Aeropuerto de Colón: El nido sin pájaros

Aeropuerto de Colón: El nido sin pájaros


Un letrero avisa de un cajero automático que no existe; cinco mostradores sin aerolíneas ni personal, y sobre ellos seis monitores de pantalla plana apagados. Una ambulancia sin urgencias; un estacionamiento sin carros que estacionar. Un cuarto para reclamar equipaje sin maletas que reclamar.

+info

Aeropuerto de Colón, en desuso

Al aeropuerto Enrique Adolfo Jiménez de Colón, de $58 millones, solo le falta que rueden bolas de paja al estilo wild west para sentirlo más desolado. Infundado. Improductivo. Estéril si no fuera porque siete empleados de Tocumen S.A. trabajan allí en dos turnos de 6:00 am a 6:00 pm.

El 30 de agosto de 2013, el expresidente Ricardo Martinelli lo inauguró con tres meses de anticipación, como parte de sus “proyectos imperdonables”. Dijo que cambiaría la vida de los colonenses, que generaría miles de empleos directos, que aerolíneas internacionales operarían allí.

Casi dos años después de aquella recepción con bombos y platillos, invitados y boquitas, empresarios y brindis, la irrelevancia de la terminal es tal que el único letrero en la carretera que anuncia que a la derecha existe un aeropuerto, unos metros más adelante de la entrada a la urbanización La Feria, solo se deja leer cuando la brisa peina los pastizales que lo camuflan.

“No es un negocio próspero. No genera ganancias. Para cualquier 'P & L' (Declaración de pérdidas y ganancias) no es rentable tener este aeropuerto”.


Abelardo Sucre
Gerente de aeropuertos regionales de Tocumen S.A.

Tampoco su existencia es descifrable o supuesta por la actividad en su cielo. Por su pista de 2 mil 700 metros, capaz de recibir a las mismas aeronaves que el aeropuerto internacional de Tocumen, solo aterrizan unas 16 de tamaño pequeño por semana. Unas dos por día. Estando allí, se posó un par de aviones ligeros: Un Pipe Seneca III -para siete personas- y un Cesna Skylane -para cuatro- que rompieron por un momento el silencio que le aturde.

Aquél 30 de agosto, el entonces gerente general de la Zona Libre de Colón (ZLC), Leopolo Benedetti, también celebró la obra imperdonable de Martinelli: destacó que la posibilidad de recibir y almacenar carga abarataría los costos de operación de las empresas, al no tener que trasladarla desde el aeropuerto de Tocumen. Sin embargo, en los 7 mil 500 metros cuadrados de la terminal aérea no se erige ni una sola bodega para este propósito.

Rafael Bárcenas, antiguo director general de la Autoridad Aeronáutica Civil (AAC), se unió al festejo de la inauguración y subrayó que este sería el primer aeropuerto internacional que brindaría servicio de pasajeros y de carga “simultáneamente”.

Desde que el aeropuerto pasó a ser responsabilidad de Tocumen S.A. -enero de 2014-, no se ha registrado el aterrizaje de un avión comercial. Lo inmaculado de la instalación deja suponer que antes de ese período tampoco lo hicieron.

Además, la actual administración de la oficina de aeropuertos regionales de la empresa también desconoce si hubo un plan que justificara haber invertido una cantidad de dinero que, por ejemplo, hubiera servido para construir 10 escuelas modelo o 1,160 casas para cuatro personas, entre otros. (ver tabla).

Abandono "imperdonable"

Que el aeropuerto tiene potencial es innegable. Sus ambientes son amplios y de colorida apariencia, cumple con los requisitos de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), y está en la zona caribeña del país, costa turquesa que atrae a cruceros y curiosos. Empero, la oferta hotelera -a diferencia del Pacífico-, no se ha explotado, un factor que excusaría en parte el desuso del Enrique A. Jiménez.

