La obra de teatro 'Tránsito': una absurda oficina pública

La obra de teatro 'Tránsito': una absurda oficina pública


Isabel Burgos plantea que su obra Tránsito, premio nacional Ricardo Miró en la sección teatro 2014, ocurre en un juzgado de tránsito “por motivos más metafóricos”.

La propia Burgos dirige su pieza, un montaje que se presenta hasta el 11 de septiembre en el Teatro La Estación.

Lo que buscaba como dramaturga era plasmar los conflictos que se dan en una oficina pública panameña promedio.

“Mil veces he estado en una institución y he pensado ‘si escribo esto que está pasando, la gente va a decir que soy una exagerada’. Pero la realidad, bah, no lo tengo que decir yo, todos lo vivimos”, destaca.

-¿Qué sensaciones te da ver en escena una obra escrita por ti?

Es como sembrar vegetales. Uno se imagina el tomate en la ensalada. Pero hay que tener paciencia, mucha paciencia, e ir dejando a la naturaleza y al caos hacer su trabajo también.

-¿Qué sensaciones despiertan en ti dirigir una obra tuya?

Al principio sentía que me iba a hacer falta una pieza vital, la de la interpretación del texto por parte del director. Cuando un dramaturgo escribe una pieza, esta pasa a través de los ojos del director y luego pasa a través de los ojos de los actores y finalmente pasa a través de los ojos del público. Sentía que siendo yo dramaturga y directora, me hacía falta un eslabón en el proceso. Lo hablé con los actores y les pedí que todos hiciéramos dramaturgia. Así fue, y el resultado es muy enriquecedor.

-¿Cuál fue el punto de partida de ‘Tránsito’?

Esta obra la empecé a escribir hace 15 años. Y no recuerdo cuál fue el punto de partida, pero probablemente fue una ida de mi esposo al Tránsito, que contada luego en su estilo de realismo mágico, narraba que hizo dos filas larguísimas. Una que tenía forma de caracol y cuando uno llegaba al centro desaparecía de esta dimensión y aparecía en otra. Y la otra fila era recta y terminaba en una pared donde no había nada. Es absurdo, por supuesto. Como es absurdo ir a una oficina pública. Como es absurda la vida.

-¿Cómo defines al panameño de hoy según cómo lo retratas en la obra?

Estoico. Sin capacidad de asombro. Viviendo una vida ligera, sin propósito. Solo. Pero súper divertido.

-¿Cuál es nuestra fortaleza como sociedad panameña y cuál es nuestra principal debilidad?

Una debilidad que tenemos es la de no considerarnos un grupo. La gente piensa que está sola en la calle. No toma en cuenta a los demás o al ‘otro’. Uno es uno, y lo demás no importa. Nos falta cohesión y me da risa que solo nos unimos cuando se trata de temas tan vanos y absurdos como ‘hay que sacar a la mujer que dijo que los panameños somos unos monos’, ‘cómo se cantó el himno nacional en tal evento’, ‘no era penal’, etc. ¿Y para hacer un mejor país, cuándo nos unimos? Nuestras fortalezas son muchas, somos un pueblo abierto y alegre.

-Uno de los temas de la obra es la justicia. ¿Qué es lo positivo y lo negativo de la justicia en este país?

La obra toca el tema de la justicia de manera general, mas en una visión macro. Ya no desde el punto de vista de si demora o no el juicio, o si sueltan a los delincuentes, sino desde si la sociedad es justa o no. Si nuestra visión como humanos incluye la justicia como un valor. ¿Es justo que un cierre de calles porque una comunidad no tiene agua desde hace un mes, perjudique a cinco mil personas? ¿Es justo que esa comunidad esté sin agua desde hace un mes? ¿Es justo que sean reprimidos por la Policía por protestar? ¿Es justo que uno en su casa, viendo la noticia por televisión y sin haber vivido ninguna de esas circunstancias, opine que hay que tirarles a los antimotines? ¿Es justo que los que sí tienen agua la malgasten sin conciencia, mientras otros no tienen ni una gota?

-¿A dónde vamos como sociedad?

Al mall.

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