Sin duda, una muy buena noticia, con repercusiones prácticas importantes. Por ejemplo, al estar Panamá en la lista gris, el Fincen había recordado a los bancos estadounidenses sus obligaciones de una diligencia ampliada, lo cual conllevaba mayores costos, y había dado como resultado la terminación de una veintena de corresponsalías bancarias con entidades panameñas. Con la salida de la lista gris, teórica y formalmente, esta situación puede cambiar.
Y es que este es un proceso dinámico y no estático. A Panamá le consta. A las listas del GAFI se puede entrar y salir varias veces. Panamá estuvo en el año 1999 en la lista negra. Salió de ella y luego pasó en 2014 a estar en la lista gris.
De no atenderse de forma permanente y eficiente los temas de fondo, se puede regresar a dichas listas. No debe reinar la complacencia ni el dormirse en los laureles. Se puede decir que realmente ahora es que comienza el mayor esfuerzo.
Aprobar leyes y reglamentos es relativamente fácil y Panamá lo ha usado siempre como respuesta a cuestionamientos. Es evidente que es importante, pero manifiestamente insuficiente.
El hacer que dichas normas se cumplan, efectiva y eficazmente para todos —sin excepción— y no de forma selectiva, es el quid del asunto y, para Panamá, ha resultado históricamente muy difícil demostrar esta parte.
Se carece de la voluntad y prevalecen los conflictos de intereses. Veamos, y esperamos sinceramente, si como decía Galbraith: “Esta vez es diferente”.
*El autor es abogado y excomisionado de Valores