Una placa en la puerta de entrada al aeropuerto recuerda que el estudio, diseño y construcción de la obra fue bajo la administración de Martinelli. El sol es la luminaria natural que revela lo que hay dentro. Está -casi- todo apagado: los baños, las oficinas, las escaleras mecánicas, algunas de las puertas, los monitores, las cintas de equipaje, y las baldosas color mármol que acusan que una vez brillaron. Hoy, su tenue reflejo polvoriento no refleja más que el eco.

Tocumen S.A. analiza posibilidades para darle uso al aeropuerto. Hasta ahora, la más probable es convertirlo en un taller aeronáutico para darle mantenimiento a aviones. Dos empresas ya mostraron interés en desarrollar el proyecto.



En la oscuridad, sentadas detrás de un pequeño escritorio, dos colaboradoras de Tocumen S.A. reciben al que entre o a los que lleguen en las avionetas, a quienes guiarán por uno de los tres escáneres encendidos. Anotan nombres, fechas, horas. Gracias, mucho gusto, hasta luego.

El pastizal alto de la entrada y los alrededores también acusan el abandono. Igual que el estacionamiento vacío. Igual que sus oficinas. Igual que los 15 espacios dispuestos para tiendas comerciales.

Abelardo Sucre, gerente de aeropuertos regionales de Tocumen S.A., dice que la empresa le está buscando una solución a la terminal: “No es un negocio próspero. No genera ganancias. Para cualquier 'P & L' (Declaración de pérdidas y ganancias) no es rentable tener este aeropuerto”.

Se buscan soluciones

Lo que se concibió como un aeropuerto de estándares internacionales podría terminar convirtiéndose en un taller aeronáutico para darle mantenimiento a aeronaves.

Al menos, esa es la posibilidad más factible entre las que estudia Tocumen, para darle algún uso a la millonaria infraestructura. “Hay un costo de mantenimiento y de operación mínima que se tiene que hacer, y que actualmente por los pocos vuelos o poca actividad no se desarrolla... no es un negocio próspero”, destaca Sucre.

Lo cierto, agrega, es que la terminal se mantendrá como está actualmente durante lo que resta de este año, mientras Tocumen S.A. espera por los planes de negocios de las dos empresas que mostraron interés en desarrollar estos talleres y que ya hicieron un recorrido por las instalaciones.

Confiesa que “quizás ha sido el aeropuerto más difícil de iniciar a desarrollar, pero tiene muchísimo potencial”. En un panorama diametralmente distinto operan las terminales de Río Hato, Coclé; David, Chiriquí; y Howard, en Panamá, también bajo el umbral de Tocumen S.A. desde enero de 2014. Las otras opciones que se manejan para desarrollar allí van desde escuelas de aviación hasta centros educativos de otras actividades relacionadas con el sector.

También está en consideración la construcción de un hotel donde se queden los potenciales estudiantes. Lo que sí es seguro es que en el presupuesto de Tocumen no se contempla ninguna inversión en el aeropuerto.

En cuanto al turismo, destaca que la poca oferta hotelera de Colón dificulta promocionar al aeropuerto entre las aerolíneas. Sucre señala que una posibilidad sería que las compañías que aterrizan en Tocumen S.A. dispongan de vuelos charters hacia la terminal colonense para luego alimentar los cruceros.

“No hay actividad (en el aeropuerto). Actualmente son vuelos privados los que llegan allí. Personas que tienen su avión y empresarios que quieren ir a la ZLC o a zonas turísticas de Colón”, cuenta Sucre.

Cada vez que aterriza una de estas aeronaves que menciona Sucre, sus pasajeros se bajan, caminan hasta el escáner, pasan sus pertenencias ante el control de las dos trabajadoras que anotan nombres y horas, y se van.

Si el aeropuerto Enrique A. Jiménez estuviese operando, Tocumen S.A. hubiera facturado esa mañana de viernes $65 a razón de $32.50 por avión que aterrice/despegue. La obra imperdonable de Martinelli de $58 millones es hoy en día un estacionamiento gratuito para avionetas.

LAS MÁS LEÍDAS