Entre los Siglos II y VIII, en los valles de la costa norte de Perú, se desarrolló la cultura preincaica Moche o Mochica. Sus medios de vida se basaban en la pesca y agricultura principalmente, no obstante, su desarrollo habría sido interrumpido por el hoy conocido como Fenómeno de El Niño (FEN) que periódicamente se da por un calentamiento irregular de las aguas del Pacífico a la altura de Perú y Ecuador, generando alteraciones en la atmósfera, temperatura y precipitaciones.
Pero, según el arqueólogo Edgar Bracamonte, no fue la recurrencia del FEN lo que llevó a la desaparición de dicha civilización. Los mochicas pudieron hacer frente a estos eventos climáticos extremos utilizando el conocimiento acumulado, e implementando una zonificación adecuada, canales de derivación, zonas de cultivo de contingencia en las que instalaban maíz y frejol, etc.
Sin embargo, luego de un “meganiño” entre los años 550 y 650, sí se vieron afectadas intensamente sus ciudades, lo que socavó gradualmente la confianza de la población en sus líderes políticos y religiosos. Así, la pérdida de gobernanza fue desarticulando su estructura social, debilitando sus prácticas de gestión del territorio y volviéndolos más vulnerables. Hoy podríamos valorar algunas lecciones aprendidas de su historia.
Ya en épocas recientes, hemos sufrido FEN de gran intensidad –años 1997/98, 2015/16– que llevaron a decenas de millones de personas en América Latina y el Caribe (ALC) a una agudización de su inseguridad alimentaria, por las pérdidas de cosechas y consiguiente inflación de los alimentos, agravando también la pobreza rural por la destrucción de medios de vida.
El FEN –y su eventual alternancia con La Niña, que acaba de cerrar un ciclo de 3 años- afectan de diversas maneras a los países de la región, e incluso a diferentes zonas dentro de un mismo país, dependiendo de su configuración geográfica y climatología.
En regiones de Colombia, Venezuela, Centroamérica y México, el FEN puede significar sequías –limitando el acceso para consumo humano, para ganadería y riego– lo que más bien sucede en Argentina durante la aparición de La Niña. En Ecuador y Perú, los ríos suelen incrementar sus caudales hasta en 15 veces, inundando amplias áreas de cultivo.
A nivel global, el FEN puede afectar más de la cuarta parte de las zonas agrícolas, disminuyendo los rendimientos de cultivos básicos y proteína animal, pero también muchos otros relevantes para una dieta integral.
Por otro lado, incrementa los costos de producción, así como encarece o interrumpe las cadenas de suministro. Las pérdidas de capitalización que sufren los productores luego de un evento extremo limitan su capacidad de transitar hacia tecnologías y prácticas más resilientes en el futuro inmediato, por lo tanto, los seguros agropecuarios toman relevancia en estos contextos.
La Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de EEUU (NOAA por sus siglas en Inglés), ha pronosticado ya que el FEN se manifestará con moderada a severa intensidad en los diferentes territorios desde mediados del 2023, hasta el primer trimestre del 2024. El costo global del FEN sería de USD 3,4 mil millones, por el arrastre de sus efectos en los próximos 5 años, según un estudio del Dartmouth College de EEUU.
Ante este escenario, la Organización Mundial de la Agricultura y la Alimentación - FAO - se encuentra activando los protocolos de acción anticipada, que ha venido desarrollando con diversos países bajo tales condiciones, lo que incluye a varios de ALC; esto significa la incorporación de semillas tolerantes a la sequía y mayores temperaturas, el reparto de alimento para el ganado, vacunas, rehabilitar tomas de riego, canales y otros puntos de agua, además de desarrollar capacidades en cosecha de agua, entre otros.
Por su parte, CAF -banco de desarrollo de América Latina y el Caribe- cuenta con diversas áreas de especialización que pueden contribuir a la construcción de sistemas agroalimentarios más resilientes con iniciativas que contemplan el fortalecimiento institucional para la formulación de políticas y programas que reduzcan la vulnerabilidad al cambio climático; el soporte a entidades de investigación para generar las innovaciones que se requieren en genética y prácticas regenerativas; estrategias para la seguridad alimentaria y nutricional; infraestructura de conectividad y los sistemas de agrologística; la infraestructura de riego para asegurar el abastecimiento de agua.
CAF también juega un rol fundamental en agrotecnología, el fortalecimiento del sector financiero y de seguros agrícolas, entre otras acciones a disposición de sus países miembros para afrontar de la mejor manera el escenario antes descrito.
El autor es Ejecutivo Principal de la Dirección de Programación de Sector Privado de CAF