a la pantalla grande por Anthony Minghella.

En The Talented Mr. Ripley, que también se desarrolla en los años de 1950, Ripley es un simple empleado que tiene planes de escalar socialmente, no importa lo que deba hacer para conseguirlo. Estos dilemas no le pasan por la cabeza a Therese.

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