La capilla de la palangana

La capilla de la palangana


Es un sábado en la mañana y la ciudad se ahoga en su bullicio. El movimiento de gente, buses y carros es febril. ¿Será otro día cualquiera, sucumbiendo a la vorágine comercial, o acaso al tedio de la rutina? Son muchos los panameños que creen aquello de que “en Panamá no hay nada que hacer”. Hoy nos proponemos buscar la aventura y descubrir nuestro país.

No muy lejos de los hormigueros comerciales de la capital sobre el Corredor Norte se encuentra uno de nuestros tesoros desconocidos, arropado por el manto espeso de la naturaleza. Para encontrarlo buscamos el apoyo de un experimentado guía, conocedor de las rutas coloniales y de las selvas que hasta hace poco cubrían totalmente esta parte de la antigua Zona del Canal. Nos abrimos paso a golpe de machete.

A una elevación de 10 metros sobre el nivel de la calle, pero como en otro mundo, aparecen súbitamente las ruinas de un asentamiento colonial español ocupado ---y luego abandonado--- siglos atrás. La edificación principal contiene nichos en la pared que le sobrevive, lo que sugiere que fue una capilla. El campo en su rededor está flanqueado por muros de piedra de media altura, similares a los que se encuentran en la vieja Castilla para guardar animales o delimitar propiedades. También se observan huecos de forma cónica excavados en el suelo que podrían haber sido utilizados para cocinar con leña o para recoger agua. Son los mismos que se encuentran todavía a lo largo del Camino de Cruces.

Es poca la información histórica sobre el sitio. Mapas antiguos identifican el sitio como Cárdenas ---que no debe confundirse con su homónima frente al canal---, probablemente por el apellido de algún hacendado de esa zona en el siglo XVII. Durante la ocupación estadounidense el sitio fue inspeccionado con frecuencia por ciudadanos de ese país. Hoy se identifica la ruina indistintamente como la Capilla de Cárdenas o de la Palangana. ¿La conocemos los panameños?

Esta edificación en este sitio preciso debió haber servido como punto de descanso para los viajeros que cruzaban el istmo por el Camino de Cruces hasta Panamá La Vieja. La misma es parte del sistema que incluye también al pozo colonial cuidado acuciosamente por la Universidad Tecnológica en su espléndido campus. No se han hallado mapas que revelen la ruta exacta del Camino de Cruces hacia Panamá La Vieja, pero estas construcciones son un fuerte indicio de que el mismo probablemente seguía la ruta de la vía Centenario, frente a la UTP.  El traslado de la ciudad en 1673 a San Felipe significó el desvío del Camino de Cruces que venía del Chagres, hacia Guayabal   ---hoy Clayton---, y el abandono de asentamientos que quedaron fuera de la ruta principal transístmica.  La suerte de Cárdenas estaba echada.

La recuperación de la Zona del Canal trajo consigo también el retorno de este invaluable patrimonio nacional. Diversos grupos de ciudadanos, como el grupo Tribu Guarumo, claman por su recuperación y protección. El potencial educativo y turístico del sitio es inmenso.

Corresponde a Patrimonio Histórico lograr su plena restauración, apertura al público y protección como parque arqueológico.  Más urgentemente, corresponde al Estado proveer fielmente los fondos necesarios para que Patrimonio Histórico y el INAC dejen de ser el patito feo del presupuesto nacional.  Una nación orgullosa de su identidad y necesitada de resaltar sus atractivos culturales y turísticos no puede darse el lujo de abandonarlos.

Nuestra muy cosmopolita capital guarda esta joya de su historia en sus entrañas, sin siquiera darse cuenta. Visítela, reclámela y exíjala: es suya. Tan cerca, ¡y tan lejos!

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