Todas las mañanas arranco la clase de Principios de Economía con la pregunta: ¿Por qué estudiamos economía? La intención es explorar sin caer en una única fuente de soluciones ya que, como bien apunta el premio Nobel Paul Krugman, “es muy posible decir estupideces a través de ecuaciones y gráficas”. Amanecí deseoso de presentar desafíos intelectuales a los estudiantes alrededor de números y decidí abrir la discusión con los Estados Financieros Consolidados de la empresa First Quantum Minerals.
En cuestión de 8 minutos, noté la incomodidad. Vinieron las primeras observaciones: “Para 6 meses, notamos que el grupo reporta cinco rubros de ingresos en diferentes partes del mundo sumando $3,204 millones de dólares. De esos, $1,303 millones son atribuibles a las operaciones de Cobre Panamá. La ganancia operativa de Cobre Panamá sumó $403 millones de dólares, o el 84% de la ganancia operativa de todo el grupo”. En ese instante me percaté que la conversación de tornaría acalorada. “Si la ganancia operativa antes de impuesto en 2022 fue de $1,212 millones de dólares y la misma cayó a apenas $222 millones en $2023 cuando las operaciones de Panamá estuvieron detenidas, parece que ellos nos necesitan más a nosotros que a la inversa, no profesor? ¿Será que nos están congueando?”
La Real Academia de la Lengua Española define el verbo conguear como “utilizar abusivamente a alguien, manipularlo, aprovecharse de él”. La clase se convirtió en un hervidero de ideas que eventualmente trascendieron los componentes financieros de un conflictivo contrato para tocar temas muchísimo más complejos como la sostenibilidad, uso y manejo de desechos, administración responsable de recursos naturales, y, quizás la que más tiempo tomó: ¿cómo manejar el agua? Para un grupo de jóvenes de 18 años, al medir los flujos de caja disponibles ajustados al riesgo del negocio descontados a la rentabilidad exigida a los activos pues el contrato hace perfecto sentido para First Quantum Minerals.
La macroeconomía es fascinante pero puede ser desgarradora. Cuestioné duramente eso de “congueados una vez más” y por la siguiente hora me arrepentí porque surgieron potentes ejemplos de que el modelo económico cojea por todos lados: un presupuesto estatal que se ve obligado a asignar más dinero al pago de intereses por deuda ($5,800 millones de dólares) que a la administración de la educación ($5,200 millones de dólares) y en el proceso se ve urgido de vender tierras al Canal de Panamá para tapar huecos de recaudación fiscal porque las tasas efectivas de pago de impuestos están muchas veces por debajo del anhelado 15% gracias a toda clase de exoneraciones que recibe el sector productivo.
Quizás el congueo delirante lo llevamos en nuestro ADN y cuesta sacudirlo. El filósofo colombiano Salomón Kalmanovitz en su “Breve historia económica de Panamá” describe cómo funcionaba el liderazgo político y económico entre 1904 y 1945: “existía un líder que duraba mucho tiempo y gestionaba favores, resolvía problemas, repartía empleos…Tenía a los votantes registrados y los llevaba a las urnas cuando había elecciones”. Hiela la sangre leer que el modelo de administración de un país no haya cambiado en esencia de gamonal en 80 años, dejando a gente atrás en el proceso y pretendiendo que el subsidio salvador a costa de productividad estará siempre disponible.
El congueo delirante como modelo no necesita ideología. Por lo que anhelo que en los debates que se avecinan invirtamos poco tiempo en que si la derecha es abusiva o si la izquierda es perezosa: necesitamos volcarnos a la sostenibilidad de un modelo que retome la fuerza que trae la confianza de la libre empresa en un marco de compartir poderes que lleven a más bienestar.
Esta avenida de diálogo con intención de cambio hacia la cohesión social nos debe llenar de esperanza y confianza. Y a mis alumnos a no creer que políticos, líderes empresariales y la sociedad civil constantemente nos conguean.
El autos es economista.