Durante los últimos meses han sobrado opiniones, análisis y discusiones gremiales enmarcadas en la crisis del subsistema exclusivamente de beneficio definido de pensiones, las debilidades de su estructura y las inequidades del programa.
Una de las constantes en las discusiones técnicas vinculadas con el programa de pensiones Invalidez, Vejez y Muerte (IVM) es si estamos o no frente a un sistema realmente solidario. Hay dos lecturas cuando el tema toma por este camino. Una vertiente considera que el sistema de reparto es el ejemplo de la solidaridad y otra corriente lo considera egoísta.
Al tratarse de un sistema de reparto, el subsistema exclusivamente de beneficio definido, en teoría, es catalogado por algunos como solidario por naturaleza, básicamente porque los aportes que hacen los trabajadores todos los meses van a un fondo común que se utiliza para pagarle a los actuales pensionados.
Se supone que fue diseñado de esta forma para beneficiar a los jubilados que hicieron menos aportes en su vida productiva y que necesitan de la ayuda de otros para cubrir su pensión en el tiempo.
También se diseñó de esta manera entendiendo que siempre entrarían más y nuevos cotizantes que podrían soportar semejante responsabilidad. Pero los cambios demográficos y el aumento de la informalidad han puesto en estado de colapso a los programas de reparto.
La llamada solidaridad se erosiona en la medida que los pensionados viven por muchos más años y disminuyen los niveles de fecundidad.
Esto significa que por mucho más tiempo los pensionados recibirán pagos por encima de las contribuciones que hicieron, mientras que los que hoy financian esos pagos no tienen ninguna garantía que alguien les financie sus pensiones en el futuro.
El informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre el IVM explicó bien lo que sucede en términos demográficos.
“Hacia el año 1950 los hombres tenían una esperanza de vida al nacer de 52 años y 54 años las mujeres; en el año 2020 puede esperarse que una mujer recién nacida viva hasta los 82 años de edad y un hombre hasta los 76″. Mientras que, en el año 2050, de mantenerse la mortalidad por edades proyectada, la expectativa para una mujer en Panamá será de 86 años y para un hombre de 80 años.
En tanto, en el Panamá del año 1950 se observaban 5.6 hijos por mujer, posteriormente ese nivel de fecundidad mostró un leve incremento hasta inicios de 1960. Pero “a partir de allí la fecundidad inició una reducción continua y sin descanso, aunque con diferentes velocidades”, precisa el informe.
Es así como en la década de 1990 la reducción fue rápida, alcanzando 3 hijos por mujer. A partir de allí esa reducción fue cada vez más suave, llegando a 2.3 hijos por mujer en el año 2020 y se espera que alcance los 1.9 hijos por mujer hacia el año 2050.
La mezquindad, en tanto, resulta cuando los que tienen las pensiones más altas son los que al final reciben mayores aportes de todo el universo de los trabajadores.” La solidaridad no existe”, dijo el financista especializado en gestión de riesgos y seguros, Pablo Gutiérrez, frente a la membresía del Consejo Interamericano de Comercio y Producción.
Gutiérrez utilizó como ejemplo unas corridas elaboradas principalmente por el actuario Dino Mon y los consultores Jorge Mesa y Jorge Nicolau.
En el subsistema exclusivamente de beneficio definido todos los escenarios reflejan pérdida. Es decir, no importa cuanto haya cotizado el trabajador, la cantidad de años que vive como pensionado y los pagos que esto conlleva superan, por mucho, sus aportes.
Pero como explicó Gutiérrez, la gran inequidad es que a mayor el salario, mayor es el déficit que existe entre lo aportado y lo que estás obteniendo del sistema. “Eso quiere decir que alguien más está teniendo que asumir esos enormes aportes”.
De acuerdo con la estructura actual, una mujer con un salario base de $300, recibirá durante su vida como pensionada cerca de $64,129, pero sus aportes, (incluidos los réditos) no son suficientes, entonces termina acogiendo un subsidio de $41,210.
En el caso de una mujer con un salario base de $3,500, ésta termina recibiendo a lo largo de su vida como pensionada $460,077, lo que implica un subsidio de $192,688.
Tomando como ejemplo un hombre en igualdad de condiciones en términos de salario, pero calculando más años de trabajo debido a su edad de jubilación (62 años), resulta en una pensión total por $390,507 y un déficit de $123,118 financiado por otros trabajadores.
“”Si vemos hoy en día la distribución de salarios en Panamá nos damos cuenta que cerca del 72% de la población gana $1,000 o menos, con una mediana de $700. Esto te dice que la gran mayoría de la población que gana menos está subsidiando a las pensiones de mayor nivel”, precisó Gutiérrez.
El subsistema exclusivamente de beneficio definido basa su estructura en que la generación que aún trabaja y cotiza, y que forma parte del esquema, paga gran parte de las pensiones de los que están en edad de retiro. Ello es insostenible, por lo que hay que irse a un sistema de pilares que garantice una “solidaridad real”; que cada uno sea dueño de lo que ahorra, pero incluyendo un pilar financiado con los ingresos fiscales para quienes cotizaron muy poco, dijo Gutiérrez.
Para equilibrar el déficit actuarial del subsistema de IVM, se necesitan cerca de $77,000 millones por los próximos 60 años. ¿Cómo hacerle frente cuando ya el país suma $44,000 millones de deuda pública?