En los últimos años, los cambios en el sector financiero se han acelerado, primero por las políticas públicas acerca del covid-19 y el aumento del desempleo, luego por la guerra en Ucrania y la sostenida inflación, y desde hace algunos meses, por el aumento constante de la tasa de interés por la Reserva Federal de Estados Unidos (FED).
La FED en pro de contener la inflación, busca que tasas más altas lleven a que las personas y empresas no se endeuden tanto, se ajusten el cinturón y reduzcan gastos, para que la economía se estabilice y los precios no sigan subiendo. La mayoría de los analistas coinciden en una recesión en Estados Unidos (no habrá crecimiento económico), otros vaticinan una estanflación (la economía no crecerá, la inflación continuará y también el desempleo).
Como decía un profesor de economía: “Aunque en Panamá la economía tiene vida propia, cuando en el norte hace frío, los vientos Alisios traen algo de ese frío a estas latitudes”.
En Panamá y Latinoamérica se pronostica un menor crecimiento para este año respeto al 2022. Esto se suma a una mayor tasa a la que algunos bancos y empresas acceden a fondos para sus operaciones y por otro lado se registra una disminución de los ahorros y del poder adquisitivo de las personas.
¿Qué implica este escenario para las instituciones de intermediación financiera y para los consumidores financieros? Hay muchas más preguntas por ejemplo: Para los consumidores ¿habrá aumento de tasas a los préstamos y tarjetas de crédito, se darán aumentos en las tasas de interés de los ahorros, se ajustará el gasto de las familias?
¿Habrá mayores ajustes para acceder a fuentes de fondo más baratas, se deteriorará el crecimiento de la cartera de créditos, serán necesarios programas de transformación estratégica de costos y gastos operativos?
La respuesta a la mayoría de estas preguntas es sí. Sin embargo, para cada individuo u organización la situación variará.
Durante las restricciones interpuestas debido al covid-19, los bancos en Panamá demostraron que saben navegar en aguas turbulentas, aceleraron sus programas de transformación tecnológica y digital. Pero existe la persistente brecha entre lo que los bancos han venido ejecutando de acuerdo con su prioridad y a las expectativas de sus clientes.
Las inversiones en transformación y los cambios que los bancos han realizado en sus modelos operativos, fueron diseñados con visión interna y no basados en las expectativas del cliente.
Se debe ajustar el portafolio de transformación y los programas de eficiencia para capturar de mejor manera el valor del cliente y que los beneficios se reflejen en el estado de resultados.
El autor es gerente sénior de EY Centroamérica, Panamá y República Dominicana.
