Un bocado, un recuerdo. Más allá del valor nutricional que tienen los alimentos, las formas como se preparan, quién los prepara y en qué momento van construyendo la memoria de los pueblos.
“Todos los alimentos tienen un valor simbólico para nosotros. Generalmente, cuando las personas van a comer algo, siempre recuerdan alguna cosa”, comenta el antropólogo Kevin Sánchez, quien la tarde de ayer participó en las jornadas Hablemos de Patrimonio sobre “La cultura alimentaria de los pueblos indígenas de Panamá. Casos de los pueblos Ngäbe, Guna y Emberá”.
Kevin Sánchez
Antropólogo
Al hablar de cultura alimentaria, Sánchez se refiere al valor cultural de la comida en las relaciones sociales.
Así, por ejemplo, menciona el caso de una cadena de comida rápida en Bolivia.
“Fracasó no solo porque el Gobierno tiene una visión distinta, de colonial, sino porque también el procesamiento de los alimentos tiene un valor muy importante. Preparar los alimentos es tan importante como comérselos, y eso no lo ofrecía la comida rápida”, dice.
En el caso de los pueblos indígenas de Panamá, el intercambio que durante años ha tenido estas comunidades con el mundo occidental, ha hecho que cambien algunas costumbres alimentarias o que se introduzcan productos que antes no consumían. Y conocer esta cultura es importante no solo por su valor patrimonial, sino para tratar los problemas de desnutrición, muerte infantil y muerte materna, según el antropólogo.
“Para que las intervenciones sean pertinentemente culturales, que tengan una interculturalidad real, conviene reconocer las prácticas alimentarias del pueblo indígena”, comenta.
Alimentos milenarios
Productos como el maíz, la yuca, el ñame y el cacao tienen una historia profunda y se consumen “desde por lo menos mil años antes de Cristo”, agrega Sánchez. Así también, en la comarca Ngäbe Buglé aún se come el sagú, uno de los primeros productos que consumieron las comunidades paleoindias.
“Richard Cook ha hecho investigaciones sobre el tema”, acota Sánchez, quien también cita el trabajo de la nutricionista española Elena Saracho, que analizó las preferencias alimentarias del pueblo ngäbe y posteriormente hizo un estudio sobre soberanía alimentaria.
“Hay una serie de productos que son de preferencia para ellos, entre esos las iracas, pixbae, tubérculos, hongos (que nacen en los ríos o las quebradas), brotes pequeños de palmas, también hay otros productos que procesan, como el pescado molido o cangrejo molido”, enumera Sánchez, y destaca que todos tienen una historia de uso que va más allá de la colonización española.
La tradición y todo lo que envuelve la preparación de los alimentos y el momento como se consumen les da un valor. Es por eso que un panameño común puede reclamar el sancocho, pero el guna prefiere una sopa de verduras con pescado o dulemasi. El sabor no solo pasa por la lengua, también se anida en la memoria, por eso también es patrimonio.