“Mafia del poder”, “saqueadores” y “minoría rapaz” son adjetivos que dedica el presidente Andrés Manuel López Obrador a los empresarios de México, salvo a uno de ellos: Carlos Slim, el más rico del país.
El mandatario izquierdista, que llegó a la presidencia de México en 2018 prometiendo romper con el “neoliberalismo”, calificó este lunes al que antaño fue el hombre más rico del mundo como su “amigo” y “un buen empresario que contribuye al desarrollo del país”.
López Obrador hizo un espacio en su agenda decembrina para desayunar con Slim en el Palacio Nacional. Destacó el civismo fiscal de América Movil, la firma más grande de telecomunicaciones de Latinoamérica y buque insignia del imperio Slim.
“América Móvil vendió una filial en Estados Unidos y pagaron en México, el 16 de diciembre, 28,000 millones de pesos a la Hacienda pública”, unos 1,350 millones de dólares, escribió López Obrador en Twitter junto a una foto con el empresario de 81 años y con una fortuna estimada en 83,000 millones de dólares.
Pero la relación va más allá. López Obrador entregó a Slim participación en el tren turístico Maya, uno de sus proyectos emblemáticos, y la fundación del magnate apoyó la fabricación de la vacuna contra el covid-19 de AstraZeneca en México.
La constructora de Slim, Carso, construyó el tramo del Metro de la capital que se derrumbó en mayo pasado matando a 26 personas. Y el empresario se comprometió a pagar la reconstrucción íntegramente.
Grupo Carso dijo a inversionistas que el costo rondaría los 800 millones de pesos (unos 38 millones de dólares), no más del 1% de sus ventas totales.
López Obrador tiene una añeja relación con Slim. Cuando el izquierdista era alcalde de Ciudad de México (2000-2005), el empresario invirtió en la remodelación del centro histórico.
“Se llevan bien desde hace 20 años”, explica el excanciller Jorge Castañeda. “López Obrador es demasiado astuto como para enfrentarse al hombre más poderoso de México”.
Pero la relación entre el político y el magnate no siempre fue tersa.
Al llegar a la presidencia, López Obrador canceló la construcción de un nuevo aeropuerto para Ciudad de México, lo que provocó duros cuestionamientos de Slim, cuyo consorcio participaba en la obra.
“Ese tema del aeropuerto fue un parteaguas en su relación”, explica a AFP el columnista Mario Maldonado, aunque no hubo una ruptura total. “La relación es institucional”, dice una persona cercana al magnate.
“Slim es de estos empresarios que está un poco por encima de todos los conflictos políticos”, dice Maldonado. “Ha sabido llevar relación con todo mundo; me refiero a los presidentes y los políticos de altos vuelos”.
Slim se encumbró en los negocios cuando compró Teléfonos de México (Telmex) al Estado en 1990, durante el gobierno del expresidente Carlos Salinas de Gortari, uno de los mayores rivales de López Obrador.
“Es verdad que Telmex fue una entrega de Carlos Salinas a Carlos Slim”, dice Jesús Ramírez, vocero de López Obrador. “Pero al mismo tiempo hay que ser realistas a la hora del ejercicio del gobierno”.
El portavoz detalla que además de Slim, López Obrador tiene buena relación con otros representantes de la iniciativa privada como Larry Fink, CEO de BlackRock, la firma de gestión de activos más grande del mundo.
Pero en contraste, López Obrador ha tenido choques con muchos otros empresarios.
El izquierdista pocas veces menciona por su nombre a sus “adversarios”, como les llama. Y suele lanzar sus críticas hacia sectores específicos, como en octubre cuando arremetió contra empresarios que se dicen partidarios de las energías limpias.
“Son delincuentes de cuello blanco, saqueadores, que engañaron con las energías limpias para hacer negocios sucios”, dijo entonces.
Entre los grupos señalados frecuentemente por el presidente están la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex). Un “organismo que actúa más como un sector del PAN (partido conservador, opositor) que como una auténtica representación empresarial”, escribe el mandatario en su último libro “A mitad del Camino”.
Por el contrario, Slim y otros empresarios “respetan la investidura presidencial, no se apasionan tanto por lo electoral y aunque no estén de acuerdo con nosotros, actúan con prudencia”, añade en el texto.
“Tiene buena imagen social Slim y creo que esto lo acerca al presidente López Obrador en el sentido de que no es el típico millonario derrochador que tiene los lujos por todos lados”, dice Maldonado.
La analista Denisse Dresser ha criticado no obstante la cercanía entre ambos, al calificarla como un ejemplo del “capitalismo de cuates (amigos)”. “López Obrador lo celebra en vez de cambiar las reglas”, dijo Dresser en Twitter.