Desde los lujosos apartamentos del Upper East Side hasta los bares del centro de Manhattan, la comunidad financiera de Nueva York observaba impactada el miércoles cómo el republicano Donald Trump se convertía en el presidente electo de Estados Unidos.
El inicial ánimo de fiesta se agrió rápidamente cuando los donantes de campaña y partidarios de Hillary Clinton se dieron cuenta de que la candidata demócrata, la opción favorita de Wall Street para la Casa Blanca, había sido derrotada en las urnas. Muchos quedaron sin palabras.
"Realmente no hay mucho que decir", dijo Marc Lasry, un inversor multimillonario.
Los impredecibles discursos de Trump y su rechazo a los acuerdos de libre comercio hicieron del magnate de bienes raíces una figura impopular entre muchos financistas, quienes temen que termine por alterar el comercio mundial y dañe las relaciones geopolíticas.
El dólar estadounidense se hundió y las acciones retrocedían con fuerza, debido a la huida de los inversores de los activos de riesgo.
Los futuros del índice S&P 500 de Wall Street se desplomaban. Joseph Peiffer, un abogado que ha representado a inversores y a otras figuras de la industria, abrió una tercera botella de vino, su "botella para casos de emergencias", mientras veía los resultados de las elecciones en una fiesta en la que recibieron a unos 20 amigos y familiares en su casa de Nueva Orleans. "Esto parece ser suficiente emergencia como para abrirla", declaró.
Las declaraciones de Trump sobre el sector financiero han dejado perplejo a Wall Street. Por un lado, ha prometido desmantelar buena parte de las regulaciones instauradas tras la crisis financiera. Por el otro, ha hecho un llamado para establecer una "versión del siglo XXI" de la ley Glass-Steagall de 1933, que dio paso a la separación de la banca comercial y de inversión.
Trump no ha dicho qué compondría esta nueva versión, más allá de afirmar que daría prioridad a "ayudar a las empresas afroamericanas a obtener el crédito que necesitan".
"A veces lo escuchas criticar a los bancos", sostiene Peiffer. "Pero después sus políticas en papel indican que quiere desregular a la banca. Las dos cosas no cuadran. Pero, ¿quién sabe lo que realmente piensa? Y no lo sabremos hasta el momento en que actúe", aseveró.