Mateo Quijije Especial para La Prensavivir+@prensa.comAunque la frase "los perros de la guerra" viene del Julio César de Shakespeare, los perros han estado presentes en las guerras desde la prehistoria.
Sus tareas han variado de ejército en ejército, pero han sido muchas. El hombre domesticó al lobo hace 12 mil años en China.
El comportamiento grupal del lobo lo convertía en el compañero de cacería ideal. Muchos perros eran entrenados para morder las patas de los caballos adversarios, y así desmontar al jinete.
Según Michael Lemish, autor de War Dogs: A History of Loyalty and Heroism (Batsford Brassey), los perros pueden trabajar como vigías, rastreadores, mensajeros y detectores de minas y trampas.
Con su sentido del olfato pueden detectar soldados enemigos a mil metros, oler minas y detectar el aliento que despiden las burbujas de aire de los tanques de saboteadores submarinos. Para la Primera Guerra Mundial, los ingleses, belgas, italianos y franceses tenían miles de perros entrenados como mensajeros, centinelas o buscadores de heridos o minas; los alemanes tenían 7 mil canes. Pero no así Estados Unidos.
Pero los norteamericanos se pusieron las pilas para la Segunda Guerra Mundial, y para 1945 ya tenían entrenados 10 mil perros en 15 pelotones caninos.
Una de las razas más impresionantes de perros guerreros es la del terrier negro ruso. La raza fue desarrollada en Rusia en la década de 1950, mediante cruces selectivos de schnauzers gigantes y terriersairedales, rotteilers, newfoundlands y ovcharkas.
El resultado fue impresionante: un perro de proporciones enormes y capaz de trabajar en climas extremos. Otros perros de temple altamente apto para lo militar son los doberman (de eso sabemos bastante en Panamá), el labrador retrievers (por su acusado sentido del olfato) y, por supuesto, los pastores alemanes.

