La pobreza, la inestabilidad laboral, la escasez alimentaria, la incertidumbre de los mercados, el cambio climático y la invasión de Rusia a Ucrania son las principales razones vinculadas al hambre.
La crisis sanitaria ocasionada por la pandemia de la covid-19 puso en peligro los avances en los objetivos de desarrollo sostenible, como la meta de “hambre cero”, según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés).
En Panamá, se contabilizaron 200 mil panameños con hambre (el 5.8% de la población total), al cierre de 2021. En el grupo de panameños subalimentados, el 60% o seis de cada 10 están concentrados en las comarcas indígenas y el 40% restante está en las zonas rurales de las provincias de Panamá y Colón, dijo a este diario Adoniram Sánchez Peraci, coordinador subregional para Mesoamérica y Representante de la FAO en Panamá y Costa Rica.
Impacto inflacionario en los alimentos
Durante los últimos meses, la inflación se ha elevado, tras el encarecimiento del petróleo en los mercados internacionales a raíz de la invasión de Rusia a Ucrania. En agosto pasado, el índice de precios al consumidor (IPC) reflejó un aumento de 2.1%, en comparación con el mismo mes del año pasado. El mayor incremento lo reflejaron los alimentos y bebidas no alcohólicas.
Se les clasifica como población con hambre porque, debido a sus limitaciones, no logran obtener las 2 mil 200 calorías diarias necesarias para nutrirse.
En medio de este panorama, en el cual se visualiza una posible recesión económica global para 2023, hoy se conmemora el día mundial de la alimentación, con unos 828 millones de personas que padecen hambre en el mundo o el 9.8% de la población del planeta, de los cuales 150 millones se sumaron con la pandemia, según el más reciente informe de la FAO.
Sánchez Peraci comentó que en el caso de Panamá, el índice de la población con hambre disminuyó de 7.5% en 2019 a 5.8% en 2021, atribuido a un crecimiento de la producción de alimentos, granos y aves, “además de la política social agresiva del plan solidario que impulsa el Gobierno”.
En 2019, la población panameña con hambre se estimaba en unas 300 mil personas, es decir que, hasta 2021, disminuyó en cerca de 100 mil personas.
Indicó que la metodología utilizada para medir el hambre es validada por distintos organismos internacionales, entre ellos la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
“Panamá está en segundo lugar en el índice de hambre después de Costa Rica, que tiene el menor porcentaje en la región”, explicó Sánchez.

Si se mantienen los programas de apoyo a los sectores más vulnerables, es posible que en 2025 Panamá sea declarado un país libre de hambre, de acuerdo con las estimaciones de Sánchez.
Se trata de un gran reto, porque más allá de las subvenciones directivas, el país debe apostar por generar empleos y que la población en estado de vulnerabilidad no dependa de las ayudas estatales. Por delante hay un 9.9% de desempleados y 47% de informalidad.
Consultado sobre algunas de las debilidades que Panamá debe corregir para combatir la pobreza, Sánchez mencionó la necesidad de una mayor focalización del gasto que hace el Estado para bajar a menos del 3% el porcentaje de hambre, como lo han logrado Chile y Uruguay.
Sin embargo, destacó que Panamá tiene varias iniciativas interesantes para combatir la subalimentación como el plan “estudiar sin hambre”, que le facilita entre 800 y 900 calorías por día a cada estudiante con la comida que se distribuye en las escuelas. Este plan se comenzó a ejecutar, pero en el camino ha tenido algunos contratiempos con la distribución de la galleta y la crema.
El país enfrenta graves amenazas a la salud, a la seguridad alimentaria y a una mejor nutrición en Panamá. Datos del último registro estadístico en salud revelan que el sobrepeso y la obesidad continúan ganando terreno.
Según la medición, en niños menores de cinco años, el 13% está con exceso de peso. Esta cifra se eleva a más del 36% en la población escolar y adolescente, y a 71.7% en la población adulta. Para la FAO, estas estadísticas muestran la grave crisis de malnutrición que enfrenta el país.
A esto se suman los datos sobre desnutrición crónica infantil (15%) y de deficiencias de micronutrientes entre las mujeres de edad fértil, embarazadas y niños pequeños.
La FAO propone repensar las estrechas conexiones que existen entre la producción, la nutrición, el medio ambiente y la calidad de vida de los panameños para alcanzar las metas de la Agenda 2030.
Consumidores
Parte del problema es que no todo lo que se ingiere es alimento. Alan Castillo, de la Unión Nacional de Consumidores y Usuarios de la República de Panamá (Uncurepa), destaca la importancia de que los consumidores identifiquen entre lo que es un alimento que aporta nutrientes y aquellos productos que solo sirven para calmar el hambre o satisfacer el apetito.
“Bajo esta premisa, los consumidores debemos denunciar que somos constantemente bombardeados con marketing que pretende vendernos la idea de que un alimento es mejor que otro, dentro de mercados donde se ha permitido vender productos basura como alimento y no se prioriza en educación, cultura y acceso a alimentos a precios justos”, dijo.
Sin embargo, añadió, la mayoría de la población que pasa hambre no tiene qué comer por falta del recurso económico y capacidad de obtener el mínimo de alimentos, y el resto de la población, que no repara en el precio y muchas veces no sabe alimentarse bien.
A su juicio, el precio de los alimentos influye en alimentarnos bien, pero todavía existen muchos alimentos a precios accesibles y el precio no necesariamente puede ser una excusa, salvo en situación de pobreza y pobreza extrema, para adquirir alimentos.


