El sacerdote Héctor Gallego, tras 45 años de su desaparición

El sacerdote Héctor Gallego, tras 45 años de su desaparición


Para el escritor Joaquín González Justavino, el sacerdote colombiano Héctor Gallego es el primer mártir de la Iglesia católica panameña.

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El misionero concentró todos sus esfuerzos para que los pobres de Santa Fe de Veraguas supieran que no estaban solos en sus luchas reivindicativas.

La dictadura militar del general Omar Torrijos Herrera detuvo a Gallego en junio de 1971 y desde entonces está desaparecido.

Su figura ha sido investigada por González Justavino y el resultado es su novela La ocarina de oro, que presentará este 7 de junio, a las 7:00 p.m., en la Escuela de Bellas Artes de la Alcaldía de David, en Chiriquí.

JUSTICIA TROPICAL

-¿Cuándo fue consciente de la relevancia de Gallego?

A partir del momento mismo de su desaparición física, toda vez que su fecunda y hasta ese momento callada labor, basada en un cristianismo profundo y solidario entre los campesinos de Santa Fe de Veraguas. Paradójicamente, a partir de ese momento se hizo del conocimiento público en todo el país, a pesar de los intentos de los grupos de poder político, militar y económico de aquella época de silenciar, minimizar o distorsionar los hechos acaecidos.

-¿Qué opina del proceso en torno a llevar a prisión a quienes lo desaparecieron?

En un país o gobierno que se precie de querer restablecer la justicia ante los tribunales, como complemento básico de la democracia que todos anhelamos fortalecer en Panamá, sería importante que este, al igual que muchos otros casos de pasada y reciente factura, se aclaren a la luz de la justicia, sin el sesgo del revanchismo, venganza o utilitarismo político que en ocasiones impera en nuestra tropical justicia.

-¿Ha quedado todo claro en torno a su caso?

No, si partimos del hecho de que hasta la fecha no se ha confirmado la ubicación de sus restos. Ello, pese a la abrumadora cantidad de indicios y pruebas recabadas que dan fe de su probable y fatal destino, así como la identificación de sus captores, y las posibles razones criminales que indujeron a estos en aquellos particulares momentos a querer acallar su voz e intentar deshacer los frutos de su labor.

MEMORIA HISTÓRICA

-¿Los gobiernos democráticos post dictadura le han dado su lugar a Héctor Gallego?

No ha sido así. Este tema entre nosotros los panameños de saber darle un lugar en nuestra memoria histórica y en nuestros corazones a quienes lo merecen, es un problema cultural y de valores que nos aqueja a gobernantes y gobernados, y que nos lleva inconscientemente a preferir el parecer que el ser.

En el caso de Gallego, lo más triste es que la propia Iglesia católica panameña no ha hecho suficiente esfuerzo para destacar su vida y obra, probablemente por las mismas razones de preferencia o distorsión cultural que ya apuntamos.

-¿Qué debe aprender un cristiano de Gallego?

El padre Héctor Gallego es uno de los mejores ejemplos, en tiempos modernos, de cómo practicar sin aspavientos ni fanfarrias una genuina misericordia, que nos lleve a ser amigo y no enemigo de la cruz de Cristo.

-¿Cómo surge su novela 'La ocarina de oro'?

En estos cruciales momentos de incertidumbre y desasosiego que vive nuestro país, la propia Iglesia católica, y el mundo entero, a raíz de los variados escándalos políticos, económicos y morales que nos sacuden a diario a todos, nos viene bien recordar que existen puntos de luz o asideros con extraordinarias virtudes, en los cuales podemos apoyarnos para mejorar nuestro imperfecto caminar como cristianos. Tal es el caso del padre Héctor Gallego.

-¿Cómo fue el proceso de investigación para su obra?

La ocarina de oro no intenta copiar o reproducir la historia, pero sí procuramos serle fiel, respetando el espíritu de la misma. Empezamos por documentarnos sobre los hechos vinculantes al tema. Nos preocupamos en captar con fidelidad la identidad simple y sencilla del carácter del personaje histórico.

Estructurada en personajes ficticios, subyace en la obra el propósito de recrear la personalidad del padre Héctor Gallego y sus vivencias como un merecido y honesto homenaje a su fecunda y tesonera labor de amor, justicia y paz entre los campesinos de aquel humilde y recóndito poblado, que todavía conserva su recuerdo, acurrucado en los oscuros rincones de la memoria, al tiempo que su legado, de a poco, se va perdiendo en la neblina de los tiempos.

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