En este mes de junio y para mayor precisión, el día primero de este mes, se ha estado conmemorando un aniversario más del comienzo del Instituto Nacional. Fue el artículo 20 de Ley 22 del 1º de junio de 1907 el que ordenó su fundación. Ya existía tan temprano como en 1904 la Ley 11, presentada por el secretario de Instrucción Pública de ese tiempo, Melchor Lasso de la Vega (gobierno de Manuel Amador Guerrero), en la cual se trataba de organizar nuestro futuro proceso educativo. Allí también se hablaba de fundar "un colegio" cuyos estudios tomarían seis años. El nombre de Instituto Nacional nunca figuró allí.
Una comisión compuesta por los educadores Abel Bravo y Arturo Amador García le hizo a la ley de 1907 algunas modificaciones, una de las cuales fue la de llamar a la nueva institución educativa Instituto Nacional.
Para su primera organización se destinó el equivalente actual a 20 mil balboas. En ese tiempo no se hablaba como ahora de millones.
Entre otras novedades se establecían 35 becas, 5 por cada una de las 7 provincias que para esos tiempos existían. Pero aún faltaba más, y fue el Decreto Ejecutivo número 17 de 1909 el que ordenaba que fuese el 1 de abril de ese año cuando el Instituto ya comenzara en la práctica a funcionar. A este se le incorporaron la Escuela Normal de Varones (creada por el Decreto #7 de 1904), la Escuela Superior de Varones (Decreto 150, también de 1904), además del Colegio de Comercio e Idiomas (creado por el Decreto 126 de 1906).
También quedaron especificadas diferentes materias que allí se irían a enseñar. Recordemos que para 1909 el presidente de la República lo era José Domingo de Obaldía y el secretario de Instrucción Pública, hoy lo llamaríamos ministro, Eusebio A. Morales, quien fue uno de los que más luchó porque el futuro Instituto Nacional, fuera una magnífica realidad.
Esperamos no confundirlos con tan variadas fechas, ya que ahora nos toca decirles que la inauguración oficial del Instituto tuvo lugar el 25 de abril de 1909, siendo su primer director Justo A. Facio, veragüense, pero afincado en Costa Rica, desde donde fue llamado para ocupar tan honroso, delicado y en sus orígenes, complicado cargo.
En sus inicios, la edificación ocupada por la Escuela Manuel José Hurtado fue la primera en que se asentó el Instituto Nacional —quedaba en la calle 14 Oeste del barrio de Santa Ana—, y como en ella no cabían tantas nuevas dependencias, el Gobierno tuvo que comprar por la suma de 14 mil 250 balboas varias edificaciones vecinas.
Por lo menos 15 profesores extranjeros trabajaron inicialmente en el Instituto, pero también los hubo nacionales que respondían a los nombres de Alfonso Fábrega, Eusebio A. Morales, José D. Moscote, Ricardo J. Alfaro, Nicolle Garay, Narciso Garay padre, Rafael Benítez y Manuel Alguero.
Por fin, la nueva edificación, la que el plantel ocupa actualmente, terminó de ser construida en el mes de mayo de 1911. El instituto inició allí labores tres meses más tarde. Vale la pena también recordar que su arquitecto fue Genaro N. Ruggieri y la construcción en sí estuvo a cargo del ingeniero Florencio Harmodio Arosemena.
El 11 de enero de 1913 se graduaron los 14 primeros educadores producto del Instituto, claro que vale el publicar sus nombres por orden alfabético de sus apellidos: Rafael E. Arosemena, Alfredo D. Dubois, Arcadio Castillero, Ernesto de J. Castillero, José Guardia Vega, Fernando Lombardo, Guillermo Méndez, Fermín Naudeau, Manuel de J. Pereira, Feliciano Quirós y Quirós, José S. Retally, Horacio D. Sosa, Cristóbal Adán de Urriola y José Ángel Vargas.
En anteriores números de "Raíces" hemos publicado la lista de graduandos con posterioridad en otras profesiones.
Pasando a otro tema, hablamos telefónicamente con el Dr. Diego Domínguez Caballero, ya que su efigie fue confundida en las Raíces del domingo pasado. El que apareció era don José Rogelio Domínguez, funcionario universitario, secretario en un tiempo en nuestra embajada en España, y quien trabajó también en el Ipat.
No cabe la menor duda de que nuestro talón de Aquiles lo constituye la identificación de personajes.
Textos: Harry Castro Stanziola Fotografías procesadas: Ricardo López Arias Comentarios: vivir+@prensa.com