Un montón de mis amigotes se han ido a Madrid, así que para no morirme de la envidia esta Semana Santa, me fui al nuevo hogar de Al Andalus, para comerme una buena mariscada y sacarles la lengua.
Comenzamos con unos champiñones y portobelos salteados con un rico toquecito de cayena, y unos ajitos caramelizados que eran como lasquitas de felicidad.
Seguimos con una ensalada de langostinos con salsa de berros, que fue un disparate.
Los langostinos estaban maltratados, llenos de agua como una esponja, y el berro, licuado con la vinagreta, había que buscarlo con lupa. Never again. Un pulpito al ajo pimentón estuvo rico y firme.
Luego pasamos a los platos fuertes: Unas colitas de langosta en sabayón de jerez estuvieron estupendas, al igual que una guabina delicadísima, con salsa de crema y eneldo, con el sabor de éste último algo marcado. Un poquito más y se les va la mano, pero no. Estuvo regia.
Tienen paellas para una persona, otras como la negra, solo la preparan para dos en adelante.
Pedimos la paella al vino, que es como la normalita, pero con un chorro de vino al final, y no le notamos nada extraordinario, ni nada malo tampoco. Normal.
Pero el wao del festín fue la zarzuela de mariscos, que fácilmente alimenta a dos: trajo dos medias colas de langosta, dos langostinos, un imponente trozo de pescado, amén de almejas, camarones, calamares en una salsa suntuosa, espesa, especiada, con fondo de tomates, muchos tomates concentrados.
De postre, disfrutamos de unas ricas peras al vino y una mousse de chocolate espesa, oscura, deliciosa.
Como tarea para después de Semana Santa me quedaron unas alcachofas con serrano y unos lomos de cerdo adobados tipo chorizo.
Veremos. Dixit.