El parque arqueológico El Caño

El parque arqueológico El Caño


Desconocido para la mayoría de los panameños, en la gran llanura del Arco Seco coclesano se encuentra el más importante sitio arqueológico del país. El paisaje abierto hasta el horizonte y la suave brisa veraniega hacen recordar a la sabana africana. Aquí, en el corazón de zonas cultivadas cercanas a Natá, a dos minutos de la Panamericana, se encuentra una sorprendente necrópolis de nuestros antepasados: el Parque Arqueológico El Caño

+info

Venta de crucesLa capilla de la palanganaLos caminos ancestrales y el turismo modernoEl fuerte Terable, sobre el río Bayano

Los calificativos que la exaltan no son simple exageración bombástica. La edición en español de la revista National Geographic de enero de 2012 no dudó en escogerla para ilustrar su icónica portada, bajo el título “El Dorado de Panamá”.

En el terreno de ocho hectáreas se identifican cuatro montículos, cada uno de los cuales guardaba los restos de grandes figuras y sus allegados. Hasta el año 1978 eran doce; el resto se perdió bajo el ímpetu inconsciente de las máquinas de labranza de los viejos cañaverales. Como era usual, los distinguidos personajes iban preparados para su viaje a la eternidad con sus alhajas, pecheras de oro, piezas de cerámica y otras pertenencias. Las tumbas han sido excavadas bajo la atinada dirección de la arqueóloga hispano-panameña Julia Mayo, una apasionada investigadora de nuestra cultura ancestral en la zona.

La riqueza de los tesoros rescatados para la nación es tal, que estos se guardan en bóvedas bancarias y cajas de seguridad, a la espera de que el Estado provea un sitio seguro para su exhibición permanente al público. Hacia finales del año se prevé la apertura del nuevo museo en el sitio, que ilustrará al visitante sobre la técnica de las excavaciones y exhibirá algunas muestras de cerámica de los enterramientos. La sola construcción del pequeño museo revela el interés de dar a conocer el potencial cultural, educativo y turístico del parque --como debe ser--.  

La riqueza de los tesoros rescatados para la nación es tal, que estos se guardan en bóvedas bancarias y cajas de seguridad, a la espera de que el Estado provea un sitio seguro para su exhibición permanente al público. Hacia finales del año se prevé la apertura del nuevo museo en el sitio, que ilustrará al visitante sobre la técnica de las excavaciones y exhibirá algunas muestras de cerámica de los enterramientos. La sola construcción del pequeño museo revela el interés de dar a conocer el potencial cultural, educativo y turístico del parque --como debe ser--.  

Los enterramientos son testimonios silenciosos de la presencia de la civilización del Gran Coclé, que abarcaba esencialmente el área de las provincias centrales de hoy. Pruebas de carbono han revelado que fueron construidos alrededor del año 700 DC y abandonados tres siglos después. Aunque la población no dejó grandes construcciones, la existencia de una fina orfebrería local delata su relativo alto grado de sofisticación.

Una curiosa fila de monolitos que, proporciones guardadas, evoca a Stonehenge, marca el límite de la antigua plaza o mercado central. Una de las figuras talladas revela escenas de decapitación de humanos atados a las rústicas columnas, de lo que se deduce que el ágora era también utilizada para preparar a los desdichados  -o afortunados, según se crea- que acompañarían a los grandes jefes en su viaje al más allá. La imaginación y la investigación científica se dan la mano en la búsqueda de respuestas.

La arqueóloga Mayo revela los planes a futuro: “nuestro interés está en investigar la necrópolis, que es otro de los componentes arqueológicos del sitio. La necrópolis tenía un área ceremonial y un área de cementerio. Ya conocemos lo necesario del área de cementerio. Nuestros planes son excavar a futuro la zona de los monolitos. Sabemos que aquí había construcciones en madera. El objetivo del proyecto a futuro será conocer cómo eran estas construcciones”. 

Más de mil años después de su fundación, el sitio está abierto al público. Lamentablemente solo unas 30 o 40 personas lo visitan cada semana, pagando la suma de un balboa. Los irrisorios ingresos obtenidos de los visitantes son insuficientes para sostener y mantener el sitio, como sí ocurre en cambio en otras plazas arqueológicas en Centro y Suramérica. El precario mantenimiento y las excavaciones dependen de los exiguos y erráticos aportes del gobierno central y de generosas pero insuficientes donaciones privadas.

¿Qué podemos hacer? Otros países muestran el camino.

Hace diez años, Ingapirca, Ecuador, era un amontonamiento de piedras prehispánicas abandonadas a su suerte y a la naturaleza andina. Solo unos cuantos aventureros se molestaban en visitarlas. El gobierno ecuatoriano, resuelto a rescatar su herencia cultural y mostrarlo al mundo, decidió tomar cartas en el asunto de una vez por todas. Así, ordenó a su dirección de Patrimonio Histórico levantar un plan maestro, contrató a humildes pobladores del área para ejecutar los trabajos de rescate según el plan, capacitó a guías locales para atender visitantes e insertó el sitio en sus rutas de turismo cultural auto sostenible.

Hoy cada semana más de seis mil visitantes pagan dos dólares para admirar las ruinas y maravillarse ante el significado del sitio -más de medio millón de dólares al año en ingresos para el Parque-. La mitad se invierte en escuelas y centros de salud de la comunidad y la otra mitad en el cuidado y mantenimiento del sitio. Los visitantes provienen de lugares tan distantes como Alemania, Estados Unidos y China. Los propios lugareños son quienes celosamente guardan y protegen su patrimonio para asegurar el continuado flujo de turistas y de los beneficios que dejan. Ingapirca se promociona como lo que es: el más importante ejemplo de la cultura inca en Ecuador.

El modelo es perfectamente aplicable a Panamá. Se requiere solo la voluntad y decisión del Estado. La promoción del sitio debe involucrar a las vecinas comunidades del distrito. Los turistas iniciales los proveerán los hoteles de las playas de Antón de forma ordenada pero creciente. Los ingresos deben dedicarse a la continuada exploración y preservación del Parque y a proveer mejores facilidades a las comunidades vecinas.

Ganar-ganar. Esa es la propuesta del turismo cultural de tanto éxito en Ingapirca. Ahora nos toca a nosotros.  

rejimeneze@hotmail.com

LAS MÁS LEÍDAS