Si la tecnología golpeó al trabajo, la pandemia terminó por darle el knockout final al mercado laboral tal y como lo conocíamos. Los empleos -ni lo empleados- serán iguales: 6 de cada 10 niños que hoy ingresan a las escuelas tendrán que buscar trabajos para oficios que hoy todavía no se han creado, según un estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
De acuerdo al informe “Nuevas tendencias en el empleo: retos y opciones para las regulaciones y políticas del mercado de trabajo”, publicado por la Cepal, hay una creciente relación entre el empleo “atípico” –el que no es permanente ni de tiempo completo y carece de una relación de dependencia claramente identificada del empleado para con el empleador– y la precariedad, debido a los bajos ingresos y la inestabilidad laboral en el contexto de la globalización y las transformaciones estructurales asociadas a este fenómeno.
Por otro lado, en el contexto de la economía, desde hace por lo menos 20 años la precariedad laboral se acrecienta con sesgo de género, lo que implica retos para las regulaciones laborales, porque “éstas siguen reflejando y reforzando los roles tradicionales basados en el género (hombres proveedores y mujeres cuidadoras) a la par que suponen la existencia de estados nacionales con un papel activo en la regulación de los mercados de trabajo”, explica el organismo de las Naciones Unidas.
Un dato crucial que aporta la Cepal es que el 65% de los niños y niñas que están entrando al sistema educativo tendrán ocupaciones que no existen en la actualidad y “más de un tercio de las competencias básicas demandadas por la mayoría de los empleos (en 2020) estarán compuestas de competencias que hoy todavía no se consideran cruciales para el trabajo”.
¿Cómo será ese trabajo del futuro? Un estudio de la Universidad del Perú da cuenta de profesiones relacionadas con los vehículos autónomos, eléctricos y la inteligencia artificial, mientras que las tendencias “del trabajo del futuro” que plantea la consultora Gartner hablan de “contratación silenciosa”, “flexibilidad híbrida”, disminución de la presión, búsqueda de “candidatos no tradicionales”, algoritmos de contratación y brechas de habilidades interpersonales entre generaciones.
Lo anterior en un contexto en el que se estima que debido a las transformaciones de las tareas asociadas al cambio tecnológico, para el 2030 se pierdan plazas de empleos de manufactura y construcción para trasladarse al sector de los servicios comerciales, requiriendo un cambio en las competencias laborales y poniendo en riesgo más de 3 millones de empleos, lo que implica entre el 1% y el 2% del empleo regional, de acuerdo al diagnóstico de la Cepal.
Por otro lado, el organismo concluye que el incremento de los trabajadores autoempleados (independientes) y los dependientes con empleo temporal, de tiempo parcial u otros en los que se encubre su naturaleza dependiente es el resultado de diversos factores como el cambio tecnológico, la nueva economía digital y la reorganización mundial de las cadenas de suministro, entre otros fenómenos como el sociodemográfico, refiriéndose al envejecimiento de la población que a su vez desequilibrará a los distintos grupos de edad incrementando la movilidad laboral y las migraciones.
Otras piezas del rompecabezas para adentrarse en el diagnóstico del nuevo mercado laboral pasan por los tamices de la informalidad –casi la mitad de la población de la mayoría de los países de Latinoamérica- lo que a su vez reduce la protección social y debilita los regímenes de bienestar universal, entre otros.
La Cepal indica que no son concluyentes ni los diagnósticos ni las recetas para cuál será el potencial de destrucción, transformación o creación de empleos ni sobre las consecuencias de la nueva economía sobre estos trabajos. “Estaríamos ante transformaciones de gran envergadura en el mundo del trabajo cuyos efectos todavía no pueden vislumbrarse con precisión”.
Como aporte a las soluciones, el estudio sostiene que son más importantes que nunca las instituciones del mercado de trabajo y sus funciones tradicionales, aunque se requieran ajustes para proteger a los ocupantes de los nuevos empleos, por ejemplo, con mejores regulaciones sobre trabajo temporal, de tiempo parcial o subcontratado.
