Bajo una cabaña elaborada con palmeras secas y palos endebles, mujeres con trajes coloridos y hombres con ropas desgatadas -algunos con el rostro untado de carbón- forman un círculo mientras cantan y bailan briosamente al ritmo de golpes de tambores. A su vez, otros se juntan y se mueven también al sonido de la percusión.
Muy cerca de la choza ubicada en Nombre de Dios, hombres disfrazados con enormes máscaras de figuras diabólicas danzan y hacen blandear látigos para infundir terror entre los presentes. Azotan a los hombres y mujeres que se atreven a bailar con ellos en una especie de desafío.
En este festejo que coincide con el miércoles de ceniza de la tradición católica y se realiza entre la población afrocolonial que habita esta remota comunidad, los bailes y rituales se denominan “congos” y han cobrado mayor importancia cultural debido a que en diciembre de 2018 fueron designados como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.
El baile congo, en esencia, rememora la rebeldía del esclavo negro hacia la opresión española en épocas de la colonia en el caribe panameño. Los ritos y las danzas tienen un tono burlesco hacia la opresión, pero se llevan a cabo con alegría.
No existe un consenso sobre el origen de la palabra “congo” para denominar a esta costumbre ni se tiene una fecha exacta de cuándo surgió. Quienes lo practican sólo tienen certeza de que se lleva a cabo desde que tienen memoria.
Yodailis Catuy, de 25 años, fue elegida como la reina congo de este año y se siente muy honrada por la distinción. Dice que aunque le “corre por la sangre el amor por las tradiciones congas”, nunca se imaginó que sería elegida reina del festejo.
“Adquirí la responsabilidad con el pueblo de Nombre de Dios en honor a mi abuelo”, explica la joven.
Su comunidad la eligió en memoria de su abuelo Roberto Catuy, que falleció el año pasado y durante 30 años había sido el “diablo mayor”, como se denomina al hombre del pueblo que lleva la mayor cantidad de años disfrazándose de diablo para el festejo.
La reina conga lleva una pollera hecha de retazos de telas de colores vivos, una camiseta ancha, y una corona hecha de cartón revestido con papeles brillantes y adornos de flores, cuentas y cintas de colores.
“Me siento muy feliz, muy orgullosa de vivir la tradición de los congos”, asegura la joven mostrando alegría y cansancio mientras hace una pausa.
Los congos son “una alegría”, “una tradición”, agrega Aura Maria Solís, de 72 años y una de las dos mujeres que cantaba durante el festejo que presenció The Associated Press. “Desde que recuerdo, mi abuela y mi mamá bailaban congo... El congo es una especie de burla y la hacemos y mujeres y hombres”, añade.
El festejo de los congos comienza antes del mediodía del miércoles de ceniza, cuando hombres y mujeres en jolgorio al ritmo de cantos y tambores recorren el poblado. Al recorrido le denominan ir a “Cerro Brujo”, aunque el cerro no existe como tal y el recorrido se realiza en la comunidad. En el jolgorio van mujeres que reparten licor en totumas, como se llama localmente a las vasijas.
“Si usted no quiere, lo escupe”, explica Aura.
Tras el recorrido se van al rancho en donde continúa los bailes.
Como se hace cada año, después del medio día el jolgorio sale en busca de los diablos, unos veinte hombres disfrazados y reunidos en una vivienda, y de allí todos se dirigen a la choza --que llaman “palacio”- rodeados de compañeras empolleradas y al ritmo de dos mujeres que cantan una pieza llamada “Diablo Tum Tum”, tradicional para ese momento.
Los hombres disfrazados de diablos realizan bailes y con látigos de sogas azotan a todo al que los desafíe en el baile, incluyendo mujeres que llevan pantalones debajo de las polleras para aminorar el dolor.
El festejo acaba al bajar el sol, cuando los diablos son bendecidos.
Cuando la UNESCO designó esta tradición como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, consideró que “desde muchas generaciones atrás este elemento del patrimonio cultural ha contribuido a la integración social y constituye un medio de expresión de la alegría y sensualidad de las comunidades congos”. Agregó en su sitio en internet que “la transmisión de los conocimientos y prácticas del elemento se efectúa oralmente y es obra de todos los participantes”
Nombre de Dios es uno de los primeros asentamientos en tierra firme de los conquistadores españoles. Tiene actualmente 510 años de fundación.Los habitantes de esta apartada comunidad se dedican principalmente a la pesca y a las actividades agrícolas.