Con tan solo 20 años, Hillary Heron debutó en sus primeros Juegos Olímpicos en el estadio de Bercy el 28 de julio. Desde su clasificación a París en octubre de 2023, trabajó junto a su equipo para llegar de la mejor manera a la competencia. Hoy, disfruta de la compañía del resto de la delegación y quiere volver a su casa para seguir entrenando y terminar su carrera universitaria.
Con tan solo cuatro años, Hillary Heron saltaba de sillón a sillón y disfrutaba más jugar en el techo que en el interior de su casita de juguetes. En su infancia, practicó natación, tenis, ballet, jazz y tap. Pero se quedó hipnotizada frente a la televisión cuando, de casualidad, su padre sintonizó las competencias de gimnasia artística de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008. Además de los leotardos coloridos y brillosos, lo que cautivo a la pequeña Hillary fueron las volteretas y los mortales. Le pidió a sus padres comenzar clases de gimnasia cuanto antes.

Con tan solo 20 años, Heron fue la primera en competir un elemento creado por Simone Biles (Biles I), en una competición de alto rendimiento. Motivada por su entrenador, Carlos Gil, lo hizo frente a la gimnasta estadounidense en el Mundial de Gimnasia Artística en Amberes (Bélgica), en octubre pasado. A partir de esta competencia, Heron quedó clasificada a los Juegos Olímpicos París 2024. Por ello, luego de participar en los Juegos Panamericanos Santiago 2023 (Chile), comenzó a preparar su camino hacia la capital francesa.
Tras finalizar su competencia en los Olímpicos, el 28 de julio, Heron tiene pensado pasear junto a su familia y regresar con la delegación panameña a su país. Allí volverá para ser parte de la copa de su club No Limits Gymnastics y piensa retomar sus estudios de Psicología en la Universidad Santa María La Antigua para terminar la carrera. A largo plazo, piensa -sin duda- en Los Ángeles 2028.
¿Hace cuánto estás en París?
Llevo más de un mes y medio. Nos fuimos de Panamá el 28 de junio porque teníamos una última competencia previa a los Juegos Olímpicos en Rumania. El 1 de julio, llegamos al campamento de entrenamiento Panam Sports en Mulhouse Alsacia (Francia). Estuvimos casi tres semanas allí y el 21 de julio llegamos a la Villa Olímpica. Todo ese tiempo me ayudó a acostumbrarme al cambio de horario y también poder entrenar en los aparatos oficiales de los Juegos Olímpicos.
¿Tenías alguna expectativa antes de llegar a París? ¿Cómo te recibió la ciudad?
Es mi segunda vez en esta ciudad tan cálida e icónica. Solamente tenía la expectativa de disfrutar, estar presente y dar mi 100% en cada entrenamiento y competencia. Si no disfrutas del proceso, ¿de qué vale? Aproveché muchísimo estas Olimpiadas, tanto los entrenamientos, la competencia, como la preparación, y el estar en la villa que me permitió convivir con otros deportistas. Estás en el comedor y miras a la izquierda y ves a, por ejemplo, a Rafael Nadal. Es increíble saber que estoy en un lugar rodeada de tantos grandes atletas.
Además, tenía en mente la inauguración porque era la abanderada. Como en todas las Olimpiadas, lo que uno espera en la televisión es cómo será la inauguración, quién va a cantar y cómo va a salir y ha sido de las mejores experiencias de mi vida.
¿Cómo fue que te enteraste de que eras la abanderada de Panamá?
Estaba dormida porque el proceso de elección del abanderado fue en la noche de Panamá, o sea, que aquí eran como las tres de la mañana. Estaba en Mulhouse y de repente mi teléfono empieza a sonar y pensaba que estaba soñando. Me tocan la puerta y era el profe que me estaba llamando, a lo que pienso que había un terremoto, pero él me dijo: “Eres la bandera de Panamá para los Juegos Olímpicos”. Al instante, se me quitó todo el sueño que tenía. Fue increíble, un momento muy emocionante. Ser abanderada es de los orgullos más grandes que cualquier atleta puede tener y más que nada en unos Juegos Olímpicos. Estoy muy contenta siempre de poder llevar la bandera que tanto amo.
¿Cómo viviste la ceremonia de inauguración?
Estar en el bote, con la bandera en la mano, y la lluvia agregaba un poco al suspenso al momento, ayudó bastante. Fue muy cool ver la Torre Eiffel iluminarse con los aros, pasar en el bote, y ver a la distancia banderitas de Panamá ondeándose por ahí, y saludar con todo el equipo. Es un momento que guardo muy cerca de mi corazón.

