Si la cultura de Panamá se pudiera medir con base en la calidad de sus museos, bibliotecas, teatros y librerías, la propia directora del Instituto Nacional de Cultura, María Eugenia Herrera, le pondría 1.5.
Eso declaró la semana pasada a este diario. Dijo que “todo” lo había encontrado “mal”: “las bibliotecas están llenas de polvo, los museos se están cayendo, las escuelas están feas y los teatros están llenos de filtraciones”.
Las filtraciones a las que Herrera se refiere son notorias, especialmente, en el Teatro Nacional. Este, el más importante del país, fue restaurado hace tres años, aunque no a profundidad, y desde entonces, no se le ha dado mantenimiento.
En una gira realizada por este diario, acompañados por Herrera, se constató que el Foyer, el espacio donde más eventos sociales se realizan, muestra ya los pasteles de Roberto Lewis deteriorados, las paredes rajadas y la pintura levantada.
Además, varias de las lámparas están quebradas. “Es la joya más importante que tenemos en el ámbito nacional y, definitivamente, ha sido descuidada”, declaró Herrera.