Lo anterior se traduce en políticas de formalización del empleo y protección a grupos vulnerables.
“Si alguna lección resulta de estas experiencias es que los efectos de las crisis en los mercados de trabajo no pueden contrarrestarse disminuyendo la protección de los asalariados formales o flexibilizando las formas de contratación”.
El economista y docente universitario Manuel Quintero piensa que los trabajadores panameños producen mucha riqueza pero que ésta no se distribuye a la población, además de que tenemos una división del trabajo poco tecnificada: cerca del 80% de los trabajadores solo tienen educación secundaria completa, el 40% solo tienen estudios hasta noveno grado, pocos trabajadores capacitados para profesiones más tecnificadas; todo esto sumado a una fuerza laboral que depende el 70% de trabajos en el sector servicio, dijo Quintero.
A propósito del mercado laboral, el consultor René Quevedo no duda que este cambió y que la tecnología tuvo, y está teniendo, un enorme impacto. Asegura que el 85% de los nuevos empleos formales que genera la economía requieren 13 o más años de escolaridad, así como competencias específicas tales como el conocimiento del inglés, habilidades socioemocionales y manejo de la tecnología.
En este contexto, dice Quevedo, la introducción de tecnologías disruptivas como la Inteligencia Artificial (IA) “está cambiando aceleradamente el perfil de demanda laboral en el sexto país más desigual del mundo, cuyo sistema educativo está divorciado de su realidad laboral y que, producto de la pandemia, perdió más de 407 mil empleos formales en su sector privado, de los cuales las tres cuartas partes fueron trabajadores con 11 o menos años de escolaridad”.
En general, Quevedo concluye que el país “está experimentando la transformación de su economía impulsada por la tecnología, el reemplazo de actividades repetitivas por otras basadas en conocimiento, así como el surgimiento de nuevas tendencias y oportunidades de mercado, lo que pone una enorme presión sobre el sistema educativo para preparar a jóvenes para el futuro del trabajo, que ya llegó”.
La productividad en la pospandemia
Los empresarios también están hablando de aumentar la productividad cada vez más a costa del trabajo y/o salario. Tim Gurner es un empresario australiano que casi nadie conocía hasta que se viralizó en redes su teoría de “infligir dolor en la economía” para que los empleados “vuelvan a ser agradecidos” con sus empleadores.
Sin sonrojo alguno y sin aparente deseo de ser políticamente correcto, Gurner habló en el foro Financial Review Property Summit de la “necesidad” de revertir “esa dinámica en que el empleado siente que su jefe es muy afortunado de tenerlo, cuando es al revés” y de “matar esa actitud”. Para ellos, el empresario ponderó a los gobiernos que en los últimos años, en el marco de la pandemia, aprovecharon para “herir” la economía aumentando el desempleo, lo que eventualmente ha bajado “la arrogancia de los trabajadores”.
Gurner Group founder Tim Gurner tells the Financial Review Property Summit workers have become "arrogant" since COVID and "We've got to kill that attitude." https://t.co/lcX3CCxGuj pic.twitter.com/f9HK2YZRRE
— Financial Review (@FinancialReview) September 12, 2023
Quizás muchos empresarios piensan como Gurner y puede que en general, hayan logrado abaratar el costo del trabajo infringiendo más dolor en la economía de quienes dependen de estos puestos. Pero a grandes rasgos, la teoría de Gurner, que en pocas palabras se resume al traslado de la ley de la oferta y la demanda al plano social del trabajo, no parece que está explicando del todo el complejo panorama del empleo mundial postpandemia.
Y es que la mayor oferta de trabajadores no siempre garantiza acceso rápido a ellos, ni viceversa. Las tendencias de los nuevos empleos también dependen de otros muchos factores.