¿Podrías contarme un poco más sobre tu relación con el resto del equipo?
Somos como una pequeña familia, muy divertida. Soy roomie con Emily Santos, que es la que está más cerca de mi edad. Los demás son un poco más experimentados que nosotras, la mayoría de ellos tienen varios Juegos Olímpicos y me aconsejaron bastante. Cada día nos vemos y nos quedamos hablando. Antes no había tenido la oportunidad de convivir tanto con los otros atletas de la delegación, ya que teníamos cuartos individuales y los entrenamientos eran en distintos lugares.
Te emocionaste al terminar tu rutina de piso, ¿qué pasó por tu cabeza en ese momento?
Un sentimiento inexplicable. Es el esfuerzo de años y de las preparaciones más duras que hemos hecho junto con los profes. Trabajamos prácticamente toda la vida y la competencia dura no más de dos minutos y medio. Entonces, mi objetivo principal era disfrutarlo, estar presente al 100% y con cada rutina que iba, siempre dejarlo todo en el escenario. Llegamos al piso, que era en el último aparato, y yo dije: “Bueno, a disfrutar esta última”, y ha sido de las mejores rutinas de piso de mi vida. Me gustó muchísimo sentir la energía del público cuando caía en las líneas, el sonido de las ovaciones y los aplausos. Todo eso agregaba más a la motivación. Cuando terminé, me di cuenta de que ya había competido en unos Juegos Olímpicos y que mi mayor sueño se había hecho realidad de una manera increíble. Todas las emociones se mezclaron y me salieron un par de lágrimas de felicidad.

¿Quiénes te acompañaban en ese momento desde el público?
Estaban mi mamá, mi papá y mi hermana, y no solo ellos, también había como seis banderitas panameñas. Cada vez que rotaba de aparato gritaban mi nombre y las ondeaban. Ver tu bandera en el público de una competencia tan grande, como unos Juegos Olímpicos, te motiva mucho y a mí me hizo muy feliz. Todas esas personas eran como un pedacito de casa aquí.
¿Qué es lo más importante a nivel emocional y físico antes de competir?
A nivel físico, llegar sana a todas mis competencias y entrenamientos para poder practicar mi deporte de la mejor manera. A nivel emocional, estar tranquila, confiar en mí misma y en el proceso. Son tantas repeticiones que conlleva la gimnasia, que a la hora de competir es solo una más. Asimismo, este trabajo no depende solamente de mí, sino que incluye a mis profes y a todo mi equipo de trabajo: fisio, psicóloga, nutricionista.

¿Qué lugar ocupa tu fe a la hora de competir?
Mucho. Fe en mí, fe en Dios, fe en el proceso. Al final del día, Dios es el que tiene el control y lo que él tuviera preparado para mí ese domingo 28 de julio, yo lo voy a recibir muy contenta; y estoy muy contenta con lo que tenía preparado.
¿Qué te llevas de París a casa?
Mucha motivación para lo que sigue en mi carrera, definitivamente, este es solo el inicio. Me encantó muchísimo esta experiencia en los Juegos Olímpicos, así que vamos por el próximo ciclo a darle con todo, ya con más experiencia y madurez. Tengo ganas de seguir trabajando duro y representar a mi país en el deporte que más amo. Materialmente, me llevo souvenirs de la villa y muchos pines. Mi colección está creciendo cada día más. Ayer, me entrevistaron por ellos (se ríe).
¿Qué le dirías a tu yo pequeña que saltaba por arriba de la casita ahora?
Felicidades. Cumpliste tu mayor sueño y ahora toca seguir trabajando duro para el próximo ciclo. A seguir creando nuevos sueños y cumplirlos.