El concepto "industria creativa" fue utilizado por primera vez en la década del 1990 en Australia, y se hizo popular a finales de la década en Reino Unido. Desde entonces no ha hecho más que crecer y la evidencia que se acumula es cada vez más convincente (tanto por cantidad como por calidad), según el coautor del libro La economía naranja: una oportunidad sin límites.
¿Qué lo motivó a investigar y luego escribir este libro?
La necesidad sentida de llegar a un público más amplio, con información sobre la importancia económica de la cultura. Es un sector enorme en términos económicos, y crítico en materia social, sin embargo ha sido tradicionalmente invisible a los ojos de los tomadores de decisiones alrededor del mundo.
¿De quién es la tarea de que se hagan visibles los beneficios de la economía naranja?
De todos. Pero fundamentalmente es una tarea que debe empezar desde el corazón de los creativos y de los artistas. No es que tengan que adoptar el “patrón oro” como mecanismo único de medición de su propio éxito o de la calidad artística. No. Es simplemente que dejen la antipatía por los números, y que entiendan la importancia y el valor de las mediciones para la toma de decisiones por parte de los economistas y los políticos.
¿Qué es lo que ha impedido que los Gobiernos coloquen a la cultura como prioridad?
Esencialmente es un tema de “envase”. Mientras que independientemente del tipo de vehículo (auto, tren, camión, etc.) en las estadísticas oficiales estos aparecen todos como una misma categoría, que es relativamente fácil de cuantificar y comunicar, las actividades que conforman la economía naranja se encuentran dispersas en las estadísticas oficiales en docenas de categorías. Esto hace muy difícil su cuantificación y comunicación. Es por esto que estudios como los que viene adelantando la OMPI, la proliferación de cuentas satélites de cultura en Latinoamérica (fórmula técnica para la generación de estadísticas oficiales en sectores complejos como cultura, medio ambiente y turismo), y nuestras propias aproximaciones desde el banco, son fundamentales.
Hay artistas o trabajadores de la cultura a quienes no les gusta ver lo que hacen como un producto que se vende, ¿riñe en algo el espíritu artístico con la palabra economía?
En lo absoluto. La creación cultural y la actividad económica son dos caras de una misma moneda: las interacciones e intercambios entre individuos de todo tipo. Lo que pasa es que cuando uno tiene una moneda en la mano solo puede ver una de sus caras, y nos hemos acostumbrado a pensar que solo cuenta la que vemos más seguido. Entonces, si soy una mujer de negocios me acostumbro a pensar que solo tengo que vender cuenta. Y si, por el contrario, soy una artista, me acostumbro a creer que solo vale la expresión de mi identidad. La clave es entender que la existencia del otro, y sobre todo de una zona de intersección muy grande que genera montones de oportunidades y de riqueza, no son contradicciones. Son simplemente realidades que se aprovechan mejor reconociéndolas.
¿Cómo ha sido la demanda de los bienes y servicios creativos en el último lustro?
No contamos con datos precisos sobre este periodo. Sin embargo, las cuentas satélite de cultura, es decir, las estadísticas oficiales de Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Estados Unidos, México y Uruguay, así como los estudios adelantados por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual y nuestros propios cálculos, nos indican que desde que se inició la Revolución Digital hace 15 años, el crecimiento de la economía naranja ha sido consistentemente mayor que el de la economía en su conjunto.
Kreatópolis
Durante el Encuentro de Cultura, Innovación y Economía Creativa Trama 2015, que se celebra en el centro de Convenciones de la Ciudad del Saber, del 15 al 18 de septiembre, Fabián Koss, del Banco Interamericano de Desarrollo, presentará la conferencia “Kreatópolis: Ciudades Creativas para el futuro de Latinoamérica y el Caribe”.
La palabra Kreatópolis surge como una especie de título para el concepto de ciudad creativa, explica Felipe Buitrago, coautor de La economía naranja: una oportunidad infinita. "Entonces, cuando una ciudad adopta o entiende esa idea de que su futuro económico y su posibilidad de generar oportunidades de empleo y de crecimiento para los habitantes está basada en los conocimientos, en las industrias creativas, entonces es una Kreatópolis".
Una ciudad creativa debe dar espacio a la innovación, resultar atractiva para los creativos, facilitar la creación de negocios, tener buenos sistemas de comunicación y una educación de altura, según Buitrago. "Una ciudad que no tenga un buen acceso a banda ancha o que el transporte público sea bastante deficiente, es una ciudad que difícilmente va a generar negocios que se den con la velocidad y la interconectividad que necesitan este tipo de negocios".
De las 69 ciudades que cumplen estos requisitos y conforman la red de ciudades creativas de la Unesco, siete son de Latinoamérica y el Caribe: Buenos Aires (Argentina), Bogotá y Popayán (Colombia),Florianápolis y Curitibá (Brasil), Nasáu (Bahamas) y Jacmel (Haití).
Koss hablará de esas ciudades, pero también busca poner en el lente a la juventud, sus realidades y necesidades, demostrando que es un área que es joven, no solamente por la economía naranja, sino por el interés de los actores que están trabajando en este campo.
"Sabemos que en las industrias creativas, los jóvenes, en muchos casos son los motores, los gamers, los artistas, los que están diseñando y haciendo aplicaciones, están interesados en formas innovadoras de promover el turismo, la moda, la música, el teatro", comenta. De ahí que considera que la educación es primordial, y recurre a las cifras. "Tenemos 107 millones de jóvenes de entre 15 y 24 años, y 10 millones de jóvenes entran cada año al mercado laboral de la región. Las industrias creativas son una opción para captar el interés".