La temporada de lluvias arrancó oficialmente para el Canal de Panamá el pasado 7 de mayo, lo que ha empezado a reflejarse de a poco en el nivel de los lagos Gatún y Alajuela.
Esto, evidentemente, tendrá una incidencia en el número de tránsitos permitidos, que en julio de este año podría remontar a 34 buques diarios, si cae la cantidad de lluvia que se espera y el agua no se evapora, prevé Ayax Murillo, gerente de la sección de Meteorología e Hidrología de la Autoridad del Canal de Panamá (ACP).
Esta es una noticia importante para el país. La grave sequía, producto del fenómeno de El Niño, obligó a la vía interoceánica a aplicar medidas drásticas para hacer frente a una situación sin precedentes hasta el 2023, reduciendo el tránsito de barcos diarios para solo permitir, en un momento, el paso de 24 buques.
Actualmente, se permite el paso de 31 buques, cuando el óptimo sería de 36 a 38 barcos, lo que significa que todavía queda un espacio de mejora. Pero para que ello ocurra, la última palabra la tiene el nivel de los lagos Gatún y Alajuela.
El viernes 24 de mayo, el lago Gatún se encontraba en 80.8 pies, mientras que su nivel esperado es 86.6 pies.
Por su parte, el Alajuela estaba a 209.5 pies sobre el nivel del mar, es decir, 19 pies más del nivel permitido por la legislación aplicable, que establece que el nivel mínimo de este embalse no deberá ser menor a 190 pies.
El viernes pasado, este lago estuvo en 206.09 pies.

El equilibrio de los lagos que administra el Canal de Panamá es esencial para el país.
Del sistema de lagos del Canal se extrae el agua para su potabilización y abastecer a más del 50% de la población del país, que habita en los distritos de Panamá, San Miguelito, Arraiján, La Chorrera y Colón. De igual forma, este sistema provee el recurso hídrico que se necesita para las operaciones de la vía interoceánica.
Del embalse Gatún, actualmente ocho potabilizadoras extraen agua y lo harán dos más que se encuentran en construcción; mientras que del embalse Alajuela extrae agua la potabilizadora Federico Guardia Conte, de Chilibre, la más grande del país.
Llama la atención que a finales del mes pasado, el nivel del lago Alajuela (el más pequeño) repuntó significativamente, tras una tormenta el 25 de abril, pero volvió a caer y ahora se recupera.
De acuerdo con la explicación que dio Murillo, gerente de la sección de Meteorología e Hidrología de la Autoridad del Canal de Panamá (ACP), esa lluvia torrencial, que aportó alrededor de 5 a 6 pies al lago, vino acompañada de demasiados sedimentos, por lo que, básicamente, había que dejar que el agua corriera.
“Resulta que cuando tenemos este tipo de tormentas, cuando se crece el caudaloso y torrentoso Chagres, no solamente viene con agua, viene con sedimentos, y los sedimentos, desde luego, afectarían la producción de agua potable”, explicó.
Geográficamente, el Alajuela se encuentra en la parte más alta de la cuenca, por lo que el agua que viene del río Chagres se almacena en ese reservorio, donde está la toma de agua cruda de la potabilizadora de Chilibre.
Ese es su principal uso. La potabilizadora de Chilibre, administrada por el Instituto de Acueductos y Alcantarillados (Idaan) no debería tener problemas para la producción de agua si esto solo dependiera del actual nivel de los lagos. Sus equipos son aptos para trabajar con un lago por debajo de los 200 pies, según los expertos.
Pero aun así, el Idaan comunicó que los bajos niveles del Alajuela han reducido significativamente el caudal de captación de agua cruda, afectando la producción de la planta potabilizadora Federico Guardia Conte, en Chilibre.
En este caso, el problema podría estar ligado a sus bombas, que probablemente estén comprometidas por un tema de seguridad o confiabilidad, ligada al mantenimiento.
Murillo explicó que el Canal está saliendo de los traumáticos efectos de El Niño.
“Todos los científicos del mundo, incluyendo la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica y el Instituto de Meteorología de Panamá, junto con el equipo de meteorología de la ACP, prevén que entre junio y agosto, La Niña comenzará a desarrollarse y se espera que alcance su máxima capacidad de incremento de lluvia para el último trimestre del año”, precisó.
Sin embargo, aunque se espera una temporada lluviosa bastante buena, se proyecta que estará por debajo del promedio histórico.
El efecto huracanes en el Caribe
“Esto se debe a que, aunque será mejor en comparación con el 2023, las aguas del Atlántico están muy calientes, lo que influye en la formación de huracanes”.
Aunque a Panamá no suelen llegar huracanes, su paso por la región también tiene una incidencia en el clima del país.
“La temporada de huracanes inicia el 1 de junio y se extiende hasta el 30 de noviembre. Los huracanes tienen un efecto adverso para el istmo, ya que roban humedad, aumentando la evaporación y reduciendo la cantidad de lluvia. Esto deja los cielos despejados, aumentando la radiación solar y, por ende, aumenta la evaporación. Por lo tanto, aunque se espera una buena temporada lluviosa, la formación de huracanes en el Caribe y el Golfo de México podría impactar negativamente” al Canal, explicó.