Un grupo de estudiantes sentados en sus pupitres tomando notas, mientras el profesor dicta la clase. Esa es la imagen que a muchos les viene a la mente cuando les hablan de educación.
Aprender, sin embargo, no tiene que quedarse en esta imagen. Hay métodos alternos más divertidos que han probado tener un efecto más efectivo sobre los alumnos y su aprendizaje.
“Los métodos de siempre ya están anticuados”, asegura Isabel Espitia, directora del Centro de Educación Temprana (CET). Para ella, inhiben la curiosidad, forzando al alumno a memorizar. “Imaginemos a un grupo de niños haciendo manualidades con pintura, y uno de los niños decide llevar la actividad a la pared. En vez de detenerlo, se debería recubrir la pared con papel o algún otro material, y dejar que el estudiante explore su idea. Lo que necesitan los alumnos es participar activamente en el aprendizaje”.
La idea de aprender jugando y dejar que el alumno sea guiado solamente por su imaginación no es nueva.
Hace 130 años, la pedagoga italiana María Montessori, fundadora del método Montessori, comenzó lo que en ese entonces era un método revolucionario de enseñanza, centrada en permitir que el estudiante dirigiese su aprendizaje conforme a lo que le llamaba la atención en el momento. El maestro (“director”, en ese método) jugaba el papel de observador, cuyo deber era asegurarse que el estudiante tuviera las herramientas necesarias para desarrollar su curiosidad.
Edith Mallanero, coordinadora de las salas de exhibición del Centro de Ciencias y Arte Explora, coincide con Espitia, y agrega que “a través del juego, el niño aprende más, porque queda envuelto en el tema en vez de ser este algo ajeno a su persona”.
Según Mallanero, métodos como el lúdico -en el que el menor aprende ve, toca y analiza lo que observa- y el constructivismo -en el que se le permite crear figuras con legos o palitos de madera y dar rienda suelta a su creatividad- son efectivos.
Aunque -advierte- no se debe dejar de lado el método de la teoría y los apuntes en la clase, todas las materias -y en todos los niveles- deberían incluir la parte práctica.
También hay videojuegos -como Brain Age y Big Brain Academy- que estimulan y mantienen activo el cerebro de los jugadores.
A través del juego, explica la terapeuta Laura Fábrega, “se desarrollan habilidades motoras y de balance, además de la curiosidad”. Un buen juego, sostiene, “es pretender que se es bombero, mamá o papá. Estos juegos dejan que el niño explore qué implican estos trabajos”.