El viaje entre lo histórico hacia la ficción no siempre es un tránsito placentero. Si bien Las Sufragistas es sustentada por un hecho real contundente, su guion se concentra más en un patrón sentimental y en un sabor estrictamente didáctico que en aspirar a ser un objeto de arte perdurable.
Más allá de que su trama no está a la altura de lo que cuenta, a pesar de que su fuerza visual es de corto alcance, si bien su ritmo es a un fuego demasiado lento, y por más que le haga falta mayor vitalidad poética, sin duda Las Sufragistas es de esas películas indispensables.
¿Por qué? Verla es una obligación moral, porque da a conocer las injusticias sufridas por las mujeres, tanto ayer como todavía hoy, siendo esta parte la más solvente de esta producción por su hondura dramática.
Su solemnidad radica precisamente en narrar una etapa deshumanizada, en la que las mujeres eran menos que objetos decorativos. Eran entes sin derechos y solo con obligaciones, seres humanos marcados por la discriminación y la desigualdad.
No es que estas situaciones lastimosas hayan terminado por completo, pero el mundo, por lo menos en muchas partes de occidente, le es más brillante a las damas que en décadas pasadas.
PERSONAJES
En Las Sufragistas, una capaz Carey Mulligan encarna a Maud Watts, una esposa y madre de la clase baja, que desde niña labora como lavandera en el Londres de 1912.
Al inicio, Watts no está involucrada en la gesta libertaria a favor de los derechos de la mujer, pero poco a poco se va involucrando en el movimiento, ya que un día se cansa de los abusos de su lascivo patrón, de la ausencia de dignidad de su marido, de la hipocresía de la clase política y de la sociedad inglesa.
Que Las Sufragistas se concentra en la vida de Watts fue un error táctico, aunque Carey Mulligan lo haga de forma genial. Por un lado, porque es un ser imaginado. Por otro costado, porque su personaje central debió ser Emily Davison (Natalie Press), que sí existió y que literalmente dio su vida a la causa a favor del sufragio femenino, cuando en 1913 hace una protesta arriesgada durante una carrera de caballos y ella apenas aparece en el argumento, cuando debió ser la protagonista absoluta y esto le hubiera dado más fortaleza a la trama.
Otra que está de más es Meryl Streep. No porque el desempeño de Streep sea menor en su rol de la activista política Emmeline Pankhurst, sino porque solo sale en dos o tres escenas, cuando tanto la intérprete como su personaje le hubieran dado más sustancia a la propuesta.
Quien tiene una presencia positiva es la actriz Helena Bonham Carter, la que hace las veces de Edith Ellyn, una farmacéutica impetuosa y aguerrida.
A pesar de todo esto, Las Sufragistas es digna de ser vista, cuando tiene sus más notables aciertos y cuando adquiere más credibilidad, es al denunciar el machismo como una conducta marcada por el despropósito.
MANTENER LA LUCHA
De igual manera, es interesante que narre una etapa del combate que se basó en la violencia (destrucción de ventanas de comercios y voladuras de buzones del correo) como un método desesperado y radical de enfrentamiento ante tanta opresión de las que fueron víctimas por parte de los hombres.
Las nuevas generaciones, que dan todo por sentado y conquistado, deben asistir a la clase de historia que brinda Las Sufragistas para que se actualicen, para que no permitan que les arrebaten los avances alcanzados, para que la llama de la libertad y la igualdad se mantenga encendida en cada punto de la Tierra.
Por eso, la cinta aboga, con su tono informativo y su reflexión histórica, que no se puede pasar la página, que se debe estar atento para que los beneficios obtenidos no se pierdan y que otras luchas pendientes de triunfo también se logren alcanzar.
La directora Sarah Gavron (Brick Lane) y la guionista Abi Morgan (La dama de hierro) invitan al espectador a enfrentarse a su pasado y a su futuro, y que se pregunte sobre su futuro, que exija respuestas a sus líderes y que no pierda la oportunidad de participar en la construcción de una sociedad que sea cada vez más justa y equitativa.
Ambientada en la Inglaterra de inicios del siglo XX, Las Sufragistas presenta una mirada clásica de una lucha reivindicativa que todavía no ha terminado por completo, ya que al final de la cinta se enumera en qué años la mujer pudo ejercer su derecho al voto en varios países y le recuerdan a la audiencia que, por ejemplo, fue en 2015 cuando lo hicieron en Arabia Saudita.
El largometraje es conmovedor, porque muestra los abusos físicos y emocionales que sufrieron las sufragistas por parte de los representantes de la ley y de la mano de los políticos, todos hombres, y por ende, poco o nada identificados con la gesta femenina y que tenían un ínfimo resquicio de solidaridad hacia este sector desfavorecido.
La denuncia social y la calidad de sus actrices es lo que salva de la falta de ambición artística a Las Sufragistas. Ambos elementos le permite entretener y educar a la audiencia, lo que es bastante en una industria audiovisual que a veces carece de carácter.
¿Qué conquistas todavía faltan ser alcanzadas por las mujeres en el mundo? Compartan sus opiniones.
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