ebo admitirlo: estaba nerviosa. Éramos un equipo de nueve personas: ocho muchachos y yo. Jamás había jugado paintball y la frase "solo sales con algunos moretones" no me tranquilizaba.
Y para los que tenían dudas, sí, sí duele cuando la bala pega. Pero no es el fin del mundo.
Experiencia
Víctor Españó, administrador de Panama Paintball, nos recibió un domingo en las instalaciones de la cancha bajo techo. Nos recordó que el paintball es el tercer deporte extremo practicado a nivel mundial.
Prepararon las pistolas que íbamos a alquilar, nos repartió chaquetas protectoras (que no me puse), máscaras y la cantidad respectiva de "balas": unas bolitas de colores un poco más grandes que un balín.
Cuando todo estaba listo, el árbitro anunció "juego" y los dos equipos se movilizaron. Se realizaron los primeros disparos. Uno me dio en la barriga y me dejó un moretón del tamaño de un "cuara". Decidí ponerme la chaqueta protectora.
Jugábamos "frontera", donde los miembros de un equipo no podían pasar la raya del medio hacia la base de otro equipo. Luego cambiamos de estrategia y nos vimos con los miembros del equipo contrario justo a nuestro lado. ¡Emocionante! Solo nos tocaba rendirnos para no recibir una balacera de pintura (no mancha).
Cada juego demoró unos cinco minutos y las personas "muertas" (manchadas) eran eliminadas hasta la próxima ronda. Estuvo tan divertido que las dos horas pasaron volando. Terminamos sucios y moreteados, pero con un sentimiento de satisfacción.
Vea Guerra de pintura

