Entre la espada y la pared. Es así como se sienten miles de jóvenes que buscan trabajo a diario en Panamá. Y es que muchos de ellos, aunque tengan diplomas en mano, ven sus posibilidades reducidas por la falta de experiencia.
Esa “falta de experiencia” es la frase lapidaria que los condena a buscar un trabajo “donde sea” o de “lo que sea”, con tal de acumular algo de experiencia, aunque no sea en su línea de estudio.
Los testimonios sobran, las estadísticas también. De acuerdo con la Contraloría, el desempleo entre jóvenes de hasta 29 años de edad casi triplica la media del desempleo general en el país, que, hasta agosto pasado, se tasó en 7.4%, ligeramente más bajo que el 9.9% registrado en abril de 2022.
El desempleo juvenil ocupa el 54.2% del desempleo total en Panamá, o de cada 100 desocupados, 54 de ellos están en la franja de entre 15 y 29 años de edad, según las cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadística y Censo (Inec). Aquí no se incluyen a los jóvenes y adolescentes que trabajan en el sector agropecuario, condenados, de por sí, a la informalidad crónica.
Pero cuando se trata del desempleo juvenil, la carencia se dispara a casi el 30%, es decir, 3 de cada 10 jóvenes no encuentran un trabajo.
Miles y miles de estos jóvenes se congregan en las filas de las ferias de empleo que hacen por estos tiempo las empresas reclutadoras o las grandes empresas.
Una de ellas es María Polanco, de 24 años, que estudió Banca y Finanzas en la Universidad de Panamá. Su queja recurrente es que exigen tener experiencia para obtener los puestos a los que aplica. “Puedes tener estudios, pero si no tienes experiencia no te toman en cuenta”, contó, al ser abordada por La Prensa.
María está recién graduada y, por el momento, trabaja solo tres días en un almacén. Pero eso no le alcanza para cubrir sus necesidades. Quiere estudiar una maestría y buscar más ingresos, para lo que acude a cada feria de empleo que puede. “El futuro del trabajo lo veo como muy competitivo, como los animales en la selva: el que más experiencia tenga es el que obtendrá el empleo”, reflexiona.
Otra joven, Evelyn Cisneros, que estudió turismo alternativo, tampoco consigue un empleo en alguna rama relacionada a sus estudios. “Por mas que he buscado, incluso en el aeropuerto, no me ha salido nada”, lamentó, en medio de la misma fila que formaba con María.
Otro lamento entre los jóvenes que se encontraron en la feria de empleo de un hotel de la localidad el mes pasado es que se sienten excluidos de la oferta, por lo que popularmente se le llama “la palanca”, es decir, cuando alguien obtiene un trabajo por una referencia de algún conocido influyente en la empresa o que trabaje en la misma empresa.
Y así, el clamor de uno deja de ser personal y se convierte en el clamor de muchos: “No nos llaman. Yo he buscado por todos lados... y nada”.
En esa misma fila estaba Isaac Antonio López, de 23 años. Él no tiene un diploma formal de secundaria –llegó hasta undécimo grado–, pero sabe “de todo un poco”. Tuvo que dejar la escuela para trabajar y proveer a sus tres hijos. En los últimos seis meses se ha mantenido vendiendo agua y algodón de azúcar en la calle, pero anhela conseguir algo fijo.
El último trabajo formal que tuvo fue antes de la pandemia, en una empresa de limpieza, luego en la construcción. “Hay poca oportunidad en Panamá para los jóvenes” y ya no es solo una percepción, es su realidad
Un cuarto testimonio es el de Mathew Martínez, de 22 años, quien está por terminar su bachiller en comercio en Capira. Está desempleado desde hace casi un año, precisamente porque no pudo terminar la escuela en su momento, contó. Eso lo motivó a aprender y estudiar más, ya que ese ha sido, según dijo, un obstáculo para conseguir trabajo.
Cada historia de vida es distinta, pero estos jóvenes cuentan –cada uno con sus particularidades– la historia de muchos jóvenes en Panamá.
Otro yunque en el empleo juvenil es la informalidad: de cada 10 jóvenes que trabajan, casi 7 lo hacen en la informalidad, condenados a iniciar su vida laboral en condiciones de vulnerabilidad y atrasando su consolidación profesional.
En un simposio que sobre el tema realizó este año la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), se calificó la situación del desempleo juvenil en Panamá como “alarmante”.
Allí también se abordó, junto con las autoridades panameñas y organismos internacionales que participaron, cuáles eran las expectativas de las empresas en la contratación de jóvenes.
A partir de los resultados, emergieron temas colaterales que requieren una abordaje integral urgente, como el papel de las políticas gubernamentales, la colaboración entre el sector privado y las instituciones educativas y la importancia de desarrollar competencias acordes con las demandas cambiantes del mercado laboral, sí com recomendaciones para mejorar la inserción laboral de este grupo etario a corto, mediano y largo plazo.
Para el economista Felipe Argote, el problema del desempleo es estructural: “La mentalidad conservadora de los gobiernos se retrotrae al avance en la aplicación de los nuevos modelos económicos y, por el contrario, insiste en considerar que para reducir el desempleo se debe pauperizar al colaborador, que reduciendo salarios y beneficios las empresas están en mejores condiciones de sobrevivir” analizó en su blog. Esto es, de acuerdo con el economista, un “craso error”.
Para reducir el desempleo, escribió Argote, el Estado debe impulsar un agresivo plan de inversión estatal en infraestructura para crear empleos bien remunerados, además de aumentar el salario mínimo. Esto hace crecer la demanda y fortalece a las empresas.