En julio 2012, el Banco Mundial publicó un informe titulado “Mejores empleos en Panamá, el rol del capital humano”, donde advirtió que “el final de la construcción en el Canal de Panamá se eliminaría un importante estímulo para la economía, generando desafíos para el crecimiento económico durante la década y presión para una rápida reasignación de la mano de obra. Para permitirlo, las instituciones de formación y readiestramiento deberían estar preparadas para el desafío, permitiendo una rápida migración de trabajadores de unos sectores económicos a otros”....
.......”Las ocupaciones con un alto contenido de habilidades analíticas e interpersonales se están volviendo más prevalecientes en la fuerza laboral y están vinculadas con empleos de buena calidad, mientras que las ocupaciones que tienen intensidad de tareas repetitivas son realizadas de manera creciente por computadoras, reduciendo la demanda de personas con tales habilidades en la fuerza laboral”.
Esa reconversión no ocurrió y en la década siguiente Panamá experimentó el más severo proceso de precarización y estatización laboral de su historia, agravado por la pandemia.
Según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC), entre agosto 2012 y abril 2022 se perdieron más de 59 mil empleos formales de la empresa privada, al tiempo que se agregaron 62 mil funcionarios y casi 250 mil informales a la economía. En otras palabras, cada trabajador asalariado privado que perdió su empleo fue sustituido en la economía por un funcionario y 4 informales.
Luego de la catástrofe económica y laboral ocasionada por la pandemia, Panamá vive una coyuntura inédita, caracterizada por un alto nivel de incertidumbre y deterioro del clima para la inversión privada, que sirvió de caldo de cultivo para la precarización laboral antes mencionada, principal causa de la debacle financiera del Programa de Invalidez, Vejez y Muerte (IVM) de la Caja del Seguro Social (CSS).
En el 2023, después de la catástrofe económica y laboral del 2020, la economía y el empleo en Panamá se siguen recuperando, aunque a velocidades diferentes.
Ya el Producto Interno Bruto (PIB) supera los niveles prepandemia, pero los 66 mil nuevos contratos laborales tramitados por Ministerio de Trabajo y Desarrollo Laboral (Mitradel) entre enero y marzo 2023 están muy por debajo de los 101 mil procesados por la entidad en el primer trimestre del 2019, al tiempo que pasamos de generar 3 mil 79 nuevos informales por mes, a 10 mil. Estamos produciendo 34% menos empleos formales y más del triple de los informales que antes de la pandemia.
Como advirtió en el 2012 el Banco Mundial, hoy una vez más enfrentamos el dilema de prepararnos para una nueva dinámica laboral. Según el INEC, 85% de los nuevos empleos formales (2022) requirieron trabajadores con más de 13 años de escolaridad, al tiempo que dos tercios de los nuevos empleos informales sólo demandaron 11 o menos años de instrucción formal.
La más reciente Encuesta de Manpower confirma la creciente tendencia entre escolaridad y calidad del empleo. El promedio de escolaridad de la fuerza laboral panameña es de 11.6 años aprobados (INEC, 2023), pero las mayores expectativas de contratación están en sectores con exigencias superiores, como Salud (14.6 años), Comunicación (14.8) y Tecnologías de la Información (14.8).
Pero el nuevo entorno no sólo demanda mayores niveles de escolaridad, sino competencias adicionales que es necesario desarrollar. Algunas de éstas incluyen:
Pensamiento crítico y analítico
Aprendizaje activo
Resolución de problemas complejos
Creatividad e iniciativa
Liderazgo
Capacidad de adaptación
Trabajo en equipo
Comunicación efectiva
Conocimientos tecnológicos y habilidades técnicas
Resiliencia, tolerancia al estrés y manejo de la incertidumbre
Todas estas habilidades y competencias, que pueden ser clasificadas en técnicas, sociales y personales, son desarrollables. Pero es preciso actuar con urgencia en un entorno cambiante, caracterizado por incertidumbre, emprendimiento, tecnología y el constante reto de aprender, desaprender y reaprender.


